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jueves, 5 de octubre de 2023

Tú y el mundo

 

 

Es una evidencia que tú estás en el mundo, pero a lo mejor el mundo no está en ti. Más acertado sería preguntar: ¿Cuánta parte del mundo está en ti? Quizás haya en ti pocas partes del mundo. ¿Por qué? Porque el mundo es muy complejo, compuesto de muchas partes interrelacionadas, y cambia de forma incesantemente. Hay una fuerza económica dotada de un inmenso poder: las fuerzas productivas. Bajo el capitalismo, y mucho más en la etapa de la globalización, no cesa de desarrollarse. Hace avanzar al mundo a una velocidad de vértigo, pero por otra parte genera destrucción: del planeta y de todo lo que hay en el planeta, incluido los seres humanos. Pensemos en los pobres del mundo, en los países menos desarrollados, aquellos a los que el incesante desarrollo de las fuerzas productivas deja en los márgenes de la historia. Según leo en la red, 8.500 niños mueren cada día de desnutrición. Es evidente que gran parte del mundo no está en estos niños. Son seres humanos que con pocos años de vida son expulsados del mundo. Quedan fuera de él.

He afirmado que las fuerzas productivas se desarrollan sin cesar y que, por una parte, producen desarrollo, y, por otra parte, producen destrucción. ¿Ocurre lo mismo con las relaciones de producción? Pues sí, las fuerzas productivas no se desarrollan sin cambios en las relaciones de producción, en especial en las relaciones de propiedad. Los fondos de inversión, en especial gracias a la globalización y a la liberación sin control comunista (comunista en el sentido originario que tenía esta expresión en Marx y no en el sentido que se dio en el socialismo real), representan la mayor victoria de la propiedad privada sobre el mundo. Se han hecho dueños de todo. Hay fondos de inversión que son en términos económicos más poderosos que muchos estados nacionales. Son los grandes enemigos de la salvación humana del mundo.

He empezado a estudiar el libro de Wolfgang Smith titulado El enigma cuántico. No quiero quedarme atrás en el terreno del conocimiento. Bajo el punto de vista ontológico, esto es, bajo el punto de vista del estudio del ser, la física cuántica es la más decisiva de las ciencias naturales de la actualidad. Y esta ciencia no solo está sometida a unos grandes dilemas filosóficos, sino que, como sucede siempre, puede ponerse al servicio de hacer el mundo más humano, esto es, más socialista, o menos humano, esto es, más capitalista. El punto de partida de las disquisiciones de Wolfgang se plantea en los siguientes términos: “Para empezar, está la concepción del mundo externo constituido exclusivamente por las llamadas res extensae o “entidades extendidas”, que se asume que están desprovista de todo atributo cualitativo o “secundario” como, por ejemplo, el color. Todo lo demás se relega, de acuerdo con esta filosofía, a las llamadas res cogitantes o “entidades pensantes”, cuyo acto constitutivo, por así decirlo, no es la extensión sino el pensamiento”. Aunque Wolfgang cuestionará esta concepción cartesiana del mundo, lo hará desde el punto de vista filosófico abstracto. Pero ¿cuál es la mayor abstracción de esta filosofía como la de la mayoría de las filosofías que se edifica sobre las ciencias naturales? El ser humano. Piensen que de la realidad se habla de la extensión como su propiedad básica y de si el color, aunque es considerado un atributo secundario, es objetivo o subjetivo. Piensen ahora en la ontología marxista: el ser humano está en el centro de esta ontología, hablamos del desarrollo incesante y descontrolado de las fuerzas productivas, de los fondos de inversión que representan el cambio más importante en el mundo actual sobre la propiedad privada, y de la satisfacción de las necesidades humanas, cuya manifestación más desgarradora es la muerte diaria por hambre de 8.500 niños. Este es el dilema: la física cuántica es una de las ciencias que más prodigiosamente se ha desarrollado en los últimos 50 años, sin embargo, sus fundamentos filosóficos, tanto en el ámbito de la ontología como en el de la epistemología, permanecen anclados en el pasado o, dicho de otro modo, en el anti humanismo. Su abstracción consiste en situar a los seres humanos fuera del ámbito del ser y reconocerlos solamente como seres pensantes.

 

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