Hay muchos líderes de la izquierda radical que me decepcionan profundamente. Aceptan que se hable de amor por el fútbol. Decía Nietzsche que todas las palabras son metáforas. Yo lo corrijo y digo: todas las palabras pueden tener un uso metafórico. Cuando alguien habla de “aquellos que amamos el fútbol”, está falseando el profundo sentido ético que tiene la palabra “amor”. Diferente sería si modulamos esa expresión y se dijera: “aquellos a los que nos gusta el fútbol y nos place enajenarnos con él”. Yo soy uno de ellos. Yo veo bastante fútbol. Y lo hago para descansar la mente y reducir el estrés. En resumidas cuentas: el fútbol es un medio para no pensar en la esencia del mundo. No obstante, nunca pierdo de vista la forma económico-social del fútbol, esto es, su forma de capital. Y esa forma me resulta insoportable. Además que bajo el punto de vista de la justicia distributiva es insostenible.
Continuamente leemos a muchos economistas marxistas
hablar de la ley del valor, pero nunca hablan de qué representa la ley del
valor o cómo se manifiesta la ley del valor en el mundo futbolístico. Nunca
explican cómo y por qué los futbolistas se vuelven tan ricos. Y no solo los
futbolistas, sino todos los deportistas de élite. En el capítulo 4. La
globalización y el cambio social del libro titulado Sociología, Anthony Giddens y Philip W. Sutton afirman lo siguiente: “La creciente escala y
proyección del Mundial de Fútbol ilustra de un modo sencillo la creciente
interconexión e interdependencia de la población mundial, un proceso
multifacético que los sociólogos describen como globalización”. Y añaden: “La globalización del deporte supone la participación de atletas de todas
partes del mundo, audiencia televisiva cada vez más globales, anunciantes
procedentes de muchos países y creación de una demanda de consumo de productos
deportivos y sus derivados, como ropa deportiva, libros y videos relacionados y
muchos otros productos”. También dicen estos dos sociólogos que el tenis, el
golf, el fútbol, el rugby y el baloncesto han dejado de ser simples fenómenos culturales
para convertirse en negocio”. De ahí que no entienda el comportamiento
ideológico de muchísimos marxistas y líderes de la izquierda radical que
cuestionando sin cesar el carácter capitalista y depravador de la
globalización, no hablan nunca del fútbol, que como muy bien dicen estos dos
sociólogos, por una parte, es el ejemplo más sencillo para ilustrar el carácter
capitalista de la globalización, y por otra parte, de ser un simple fenómeno
cultural se ha convertido en un gigantesco negocio capitalista, donde las
grandes masas sociales del globo son enajenadas y cruelmente explotadas,
creando falsos líderes, ídolos cubiertos de oro, y convirtiendo al fútbol en
uno de los grandes opiáceos de la conciencia social moderna.
La Covid 19 ha puesto de manifiesto muchas
contradicciones profundas del actual sistema social. Los gobiernos de todo el
mundo ante la necesidad del confinamiento han puesto en circulación un concepto
ideológicamente fundamental: los trabajos esenciales. ¿Y cuáles son los
trabajos esenciales? El sistema sanitario, la industria farmacéutica, la
investigación científica vinculada con la salud y el sector de la alimentación.
La esencia es un concepto filosófico que se opone a la apariencia. Las tres
determinaciones de la apariencia según la filosofía de Hegel son las
siguientes: una, la apariencia es la manifestación de la esencia, dos, la apariencia es la esencia en otra
determinación, y tres, la apariencia representa lo inesencial frente a la
esencia. Esta tercera determinación de la apariencia es la que ha estado
presente en la pandemia que asola el mundo: la apariencia representa lo
inesencial frente a la esencia. Justamente el fútbol es una parte de esa
apariencia que no solo representa lo inesencial frente a la esencia del mundo,
sino que además la oculta y la enajena. Durante la pandemia por medio de
Instagram muchos deportistas mostraban sus vidas en sus lujosas mansiones, en
sus yates y en sus jets privados. Cristiano y Georgina no dejaron de aprovechar
la ocasión para mostrar con ostentación sus vestimentas y complementos de
lujos: entre ellos relojes o joyas por valor de medio millón de euros.
