El 12 de mayo del año en curso Rebelión publicó un artículo de Juan Carlos Monedero titulado Las debilidades de la hipótesis populista y
la construcción de un pueblo en marcha, del cual transcribo el siguiente
párrafo: “¿Quién iba a ser el nuevo sujeto del cambio? Podemos nacía de la certeza de que la clase obrera ya no se deja
representar de manera simplista. El 15M juntó a clases medias proletarizadas, a
sectores populares, a precarios y a parados de larga duración, a jóvenes
emigrados, a damnificados del último ERE, a adolescentes enfadados con una
clase política en la que no se veían representados, a yayoflautas convencidos que le estaban robando todo lo construido en
tres décadas. Todos comprometidos por igual por el cambio. Las tesis marxistas
que otorgan a la clase obrera un significado esencialista, como si bastara ser
obrero para tener conciencia revolucionara y marcar la senda de la historia, ya
no tiene fuerza explicativa. Otras realidades han nacido con mucha fuerza –el feminismo,
el ecologismo, el pacifismo, la defensa de la democracia directa, la lucha contra
el capitalismo financiero, el precariado, la economía colaborativa, un nuevo
internacionalismo apegado a la nación, el desarrollo tecnológico como
herramienta esencial de la superación del capitalismo, la defensa de un
individualismo comprometido socialmente o la asunción de las migraciones como
una realidad nueva que no puede soslayarse-“.
En todo lo dicho por Monedero no hay conceptos, solo
ideas sueltas, expresión de hechos solapados. Los teóricos de Podemos son muy pobres conceptualmente y
no dicen nada nuevo. Su única verdad es la causa que defienden. Y eso es
insuficiente. Ya advertí que el pseudoconcepto casta terminaría por desaparecer de la escena política y así ha
sido. Nos anunciaron que iban a representar una nueva democracia, pero todo ha
quedado en intenciones. Votar si se está de acuerdo con la alianza electoral
entre Podemos e IU, no es en términos democráticos nada nuevo ni revolucionario.
Lo único nuevo es que las votaciones se hacen por la red, lo que hace de esa
votación un hecho poco social. Es simplemente votar sí o no. No existe la
democracia directa en los grandes asuntos del Estado. Y no es posible la
democracia directa. La democracia directa solo sería posible en Estados cuya
población no fuera superior a diez mil ciudadanos. Y esos Estados no existen. La
democracia interna de Podemos es una democracia delegada como lo es en el resto
de los partidos. Y lo que prometen son reformas y no una revolución. Tampoco estamos en una segunda transición. No
existe ningún proceso constituyente. No llegará un nuevo mundo. En política
querer no es poder. Al contrario: en política el querer depende del poder. Y el
poder en los Estado modernos es muy complejo, una realidad que no solo abarca
al Estado sino también y más especialmente a la economía. Venezuela es el
ejemplo del desastre del populismo; y Grecia es el ejemplo de que no debe
prometerse lo que no puede hacerse. Todos los movimientos sociales, reformistas
o revolucionarios, al principio parecen llegar muy lejos, pero al final se
quedan muy cortos. Y eso ha pasado con Podemos.
No nos dejemos llevar de las ilusiones. Seamos marxistas, esto es, seamos
cuanto menos materialistas.
La afirmación de Monedero de que “Las tesis
marxistas que otorgan a la clase obrera un significado esencialista, como si
bastara ser obrero para tener conciencia revolucionara y marcar la senda de la
historia, ya no tiene fuerza explicativa”, está basada en teorías “marxistas”
marginales y no en la práctica. Y en la práctica es donde hay que buscar la
verdad. La experiencia del siglo XX nos dice que hubo dos grandes revoluciones
socialistas: la revolución soviética y la revolución china. Y en ambas la clase
obrera representaba una parte ínfima de dichas revoluciones: no llegaba al 8
por ciento. De ahí que bajo el punto de vista de la práctica afirmar que las
tesis marxistas otorgaban a la clase
obrera un significado esencialista es una falsedad. Quien haya leído la Nueva
Economía Política de Lenin sabrá que el líder bolchevique ante la situación
imposible de la economía socialista soviética proponía en 1921 la economía
mercantil, el desarrollo del capitalismo privado y el capitalismo de Estado. Y
quien haya seguido los cambios producidos en China desde 1978 sabrá que no es
más que la realización de la Nueva Economía Política de Lenin. De manera que lo
que supone Monederos como tesis marxista bajo el punto de vista de la práctica
no es verdad. Lo que hace Monedero en este caso es puro teoricismo, esto es,
tomar las teorías de ciertos “marxistas” como verdad en vez de buscar la verdad
en la práctica.
Monedero opone la clase trabajadora a los siguientes
grupos sociales: “clases medias proletarizadas, sectores populares, precarios y
a parados de larga duración, jóvenes emigrados, damnificados del último ERE, adolescentes
enfadados con una clase política en la que no se veían representados, yayoflautas”. Pregunta: ¿A qué clase
social pertenecen las clases medias proletarizadas, los sectores populares, los
parados, los jóvenes emigrados, los damnificados de los ERES y los
pensionistas? La respuesta es clara: a la clase trabajadora. Esa oposición es
falsa. Es una conceptualización teórica alejada del más mínimo rigor. Si
hubiera expuesto cuáles son los nuevos rasgos de la clase trabajadora actual en
oposición a la clase trabajadora del siglo XIX y principios del siglo XX,
hubiera dicho algo nuevo y con sentido teórico. Pero su afirmación son puros
actos de nominación con la intención aparente de estar presentando una realidad
nueva.
No hay en las palabras de Monedero seriedad, ni
rigor conceptual, ni ideología renovadora. Es la expresión de la bancarrota
teórica del populismo. Y el populismo es una de las maneras no de resucitar a
Marx, como algunos ilusos mantienen, sino de enterrarlo y olvidarlo como un
mueble viejo e inservible. Y en el mejor de los casos de tergiversarlo y
volverlo irreconocible. Ya lo hizo la socialdemocracia en 1918. Y ahora lo hace
el populismo de una manera superficial y vulgar.
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