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sábado, 6 de junio de 2009

Algunas reflexiones filosóficas

La capacitación

A la edad de 24 años inicié  el estudio de El Capital de Karl Marx. Pero en la tercera página me encontré con un obstáculo que me hizo abandonar de forma provisional la tarea. Había una categoría que me resultaba del todo incomprensible: forma fenoménica o modo de expresión. La conclusión que extraje fue clara: no estaba filosóficamente capacitado para estudiar El Capital. Así que tuve que capacitarme. Estudié entonces dos obras filosóficas de Edmund Husserl claves en mi formación filosófica: Investigaciones Lógicas e Idea de la Fenomenología. De este modo pude hacerme con el concepto de forma fenoménica y reiniciar de nuevo el estudio de El Capital.

Hay, por el contrario, otros estudiosos de El Capital que cuando se encuentran con dificultades de este tipo, y esa obra teórica está llena de muchas dificultades conceptuales, no llegan a la conclusión de que no están capacitados, sino que arremeten contra la propia obra y culpan a Marx de esa situación: catalogándolo de pensador oscuro e impreciso. Y van más allá en sus conclusiones: esa oscuridad e imprecisión es una herencia de Hegel. Son estudiosos que carecen de humildad y convierten su falta de capacitación en argumento.



La teoría del conocimiento y la epistemología



Hay marxistas que han desarrollado tal rechazo al pensamiento de Hegel, del cual apenas conocen tres frases manidas, que se convierte en rechazo en general contra la filosofía. Para estos estudiosos el saber filosófico carece de valor y utilidad. Llegan al extremo de declarar nocivas categorías como “en sí”, “por sí”, “apariencia”, “esencia” e incluso “dialéctica”. Se comportan como los neopositivistas, que declaran que estas categorías al carecer de significado claro deberían ponerse en el basurero del saber. Aquí la ignorancia vuelve a ser el argumento empleado. Ignoran que la teoría del conocimiento, el estudio de cómo se lleva a cabo el proceso de conocimiento relativamente completo de una cosa, y la epistemología, estudio de la fundamentación de los conceptos, sigue siendo un conocimiento necesario y fundamental. Y ambas disciplinas, la teoría del conocimiento y la epistemología, son disciplinas filosóficas.  Y estas disciplinas filosóficas necesitan de aquellos conceptos.



Las abstracciones



Uno de los conceptos fundamentales de la mecánica es el de punto material. Por punto material se entiende un cuerpo cuyas dimensiones se pueden despreciar al describir su movimiento. Así, por ejemplo, los planetas se pueden considerar puntos materiales cuando se estudia sus movimientos alrededor del Sol. Pensemos en el planeta Tierra en su movimiento alrededor del Sol. Pensemos en cuántas cosas se abstraen con el concepto de punto material, no sólo se abstrae sus dimensiones, sino también sus ríos y montañas, su infinita y variada flora y fauna, las lenguas de los más diversos pueblos, sus culturas y su arte, y  un sinfín de cosas más. Podríamos afirmar que el concepto de punto material, concepto primordial de la mecánica, supone una abstracción infinita de cosas, hechos y procesos. Y, sin embargo, nadie lo cuestiona. ¿Alguien ha visto alguna vez un punto material? Nadie. Y, sin embargo, nadie cuestiona los rendimientos y la utilidad de ese concepto.

Entonces ¿por qué a este concepto nadie le exige epistemológicamente nada y al concepto de valor de Marx todo el mundo le exige de todo? Las abstracciones son abstracciones y no se les puede pedir concreciones. No se les puede pedir que sean perceptibles. Afirmaba Michio Morishima que el concepto de valor de Marx debía ser descartado de la ciencia económica porque no era observable, pero lo mismo sucede con el de punto material: debía ser descartado de la ciencia física. ¿Qué debemos pensar entonces? Que en la crítica epistemológica de Morishima a Marx hay más razones ideológicas que razones epistemológicas. Resulta de todos modos curioso que siendo la física la ciencia más abstracta que existe, la que mayores abstracciones supone de los componentes de la realidad, quiera ser establecida como ciencia modelo y básica para las reflexiones filosóficas.



La dialéctica y la lógica formal



Entre los términos de carácter lógico podemos mencionar un pequeño grupo compuesto por las siguientes expresiones: “no”, “y”, “o”, “si…, entonces…”. Establecer el sentido y el uso de estos términos es la tarea a cumplimentar por la parte más elemental y fundamental de la lógica: el cálculo proposicional. Por medio de la palabra “no” se forma la negación de las proposiciones, por medio de la expresión “y” se  suman proposiciones, por medio de la expresión “o” se restan proposiciones; y si se combinan dos proposiciones por medio de las palabras “si…, entonces…”, se obtiene una proposición compuesta que recibe el nombre de implicación.

No hay que ser muy listo para observar que el cálculo proposicional sólo se ocupa de las relaciones externas entre las proposiciones y en ningún caso estudia su lógica interna. Y como también es fácil de observar el cálculo proposicional no estudia las formas lógicas que rigen un sinfín de procesos y hechos del mundo. Así que quien limite su visión del pensamiento y del mundo a la lógica formal, tendrá un conocimiento muy limitado de ambas cosas. No niego con ello la utilidad y los grandes beneficios que aporta la lógica matemática, pero sí señalo sus límites. Reclamar la necesidad de una lógica dialéctica es sencillamente reclamar la necesidad de investigar multitud de aspectos del pensamiento y del mundo que no trata la lógica formal. De manera que aquí vuelve a operar la ignorancia en todos aquellos que sólo reconocen la validez de la lógica formal y desprecian la lógica dialéctica y quieren echarla al basurero del saber. Cometen el error de creer que la lógica dialéctica debe tener la formalización de la lógica formal. Les falta conocimiento filosófico y anchuras de miras para saber que esto no puede ser así.

Pero veamos incluso como en la lógica formal está presente la lógica dialéctica. Una de las leyes principales de la dialéctica es la unidad de lo contrarios o  uno se divide en dos. El estudio de la implicación o proposición condicional se ajusta a esta ley de que uno se divide en dos. Consideremos la ley económica: toda mercancía tiene un precio. Podemos darle la forma de implicación o uno se divide en dos: si x es una mercancía, entonces x tiene un precio. Vemos entonces como en la propia lógica formal se cumple una de las leyes más elementales de la lógica dialéctica: uno se divide en dos. Y como este ejemplo podemos encontrar miles, tanto en el terreno del pensamiento como en el terreno del mundo en general.

18 de abril de 2009.






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