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viernes, 28 de mayo de 2004

Percepción y representación (1)

En todo concepto hay que distinguir el objeto y el contenido. El objeto del concepto lo representaremos mediante un cuadrado vacío, al cual le pondremos el nombre ‘signo’, y el contenido será todo aquello que cada miembro del foro vaya poniendo dentro de ese cuadrado. Uno de los contenidos del concepto de signo en Peirce es  “algo que está en lugar de otra cosa en ciertos aspectos”. Como el presidente del gobierno, en sus visitas a otras naciones, está representando a su pueblo, está en lugar de su pueblo, el presidente del gobierno es un signo. Pero no creo que el presidente del gobierno sea un signo. De modo que aquel contenido conceptual, “algo que está en lugar de otra cosa en ciertos aspectos”, no es suficiente para catalogar un objeto como signo. Por eso no estoy de acuerdo en catalogar la representación, tal y como la definí en el ámbito de la teoría del conocimiento, como signo, aunque en ciertos contextos o bajo determinadas condiciones pueda desempeñar el papel de signo.

He dicho en otras ocasiones que los conceptos de Peirce se presentan más como mecanismos clasificatorios que como mecanismos de análisis, y que son excesivamente genéricos. Si yo catalogo la fotografía de una mesa y la palabra ‘mesa’ como signos, tengo que hacer abstracción de todas las diferencias existentes entre ellos dos y destacar un rasgo abstracto en común: tanto la fotografía de una mesa como la palabra ‘mesa’ están en lugar de la mesa. Y al hacer esto, al llevar tal extrema abstracción, no me preocupo de analizar los rasgos esenciales que constituyen la fotografía de la mesa y que no existen en la palabra ‘mesa’. Hay una diferencia esencial que podemos expresar en términos de Husserl: La fotografía presenta un objeto o da el objeto de nuestra intención perceptiva, mientras que la palabra apunta a un objeto pero no da el objeto que debemos mentar. Husserl dice de las percepciones que son intenciones cumplidas, que el objeto al que apuntan viene dado, mientras que las palabras son intenciones significativas pendientes de cumplimiento, esto es,  que el objeto al que apuntan no viene dado por las propias palabras, sino merced a actos de representación, imaginación o fantasía. 

17 de enero de 2004.  

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