El trabajo que hoy entrego al lector es una
explicación de un texto de Marx, contenido en el tercero de los Manuscritos de
Economía y Filosofía, en las páginas 154-156, según la edición de 1980 de
Alianza Editorial. El texto se puede presentar como una lucha teórica en
defensa del ser independiente frente a la servidumbre religiosa. Nos advierte
Marx que el ateísmo no es todavía la conciencia positiva del ser humano que
encuentra la esencia en sí mismo y la naturaleza. El ateísmo está todavía
mediado por la religión, su negación y su superación. Concibe Marx en este
texto al socialismo como un estadio de desarrollo superior a la sociedad aún
dominada por la religión. El socialismo del que habla Marx aquí es un
socialismo donde el hombre ha superado sus dos peores servidumbres y
enajenaciones: la religión y la propiedad privada. Es obvio que este socialismo
no se ha dado de momento en la historia universal y está todavía muy lejos de
que pueda darse. No obstante, en el pensamiento científico es fundamental no
sólo observar los estadios sociales existentes sino también las tendencias y
los destellos del futuro.
Un ser sólo se considera independiente cuando es
dueño de sí y solo es dueño de sí en cuanto se debe a sí mismo su existencia.
Esta afirmación puede llevarnos a engaños si no
aclaramos previamente si estamos hablando
del individuo como tal individuo o del individuo como ejemplar medio de
la especie. Puesto que lo que puede ser verdadero para la especie puede no
serlo para el individuo. Ningún individuo se debe a sí mismo su existencia,
nadie puede nacer de sí, tiene que nacer de otros. Juan es hijo de su madre y
de su padre en términos físicos. Luego Juan no se debe a sí mismo su
existencia, sino a su padre y a su madre. No obstante, en términos de especie,
Juan, su padre y su madre son lo mismo: son seres humanos. Y en este sentido
Juan en tanto ser humano se debe la existencia a sí mismo. Su existencia no
proviene de un ser específicamente distinto a sí mismo. Pero aquella expresión
también puede confundirnos porque he puesto a Juan como ejemplar medio de la especie
humana; y aunque sea absolutamente correcto hablar de Juan como ejemplar medio
de la especie, no obstante, no podemos
dejar de pensar en alguna persona en particular cuando oímos hablar de Juan. De
manera que para evitar esta posible confusión diremos lo siguiente: el ser
humano se debe a sí mismo su existencia.
Un hombre que vive por
gracia de otro se considera a sí mismo un ser dependiente
En la representación religiosa el ser humano no solo
le debe al otro, a un ser extraño, el mantenimiento de su vida, sino que además
ese otro ha creado su vida, es la fuente de su vida. Se considera así que el
fundamento de la vida humana se encuentra no en el propio ser humano sin en
otro ser que es su creador. Y los seres creados deben alabar y agradecer a su
creador su obra: su vida. Esta continua postración a un ser situado en el más
allá es la servidumbre en la que sitúa la religión al ser humano. Y un siervo,
un ser que debe su vida y las posibilidades de su vida al señor, un ser que
cree que todo lo que ocurre de bueno o de malo en su vida se debe al señor, no
es un ser independiente.
La creación es una
representación difícilmente eliminable de la conciencia del pueblo
La creación es un acto que todo el mundo realiza a
diario. Todo lo que hacemos es un acto de creación. Nada escapa a esa
representación. Y la creación de lo nuevo es, sin duda, lo más admirado en el
quehacer. Los artistas y los científicos pasan por ser los creadores por
excelencia. Así que es difícil creer que el hombre pudo no ser creado por otro
ser. Todos los hechos prácticos atestiguan que todo lo que hay sobre la tierra,
y es obra del ser humano, tuvo su momento original de creación. Parece en
principio que existe contradicción entre un ser que es creado y un ser que es
por sí mismo. Los materialistas dialécticos consideran que el hombre y la
naturaleza son por sí mismo. Pero este ser por sí mismo no contradice que haya
creación, podemos pensar sencillamente que el ser humano es creación del propio
ser humano.
¿Quién te engendró?
¿Quién engendró a Juan? Un hombre y una mujer: Ricardo y Pedro. Pero
¿quién engendró a Pedro? Un hombre y una
mujer: Antonio y Lorena. Pero ¿quién engendró a Lorena? Un hombre y una mujer.
El progreso en esta pregunta es infinito. Pero bajo el punto de vista de la
especie nos movemos en un círculo: el ser humano se mantiene siempre como
sujeto. Pero ante este planteamiento el hombre religioso, en especial su
representante teórico, nos hace el siguiente planteamiento: Acepto el
planteamiento circular, pero en ese planteamiento hay progreso, y yo quiero
acogerme a esa idea de progreso e ir más allá y preguntar: ¿Quién ha engendrado
el primer hombre y la naturaleza en general?
La abstracción del hombre
y de la naturaleza
El teórico del pensamiento religioso nos pregunta
quién engendró el primer hombre y la naturaleza en general. Le diremos en
principio que a esa pregunta no podemos responder porque proviene de un punto
de vista absurdo. Cuando pregunta por la creación del hombre y de la naturaleza
hace abstracción del hombre y de la naturaleza. Los supone como no existentes y
quiere que se lo probemos como existentes. Ninguna ciencia parte de lo no
existente sino de lo existente. Todas las ciencias que estudian el origen de la
vida y de la naturaleza parten de lo existente. Cierto es que las primeras
formas de lo existente son por lo general formas embrionarias o simples. En todo caso se
hablaría del proceso de la evolución, pero no de algo del cual habría que
demostrar su existencia partiendo de la premisa de que no existe. Si el teórico
del pensamiento religioso prescindiera de su abstracción, de suponer que el ser
humano y la naturaleza no existen, prescindiría de su pregunta. Bajo el punto
de vista de la ciencia esa pregunta carece de sentido.
