¿Cuándo una configuración fónica se convierte en
nombre? Cuando dicha configuración fónica se emplea en ausencia del objeto
nombrado. Cuando una configuración fónica solo se emplea en presencia del
objeto nombrado, entonces tal configuración fónica funciona como señal
indicativa y no como nombre. A la relación de la configuración fónica con el
objeto nombrado cuando este está presente la denominaré de indicación, diré que
el objeto nombrado ha sido indicado. Y a la relación de la configuración fónica
con el objeto nombrado cuando este está ausente la denominaré de significación,
diré que el objeto ha sido significado.
Se produjo un
salto cualitativo muy importante en la evolución del homo lingüístico cuando
las configuraciones fónicas empezaron a emplearse sin la presencia de los
objetos nombrados. Este estadio debe ser denominado como la liberación de la
significación respecto de la percepción. La necesidad de usar las
configuraciones fónicas sin la presencia de los objetos nominados debió
producirse en comunidad. Y su uso debía estar motivado por la necesidad de
hacer presente lo que estaba ausente. Y esto suponía una llamada a la
representación. La representación puede ser presentada como la rememoración de
la percepción. Así que el salto de la configuración fónica de su uso como señal
indicativa a su uso como nombre es también el salto de la percepción a la
representación. La función nominativa de las configuraciones fónicas provocó
una gran activación y desarrollo de la representación. Pero esta representación tiene que ser
continuamente renovada y confirmada con la percepción.
En la actualidad gran parte de las palabras que
funcionan como nombres siguen conservando esa doble dimensión o función: siguen
desempeñando su función indicativa cuando entra en juego la percepción, y
desempeñan su función significativa cuando entra en juego la representación. Podríamos
afirmar que es la percepción quien llama a la nominación y que es la nominación
quien llama a la representación. Podríamos también aventurarnos y afirmar que
la significación es la propiedad que tiene la palabra para evocar
representaciones. Mientras que con la percepción el objeto nombrado no puede
liberarse del contexto espacio temporal en el que está situado, con la representación
el objeto nombrado queda liberado de su contexto espacio temporal. Dicho de
otro modo: con la representación liberamos el objeto nombrado de su conexión
referencial con el entorno. Con la representación logramos que la función
significativa de la palabra quede delimitada y adquiera unidireccionalidad.
Si bien con la representación fortalecemos la
función significativa de las palabras, no obstante, la representación se
alimenta de la percepción o se forma a partir de ella. Si la percepción del
objeto nombrado decae durante mucho tiempo, la representación del objeto
nombrado se ira debilitando y empobreciendo en detalles. Y si la representación
se empobrece más allá del mínimo necesario para la identificación del objeto
nombrado, la palabra perderá su poder significativo. Así que la representación
necesita continuamente bañarse en el río de la percepción.
Sin en una comunidad de seres humanos, supongamos
que sea de 20 miembros, se emplea una determinada configuración fónica como
nombre de un individuo, supongamos que sea un impala, las representaciones del
objeto nombrado variaran en intensidad, viveza y detalles de un miembro de la
comunidad a otra. Si bien en la percepción el impala nombrado es un individuo
en concreto, en la representación la individualidad desaparece. Pero como cada
individuo siempre lo es de una especie, la representación fortalece la visión
del individuo como ejemplar medio de la especie. En la percepción la visión es
la del individuo, mientras que en la representación la visión es la del
individuo como ejemplar medio de su especie, esto es, como ser particular. Así
que la afirmación de Lao Tse es cierta en cuanto la existencia de los
individuos como seres particulares empieza a existir para la conciencia
mediante los nombres, pero no es cierta en el sentido de que los seres
particulares es una determinación de la existencia –no existe un individuo que
no pertenezca a una especie o no sea miembro de una familia o de un conjunto de
individuos–.
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