Hay muchas fuerzas en la subjetividad. Hoy hablaremos de los intereses. Los intereses pueden ser fuertes o débiles, grandes o pequeños, difíciles o cómodos. Se pueden enumerar más cualidades de los intereses, pero con los dicho basta para indicar cómo debemos proceder en nuestra reflexión. Cuando nos trazamos o definimos unos objetivos, siempre hay que tener en cuenta a los otros. Las personas son seres sociales, esto es, todo ocurre en sociedad, incluso cuando meditamos solitarios en nuestros cuartos de estudio.
Hay personas que se
trazan objetivos, pero los define de forma poco precisa; y cuando luchan por
alcanzarlos, ponen poco interés o su interés carece de la fuerza suficiente.
Puesto que, dado unos determinados objetivos, la fuerza debe ser proporcional a
los mismos. Y estas personas desde que reciben un revés, o las fuerzas
opositoras los doblega, abandonan los objetivos y se olvidan de ellos. No
luchan. Y la vida es lucha, es movimiento; y sin proponerse objetivos y luchar
por alcanzarlos, no hay movimiento. Y si
no luchas con fuerza por los objetivos que te trazas y a la primera de cambio
abandonas, tus intereses no se desarrollarán ni fortalecerán. Te vuelves débil.
No porque seas intrínsicamente débil, que nadie lo es, sino sencillamente
porque no asumes la derrota como un medio para luchar de mejor modo y con más
fuerza por tus objetivos. Te limitas sencillamente a abandonar y olvidar. Y
tiendes entonces con mucha facilidad a refugiarte en las nubes del pensamiento
y a alimentarte de ilusiones en vez de realidades.
De Marx aprendí que hay
pensadores que convierten el lenguaje en un mundo independiente de la realidad,
como un reino propio, donde se refugian aquellos que solo viven de las
representaciones. No conviertas en enigmas ni vuelvas inescrutables las cosas de
la realidad. De ese modo te alejas de la realidad y buscas en el lenguaje la
esencia de la vida. De manera que tu sentido práctico tendrá poco desarrollo y
será débil. Vete con decisión a las cosas y no permitas que las cosas lleguen a
ti a través de intrincadas representaciones. Pierdes vida sin darte cuenta. No
busques la verdad en los conceptos, sino en la práctica, en las múltiples
formas de la práctica social. De ese modo el lenguaje se convertirá en una
parte de la vida y no la vida en un subproducto del lenguaje.
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