Pero si el teórico del pensamiento religioso quiere
seguir aferrado a su abstracción, entonces le pediremos que sea consecuente. Si
piensa al hombre y a la naturaleza como no existentes, debe pensarse también a
sí mismo como no existente, pues él también es ser humano y naturaleza. No
puede pensar ni puede preguntar, pues desde que pregunta o piensa está
cuestionando su premisa: la no existencia del ser humano y de la naturaleza. Así que su pregunta carece de sentido
racional.
El acto de nacimiento del
ser humano
Pero el teórico del pensamiento religioso sigue
empecinado y nos vuelve a replicar. Nos advierte que no supone la nada de la
naturaleza, que tal vez no se ha expresado como es debido, que lo que solo
indaga es sobre el acto de nacimiento del ser humano. Y aquí viene la respuesta
de Marx: “para el hombre socialista toda la llamada historia universal no es
otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano”. El trabajo es un
proceso entre los seres humanos y la naturaleza. Mediante este proceso los
seres humanos ponen en movimiento sus fuerzas esenciales objetivas para
apropiarse de los materiales de la naturaleza de una forma útil para sus vidas.
Pero al tiempo que cambian la naturaleza se cambian a sí mismos. “Desarrolla
las potencias que dormitan en él y somete el juego de sus fuerzas a su propio
dominio”. (Para profundizar más en esta idea sería conveniente que el lector
estudiara la sección 1 del tomo 1 de El
Capital titulada El proceso de
trabajo).
La esencialidad del ser
humano
La esencia del ser humano no está en un ser extraño
que vive en el más allá y al cual debe su ser y su existencia, la esencia del
ser humano está en la naturaleza. El ser humano es un ser natural y vive de la
naturaleza. La práctica lo evidencia así. El ser humano tal como lo conocemos
en la actualidad es resultado de un largo proceso de evolución, donde en cada
estadio de su desarrollo domina cada vez más las fuerzas de la naturaleza. Así
que no tiene sentido preguntar por un ser extraño que esté por encima del
hombre y la naturaleza y al cual estos dos últimos deben su ser y su
existencia. Ya que si aceptáramos esta idea, entonces deberíamos admitir la no esencialidad del hombre y de la naturaleza.
No otra cosa pretende el teórico del pensamiento religioso: situar la esencia
del hombre y de la naturaleza fuera de ellos mismos.
Ateísmo y socialismo
El ateísmo se presenta como la negación de esta
carencia de esencialidad. Como puede resultar confusa esta afirmación, haremos
una exposición más explícita. La religión supone que el hombre y la naturaleza
carecen de esencialidad. Pues bien, el ateísmo se presenta como negación de la
afirmación de que el hombre y la naturaleza carecen de esencialidad, esto es,
afirma que el hombre y la naturaleza sí tienen esencialidad. Pero el ateísmo
supone la afirmación del hombre por medio de la negación de la religión. Es una
afirmación mediada y, por tanto, no libre y positiva.
El socialismo, por el contrario, comienza con la
conciencia sensible y teórica del ser humano y la naturaleza como esencia. Es
autoconciencia positiva del hombre no mediada por la superación de la religión,
al igual que su realidad positiva ya no está mediada por la superación de la propiedad
privada. Pero a este estadio del desarrollo humano tanto en lo que afecta a la
religión como a la producción de la riqueza no hemos llegado. Podemos imaginar
un estadio del socialismo tan desarrollado que la propiedad privada sobre los
medios de producción haya desaparecido. Todas las generaciones de seres humanos
que nazcan en ese entonces solo conocerán la propiedad pública como forma
absoluta y dominante de la propiedad. La propiedad pública no se les presentará
mediada por la negación de la propiedad privada, por la superación de la
propiedad privada, sino de forma positiva. Igual debemos suponer con respecto
al ser independiente del hombre: un estadio de desarrollo de la civilización
espiritual donde la necesidad de la religión haya desaparecido y, por lo tanto,
el ser humano se presenta de forma positiva como un ser independiente. Pero de
momento, hasta que no llegue ese estadio de desarrollo, el ser independiente se
presenta como una conquista ardua que se logra de forma mediada, como negación
de la religión, como superación del pensamiento enajenado, del pensamiento que
cree que su esencia le viene dada por un ser extraño que es dueño de su vida y
de su destino.
Francisco, sempre dou uma chegada em seu blog; gosto muito. Hoje vi este artigo em Rebelion.org que visito, diariamente.
ResponderEliminarEntão, como gostei muito do texto, tomei a liberdade de enviá-lo para minha página, no face.
Parabéns e um grande abraço de LUZ!
Maria do Rocio - Curitiba/Pr./Brasil
Maria-Estrela Lunar Amarela no face e blog
Me alegra que te gusten mis trabajos, Maria-Estrela.
ResponderEliminarRecibe tú también un fuerte abrazo.
Me encantó tu escrito. Muy bueno! Lo que sí creo es que al negar la existencia de Dios creador, ¿se pone el hombre como creador de sí mismo? Es decir en lugar de Dios. No tienen respuesta para nada. Sólo elucubraciones trasnochadas. Quizás el dios contra el cuál se revelan no sea el Dios verdadero.
ResponderEliminar