Las políticas de austeridad hegemonizadas por
Alemania constituyen la respuesta a la crisis económica desde el sector más
conservador de los capitalistas. El sector reformista de esa clase tal vez
hubiera adoptado políticas más keynesianas, pero seguro que hubiera incluido
muchas decisiones que ha tomado el sector conservador. No nos engañemos por la
lógica partido del gobierno y partido de la oposición. Lo que dice un partido
en la oposición, incluido los partidos socialdemócratas, no es lo mismo que
hace cuando está en el gobierno. La política sirve a la economía y no al revés.
De manera que por muy socialdemócrata que sea un partido, cuando está en el gobierno
se pone al servicio de la clase dominante; y en las sociedades capitalistas la
clase dominante no puede ser otra que la propia clase capitalista.
La lógica gobierno oposición va determinando tanto
los discursos políticos que muchos pensadores de izquierda terminan por
invertir la relación causa respuesta. De manera que presentan la política de
austeridad como causa de la crisis y no como la respuesta. Esta inversión les
puede tanto que terminan por olvidarse de la verdadera causa de la crisis
económica: la burbuja inmobiliaria. Es obvio que en las sociedades modernas
donde todo está mediado por el sistema de crédito, la burbuja inmobiliaria
tenga necesariamente que manifestarse en el momento del estallido como un crack
del crédito. También es cierto que esta burbuja inmobiliaria fue posible y fue alimentada
por el sistema de crédito. Pero esto solo pone de manifiesto la
interdependencia de los distintos sectores económicos y el papel hegemónico que
desempeña el sistema de crédito en el engranaje económico.
Lo que ha pasado en Chipre tiene que ver
fundamentalmente con las clases dominantes en Chipre. Si su sistema bancario
representa siete veces su producto interior bruto, será responsabilidad de la
clase dominante chipriota y no de Merkel. No debemos presentar a Chipre como
una entidad abstracta víctima del euro y de la troika. No debemos sustituir la
contradicción entre las clases sociales por la contradicción entre naciones. Tampoco
nos debemos olvidar que en la época del boom inmobiliario hubo muchos sectores
sociales no muy pudientes que se enriquecieron
notablemente en su condición de propietarios del suelo. El
enriquecimiento desproporcionado tiene grados y no hay que circunscribirlo solo
a las clases más adineradas. El enriquecimiento desproporcionado debe ser un
concepto relativo. Debería medirse cómo
ha aumentado el patrimonio de todos los ciudadanos chipriotas durante los
últimos quince años. Nos daría una idea de que la injusticia en el sistema
capitalista es infinita. El dinero no desaparece, solo cambia de manos; y el
sistema capitalista se caracteriza justamente por hacer posible que cualquiera
pueda enriquecerse de mala manera, esto es, pueda apropiarse de trabajo social
en cantidades ingentes. Esta posibilidad es la que hace que el sistema
capitalista tenga tantos adeptos.
No es correcto decir que los bancos son los causantes
de la crisis. Los bancos son una categoría de la división del trabajo no una
categoría de clase. La izquierda radical debe hablar en términos de clases
sociales. Así que si se quisiera señalar a los causantes de la crisis en
términos de clases sociales, deberían señalarse varias: los dueños del capital
bancario, los dueños del suelo y los constructores. Y estos últimos también son
dueños del capital monetario. Cuando sube la prima de riesgo, quienquiera puede
decir que la culpa la tiene Merkel, pero lo cierto es que son los propietarios
del capital monetario quienes se aprovechan de esa coyuntura económica y se
enriquecen. Si en Chipre se ofrecían tipos de interés del 10 por cien y se
pagaba poco a hacienda, muchos se habrán beneficiado de esa situación. Pues
sobre ellos debería recaer todo el peso de la quita.
Es un error hablar de los depósitos en general como
también lo es hablar de los ciudadanos en general. Bajo el punto de vista de la
filosofía del derecho un rico es lo mismo que un pobre: un ciudadano. Pero bajo
el punto de vista de la sociedad civil no: un pobre es un pobre y un rico es un
rico. Igual sucede con los depósitos: los habrá pequeños y los habrá grandes.
Los habrá que son frutos del trabajo propio y los habrá que son frutos de la
apropiación del trabajo ajeno. Los habrá que son frutos de la especulación y los
habrá que son fruto de una casualidad del mercado. Los habrá en general que son
frutos de la propiedad privada. Así que a la izquierda radical no nos preocupa
la inseguridad jurídica de los depósitos, los que nos preocupa es que la
riqueza sea tan injustamente repartida.
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