He seguido leyendo a duras penas La guía para leer El Capital de David
Harvey. Me produce desazón y me preocupa que haya personas que lean esta obra
como guía para leer El Capital. La
impresión que me da es como si Harvey hubiera troceado toda la sección de El Capital dedicada al carácter
fetichista de la mercancía y la hubiera lanzado al aíre, y después recogiera
unos determinados trozos y los uniera bajo la más libre arbitrariedad. ¡Qué
desorden! Las teorías se componen de juicios. Los juicios están encadenados en
razonamientos de los que se extraen conclusiones lógicas. A nadie se le
ocurriría exponer una teoría matemática o física saltándose o eliminando juicios
de los razonamientos o saltando directamente a las conclusiones. El encadenamiento
de los juicios no puede ser roto; porque si no, sería imposible obtener
conclusiones lógicas. Pues bien, esto es lo que hace David Harvey con El Capital: en términos lógico teóricos
lo destruye. Y así confunde y entremezcla los conceptos de manera que no hay
manera de entenderlos. Confunde la ocultación con el fetichismo y el valor con
las formas del valor. No quiero entrar en el detalle de todos sus errores para
no aburrir al lector. Expondré primero lo esencial del razonamiento de Marx
acerca del carácter fetichista de la mercancía. Y después expondré lo que
entiende David Harvey por fetichismo y lo someteré a crítica. Gran parte de lo
que voy a exponer no aparece en el texto de Harvey.
Cuando se estudia El Capital se atraviesa distintas etapas teóricas. Primero hay que
estudiar la transformación de la mercancía en dinero, y después, la
transformación del dinero en capital. Estas son las dos primeras etapas del
conocimiento contenidas en El Capital.
Es un error introducir conceptos y determinaciones de la segunda etapa en la
primera. No podemos pretender ver en la primera etapa aspectos que solo pueden
verse en la segunda etapa. Tampoco debemos pretender que con uno solo concepto,
como puede ser el carácter fetichista de la mercancía, entender la totalidad de
la naturaleza de la mercancía. Todo concepto tiene sus limitaciones. Ir más
allá de los límites de cada concepto es un error teórico grave. Si queremos
llegar más lejos en la comprensión del objeto de estudio necesitamos de otros
conceptos. Cada cosa a su tiempo. Estas consideraciones lógico teóricas no las
tiene en cuenta Harvey, provocando que su exposición no sea ordenada sino
tortuosa.
Después de haber expuesto la transformación de la
mercancía en dinero –advirtiendo que aquí hablamos del dinero-oro, esto es, del
dinero que todavía es un valor de uso– Marx pasa a exponer el carácter
fetichista de la mercancía. Les recuerdo que la mercancía es una unidad doble:
valor de uso y valor. Marx nos dice que en principio la mercancía parece un
objeto trivial, pero de su análisis resulta que es una cosa muy complicada,
llena de sutilizas metafísicas y de caprichos teológicos. Y cuando algo es
complicado y muy complejo, se nos presenta inevitablemente como algo misterioso
y enigmático. Lo que hace a continuación
Marx es decirnos primero dónde no está el misterio de la mercancía.
Pero antes de entrar en esta materia aclaremos la
diferencia entre valor y forma de valor. El lector me lo agradecerá.
Comprenderá mejor lo que sigue. Cuando un agricultor produce trigo, debemos
distinguir dos cosas: por un lado, realiza una actividad productiva conforme a
un fin, y por otro lado, gasta una determinada cantidad de fuerza de trabajo en
producir, por ejemplo, 2 kilos de trigos. En tanto actividad productiva el
agricultor produce valor de uso, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo el
agricultor produce valor. El gasto de la fuerza de trabajo se mide por la
duración del trabajo. De manera que diremos que para producir 2 kilos de trigo
el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio. Pero cuando miramos los 2
kilos de trigo, y por muchas vueltas que le demos, no tenemos manera de hallar
las dos horas de trabajo contenidas en los 2 kilos de trigo. Dicho de otro
modo: bajo el punto de vista sensible es imposible percibir el valor de los dos
kilos de trigo. Al valor considerado así se le llama el valor en su forma
natural. A esta forma de existir el valor en la mercancía aislada Marx la
califica de “objetividad espectral”. Lo único que quiere indicar Marx con esta
expresión es el carácter imperceptible del valor en su forma natural.
