Pensemos en las masas sociales como una misma masa
social con distintos ámbitos de manifestación y distintas modalidades del ser.
Pensemos en las masas sociales compuestas por las clases populares, puesto que
son estas masas las que se comportan preferentemente como masas. Pensemos
igualmente en la conciencia social de masa como una misma conciencia con
distintos grados de desarrollo y diversas manifestaciones. Concibamos, por
último, las masas sociales y su
conciencia como unidad. Sólo así
llegaremos a percatarnos de que nos encontramos ante una conciencia dividida y
enajenada.
La izquierda radical de todo el mundo se ha alegrado
de los movimientos que han sobrevenido en Brasil y que han aprovechado la Copa
de Confederaciones para hacerse notar. Aunque el chispazo lo originó la subida
del precio del transporte público, la razón de ser de este movimiento social
como de la mayoría de ellos es básicamente el mismo: mejorar la sociedad en
todos sus aspectos: en sanidad, en educación y en lo que es la base de todo: en
el reparto de la riqueza. Sé que también quiere mejoras democráticas, pero
estas mejoras las quiere como un medio para obtener una mejora en las
condiciones de vida de las clases sociales más desfavorecidas. Sólo en las
clases opulentas y en sus defensores se presentan la democracia y la libertad
de expresión como fines en sí mismos.
Pero mientras las grandes masas sociales gritan en
las calles de Brasil mejoras de vida, en los estadios de fútbol las mismas
masas dejan su energía y su poder en manos de una minoría de futbolistas que
ingresa anualmente cifras astronómicas. Este puñado de futbolistas pertenece a
la clase de los capitalistas monetarios y es uno de los sectores que se ha
visto notablemente favorecido por la globalización. El derecho a la imagen de
estos futbolistas, alimentados por el valor mediático que ostentan, los pone al servicio de las empresas más
capitalistas, tanto en términos de poder económico como en términos de poder
ideológico, que existen en el globo. Así
que las masas sociales tienen una conciencia enajenada y dividida: su amor al
fútbol no les deja ver que este puñado de futbolistas pertenece a las clases
dominantes y es parte del sistema que
los explota y aliena.
Resulta paradójico que Neymar que gana al año 20
millones de euro, el equivalente a lo que percibirían de salario base 4.000
trabajadores brasileños en el mismo periodo, se ponga del lado de los que en la
calle luchan por mejorar las condiciones de vida de las clases más
desfavorecidas. Sabiendo además que con su nuevo contrato con el Barcelona,
sumando los contratos publicitarios, le permitirá triplicar esos ingresos.
Dicho de otro modo: lo que ingresará Neymar al año equivale al trabajo de
12.000 trabajadores brasileños durante el mismo periodo de tiempo. No nos
enajenemos, no miremos para Dilma Rousseff, que solo gana 16.000 dólares al
mes, miremos para los que no siendo básicos ni decisivos en el gobierno del
mundo, los que además de endiosados disfrutan de lo lindo, los que no trabajan
sino juegan, pues el fútbol es un juego, son partes claves en el engranaje de
la enajenación de masas. La religión es un opio, pero en la actualidad el
fútbol es una droga peor aún: adormila, engaña y oculta la esencia del sistema
capitalista.
En los aledaños del partido que Brasil disputó con
México se oyó este slogan: “Brasil, despierta, un profesor vale más que
Neymar”. Pero en realidad no es así. Las masas futbolísticas son capaces de
pagar entradas de hasta 50 euros por ver un partido, comprar una camiseta de
Neymar por 70 euros, y luego quejarse del precio de los libros de sus hijos. La
conciencia de masa es una conciencia dividida y enajenada. Lo exitoso hubiese
sido que nadie hubiera asistido a los estadios de fútbol y que nadie hubiera
visto por televisión los partidos de la copa de confederaciones. Lo exitoso
hubiese sido haber llevado la revolución de la conciencia social a los campos
de fútbol y haber acabado con la infinita injusticia que representan los
ingresos astronómicos que ganan los jugadores de élite.
No se debe perder de vista que el fútbol es uno de
los fenómenos de masas más importantes del mundo y, por consiguiente, uno de
los mejores ámbitos para crear conciencia socialista, que no es otra que una
conciencia que busca básicamente el reparto justo de la riqueza.
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