Representan un mundo absolutamente oprobioso y capitalista. Y en alianzas con los
medios de comunicación, las industrias dedicadas a las prendas y calzados
deportivos, y las agencias de publicidad, se dedican a la explotación y a la
enajenación de las grandes masas sociales. De ahí que no entienda cómo,
alentado desde todos los sectores que conforman la opinión pública, se haya
convertido a Maradona en un fenómeno mundial, donde se ha exagerado hasta de la
forma más ridícula posible su talla sociológica, política e ideológica. Me
gustaría saber cuántos científicos que han contribuido de manera esencial a la
transformación del mundo han muerto en los últimos cinco años y si las grandes
masas sociales conocen aunque solo sea uno de esos nombres. Vivimos por causa
del fútbol en un mundo absolutamente alienado, sin el más mínimo control
consciente de las relaciones económicas que se establecen entre los seres
humanos, narcotizados por las apariencias y de espaldas a las esencias. Así que
el amor al fútbol del que hacen gala un sinfín de líderes sociales solo
significa la enajenación y ocultación de la esencia del mundo.
(Me he visto en la necesidad de hacer un aporte
añadido tras leer el artículo de Ilka Oliva Corado, publicado el 30 de
noviembre del año en curso en Rebelión bajo
el título A Maradona lo que es de
Maradona. https://rebelion.org/a-maradona-lo-que-es-de-maradona/
Les transcribo algunas de sus ideas: “El balompié es del pueblo, del arrabal, como son
las flores silvestres, las hiedras, los zacatales, y las calles enlodadas…las
casitas de adobes…los turnos de trabajo a deshora”. “Porque el fútbol es como
el oxígeno, como el agua de lluvia que embellece las plantas y los campos
baldíos,…”. “Y los pueblos no tienen fronteras, ni idioma, religión, ni
nacionalidad, se compactan en uno solo, todo los pueblos son uno solo cuando se
trata del fútbol”.
Todas estas ideas de Oliva Corado me parecen puro
idealismo. El fútbol no es del pueblo, sino de las sociedades deportivas dueñas
de los clubes, de los jugadores de élite, de la televisión, de las empresas
dedicadas a la producción de prendas deportivas, y de las empresas
publicitarias. El fútbol es un enorme negocio capitalista que produce de
continuo capitalistas. Leemos de continuo en la prensa noticias sobre jugadores
africanos que estaban en la peor de las pobrezas y que ahora son millonarios. Y
por mucho que nos digan que no se olvidan de su pasado de sufrimientos y
privaciones, lo cierto es que ahora son capitalistas.
Tampoco es cierto que el fútbol sea como el oxígeno
o como la lluvia. El fútbol es un opiáceo peor que la religión. Es un medio de
enajenación, esto es, un medio para olvidarse y ocultar la esencia del mundo.
Tampoco me parece nada atinado hablar de que los pueblos de la Tierra son uno
solo cuando se trata del fútbol. Todo lo contrario: mientras los futbolistas y
todas las potencias que hacen posible el fútbol son instituciones donde sus
intereses comunes están firmemente asegurados, los más de cien millones de
personas que ven por televisión, por ejemplo, la final de la copa del mundo carecen
de una institución común que los represente. Justamente la globalización del
fútbol ha supuesto la pérdida total de poder de los aficionados. Y una última
cosa: los aficionados al fútbol comparado con la población total del mundo son
una minoría. Y no es acertado presentar a estas minorías como si fueran el conjunto de los pueblos del mundo).
Fútbol, me corrige señor Umpiérrez si me equivoco de escritor, pero creo que fue a Borges a quien le preguntaron ¿ por qué el fútbol es tan popular? Porque la idiotez es popular, respondió el escritor.
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