La situación cambia cuando en vez de considerar a la
mercancía aislada consideramos la relación de una mercancía con otra.
Supongamos que se establece una relación de intercambio entre 2 kilos de trigo
y 1 metro de tela. Dice Marx que una mercancía por sí misma no puede expresar
el valor que tiene. Así que el trigo para expresar su valor necesita de la
tela. Y en esta relación el trigo se encontrará en la forma relativa de valor,
porque es la mercancía que expresa su valor, y la tela estará en forma de
equivalente, porque es la mercancía que sirve de material de expresión del
valor del trigo. Si preguntáramos ¿cuál es el valor de 2 kilos de trigo? Responderíamos:
1 metro de tela. Lo que nos dice Marx es que 1 metro de tela es la forma del
valor de 2 kilos de trigo. Así que, concluyendo, una cosa es el valor en su
forma natural, el valor existiendo en la mercancía aislada y que no es
perceptible, y otra cosa es la forma del valor, el valor existiendo en la
relación de cambio entre dos mercancías, donde la mercancía que desempeña el
papel de equivalente, en nuestro caso 1 metro de tela, existe como forma del
valor de los 2 kilos de trigo. El estudio de las formas del valor merece un
estudio muy concienzudo, muy riguroso y muy reflexivo. Aconsejo al lector que
lea mi trabajo La transformación de la
mercancía en dinero, para que tome nota de toda su complejidad y
trascendencia. Sin embargo, en un gesto ofensivo hacia la calidad teórica de El Capital, Harvey afirma que el estilo
seguido por Marx en esa sección es “aburridamente contable”. ¡Qué le vamos a
hacer! Es propio de mucha gente achacar al otro sus propias limitaciones. Y
Harvey tiene importantes limitaciones teóricas.
Pasemos ahora a explicar dónde según Marx no está el
misterio de la forma mercantil.
Una. El misterio de la mercancía no puede provenir
del valor de uso, ya se le mire, por una parte, como una cosa que por sus
propiedades satisface necesidades humanas, o por otra parte, como un producto
del trabajo útil o de la actividad conforme a un fin. Aquí no hay oscuridad ni
misterio. Todo está a la luz.
Segunda. Nos advierte Marx que tampoco el misterio
está en las determinaciones del valor. El valor tiene tres determinaciones
fundamentales: su sustancia, su magnitud y su forma social. Hablemos de su sustancia: por muy
diferentes que sean las actividades productivas o trabajos útiles, es una
verdad fisiológica que son funciones del organismo humano, esto es, gasto de
cerebro, músculos,... En tanto valores las mercancías son gasto de fuerza de
trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto. Esta determinación es
la que hace iguales a todas las mercancías. Es obvio igualmente que esta
determinación no tiene nada de misteriosa ni enigmática. Hablemos de la magnitud del valor: Nos dice Marx que salta a la
vista la diferencia que hay entre la cantidad de trabajo y la calidad del
trabajo. Y añade que en todas las situaciones tuvo que interesarle a los
hombres saber cuánto tiempo empleaba en producir sus medios de subsistencia.
Luego en la magnitud de valor tampoco hay misterio. Hablemos, por último, de su forma social: dice Marx “en cuanto los
hombres trabajan de alguna manera los unos para los otros, su trabajo recibe
también una forma social”. En el esclavismo los esclavos trabajaban para los
esclavistas, en el feudalismo los siervos trabajaban para los señores feudales,
en el capitalismo la clase obrera trabaja para los capitalistas, y en el
socialismo de Estado la clase obrera trabajaba para el Estado. Así que la forma
social del trabajo tampoco genera ninguna clase de misterio y enigma.
Llegados a este punto Marx se pregunta: “¿De dónde
nace, pues, el carácter enigmático del producto del trabajo en cuanto adopta la
forma de mercancía?” Y responde: “Evidentemente de esa misma forma”. Ya tenemos
entonces la respuesta: el carácter misterioso y enigmático del producto del
trabajo proviene de su forma mercantil. Luego la clave está en comprender bien
la naturaleza de esa forma para comprender por qué la mercancía tiene un
carácter fetichista. Toda esta exposición pormenorizada que he realizado, y que
no es nada extensa, no figura en el texto de David Harvey. Y, por rigor, no me
he saltado ningún paso. Vale más decir poco pero claro que mucho pero turbio. Expongamos
primero en qué consiste el enigma de la forma mercantil según Marx: “La igualdad
de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de
valor de los productos del trabajo, la medida del gasto de fuerza de trabajo
humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los
productos del trabajo, las relaciones de los productores en la que actúan esas
determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación
social de los productos del trabajo”. No se me atragante el lector que ahora
pasaré a explicar todo esto.
