Empecemos por las consideraciones previas. Por
ideología entenderemos un sistema de conceptos mediante el cual una clase,
grupo o capa social expresa el mundo que quiere. Y al ser un sistema de conceptos, la
ideología encierra necesariamente percepciones y representaciones de los múltiples
aspectos del mundo. Las consignas
ideológicas, si se busca que sean asimiladas por las grandes masas sociales,
deben atender fundamentalmente a las percepciones y a las representaciones. En
todo concepto debemos distinguir un lado concreto, que indica el origen
perceptivo del mismo, y un lado abstracto, que indica el origen lógico del
mismo. Si las masas sociales sólo se alimentan de consignas, separando el lado
sensible del concepto de su lado lógico, entonces se volverán dogmáticas. Y si
las vanguardias sólo se alimentan del lado lógico de los conceptos, terminarán
perdiendo su conexión con el mundo y sus
ideas permanecerán ajenas a la conciencia de las masas sociales.
En una entrevista Margaret Thatcher afirmó: “La
sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales”. En esta
afirmación sólo se ha querido ver la ideología neoliberal y se ha desatendido
los fundamentos filosóficos en los que descansa. Y quienes desde la izquierda
crítica han querido rebatir aquella afirmación, han caído en la lógica de la
ideología capitalista. Hasta el punto de defender que frente al ideolograma
neoliberal donde se afirma que la sociedad no existe y el individuo sí, habría
que esgrimir lo contrario: el individuo no existe y sí la sociedad. De esa
manera, bajo el predominio de la forma de pensar metafísica, los contrarios se
presentan uno frente a otro anulándose mutuamente.
Pensemos en los filósofos empiristas, quienes
defienden que solo el conocimiento sensible es certero, que es el único que da
verdaderamente cuenta de lo que existe, mientras que consideran al conocimiento
conceptual como una derivación apagada del conocimiento sensible. Pero van más
lejos: afirman que mediante los conceptos suponemos cosas en el mundo que en
realidad no existen. Así, por ejemplo, nuestros ojos nos dicen que hay individuos,
pero no que haya algo a lo que podamos denominar sociedad. Y si insistimos en
aplicar el nombre de sociedad, sólo lo haremos al conjunto de los individuos.
Pero el conjunto en sí no es nada fuera de los individuos. Luego “sociedad”
solo es un nombre colectivo, un nombre que solo indica que los individuos forman
un conjunto, no que exista un ente fuera de los individuos que se llame
sociedad.
Lo que niegan los empiristas es que la sociedad
exista como una tercera cosa frente a los individuos en forma sustantiva.
Admiten que existen las relaciones entre los individuos y sus interacciones,
pero nos advierten que en ningún caso lo social cobra existencia independiente.
Y la mayoría de los ideólogos de la izquierda crítica coinciden con el
empirista, quieren rebatir el individualismo neoliberal señalando la existencia
de lo social justamente en esos aspectos: en las interacciones y en las
relaciones sociales entre los individuos. Creen que la clave está en señalar
que en cada etapa de la evolución humana hay determinadas relaciones sociales
de producción que le dan el sello
específico a las sociedades. Y así presentan el neoliberalismo como aquella
ideología que acabó con la solidaridad entre las clases sociales, logrando la
victoria del individuo frente a la sociedad. Pero aquí hay un profundo error en
el que incurren tanto los empiristas como la izquierda crítica. Lo social sí existe como
una tercera cosa frente a los individuos y en forma sustantivada: en el Estado,
en el dinero y en el lenguaje. Por eso cuando los neoliberales afirman que la
sociedad no existe, sencillamente están engañando, negando la realidad. Y
cuando la izquierda radical afirma que lo social existe en forma de relaciones
e interacciones sociales, no está superando la concepción individualista del
mundo, ya que no señala cómo existe la sociedad en forma objetiva. No en vano
un proceso revolucionario que quiera tener éxito debe hacerse dueño de esas
tres formas de existencia de lo social: del poder del Estado, de los bancos
como depositarios del dinero, y del lenguaje como instrumento fundamental de la
ideología.
Pero hay más: Marx no se cansó de repetir que el
individuo es un ser social. Sin embargo, esta aseveración es por lo general entendida
en el sentido de que el individuo vive en sociedad. Pero no es eso lo que
quería indicar Marx cuando habla de que el individuo es un ser social. Afinemos
en este asunto. Todo individuo es producto de un hombre y una mujer. Luego es
un producto social. Todas sus funciones psicológicas tal y como se dan es el
ser humano, la atención, la memoria, la percepción y el lenguaje, son sociales.
Todo lo que viste, calza y en general consume es social. Nada de lo que hace
puede decir que lo hace él por completo. Los materiales que emplea, los
instrumentos de los que se vale, y el lenguaje y el conocimiento necesario para
realizar su función de trabajo son sociales.
Así que lo social no sólo existe en el Estado, en el dinero y en el
lenguaje, sino también en todos los elementos de la riqueza social. La clave de
la ideología capitalista no está en que defiende al individuo frente a la
sociedad, sino que permite al individuo que se apropie de los recursos sociales
para beneficiarse de forma privada más allá de lo razonable y de lo justo. La
clave de la ideología capitalista no está en que promueva la desigualdad, sino
en que lo hace hasta la desproporción y la desmesura. La desigualdad es un
hecho natural y concuerda con el principio socialista de a cada cual según su
capacidad y a cada cual según su trabajo. Incluso en la etapa del comunismo la
desigualdad seguirá existiendo bajo dos formas: primero porque seguirá habiendo
diferencia de capacidades; y segundo, porque habrá gente que percibirá más
riqueza que otra, ya que el principio de a cada cual según su necesidad es un
principio diferenciador y no un principio de igualdad.
Es también un error concebir los intereses comunes
como lo opuesto a los intereses individuales. Se confunden aquellos que ven en
el ideolograma de Margaret Thatcher la negación de los intereses comunes. La
existencia de las clases y de los grupos sociales supone justamente el
desarrollo de los intereses individuales hasta constituirse en intereses
comunes. El interés común no es más que el interés individual desarrollado. Y
este interés común cobra cuerpo en organizaciones empresariales, sindicatos,
partidos políticos y otras instituciones más. Así que es un error presentar a
Margaret Thatcher y a los neoliberales como los defensores de los intereses
individuales frente a los intereses comunes, y a la izquierda crítica como la
defensora de los intereses comunes frente a los intereses individuales. Ya que
ambos aspectos, el interés individual y el interés común, se dan en la
izquierda y en la derecha, en la clase de los trabajadores y en la clase de los
capitalistas. El interés común no menoscaba el interés individual, todo lo
contrario: le da cuerpo y lo fortalece.
Si la derecha es más poderosa que la izquierda será
justamente porque los intereses comunes que la constituyen están más
desarrollados y han tomado cuerpo en organizaciones más poderosas. El
ideolograma de Margaret Thatcher no es más que la idealización de los intereses
comunes de la clase capitalista expresados como intereses generales de la
sociedad. Y el socialismo debe presentarse como el fortalecimiento del
desarrollo individual de las personas y no como su merma o negación.
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