El señor A de la comunidad A produce trigo, y el
señor B de la comunidad B produce telas. Desde hace décadas vienen
intercambiando sus productos del trabajo de forma regular. Los sucesivos
intercambios han establecido la siguiente relación de cambio: 2 kilo de trigos
se cambian por 1 metro de tela, o 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. El
trabajo del agricultor es un trabajo útil cualitativamente diferente del
trabajo del tejedor, pero como gasto de fuerza de trabajo humano son iguales.
En un caso se gasta fuerza de trabajo humano en forma de agricultura y en el
otro caso se gasta en forma de tejeduría. Esta diferencia se objetiva en las
mercancías del siguiente modo: como valores de uso el trigo y la tela son
cualitativamente diferentes y como valores son iguales. Debemos suponer también
que el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio en producir 2 kilos de
trigo, y que el tejedor empleó igualmente 2 horas de trabajo social medio en
producir 1 metro de tela. Y aunque el tejedor haya empleado 3 horas de trabajo,
sus 3 horas de trabajo individual representan 2 horas de trabajo social medio.
Ya que hemos supuesto que las condiciones medias de productividad en esta rama
del trabajo se expresan en que por cada metro de tela producida se emplean 2
horas de trabajo social medio. Prefiero emplear la expresión “trabajo social
medio” que la tan socorrida expresión de “trabajo socialmente necesario”.
Ahora preguntemos por las palabras de Marx a las cuáles prometí darles una explicación.
Primero: ¿Qué significa que “la igualdad de los trabajos humanos recibe la
forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo”?
Pues eso: que la igualdad entre el trabajo humano del agricultor y el trabajo
humano del tejedor se expresa –o recibe
la forma– en la igualdad de sus productos: el trigo y la tela en tanto valores,
en tanto representan gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la
forma de su gasto, son iguales. Segundo: ¿Qué significa que “la medida del gasto de fuerza de trabajo
humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los
productos del trabajo”? Lo siguiente: que las 2 horas de trabajo social medio
que costó producir los 2 kilos de trigo se expresa –o recibe la forma– en 1
metro de tela. Y tercero: ¿Qué significa “que las relaciones de los productores
en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma
de una relación social de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que la
relación socio-económica entre el agricultor y el tejedor se expresa –o recibe
la forma –en la relación social de los 2 kilos de trigo con 1 metro de tela. En
suma, en el mundo mercantil nada se dice directamente de los trabajos y de los
trabajadores: todo se dice por medio de los productos del trabajo.
Llegados a este punto y esperando que el lector haya
entendido mis explicaciones, Marx concluye: “Lo misterioso de la forma de
mercancía consiste, pues, en el hecho de que les refleja a los hombres los
caracteres sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los
productos del trabajo, como propiedades naturales sociales de estas cosas, y,
por tanto, también refleja la relación
social de los productores con el trabajo total como una relación social de
objetos, existente fuera de ellos”. Creo que en mis palabras anteriores queda
claro lo que concluye Marx. Los caracteres sociales del trabajo del agricultor y del tejedor en tanto
gasto de fuerza de trabajo social medio se les refleja a ellos como caracteres
sociales de sus productos, como caracteres sociales de los 2 kilos de trigo y
el metro de tela. Y la relación social de los productores con el trabajo total,
esto es, con el trabajo de todas las ramas de producción, se refleja como la
relación social de todas las mercancías entre sí. ¿Y cuáles son los caracteres
sociales del trabajo humano abstracto, esto es, del gasto de fuerza de trabajo
humano sin tener en cuenta la forma de
su gasto, del agricultor y del tejedor? Lo dijimos antes: uno, que en tanto
valores son iguales, dos, que en su producción han gastado una determinada
cantidad de trabajo social medido por su duración, y tres, que cada uno de
ellos satisface la necesidad del otro o que cada trabajo se ha confirmado como
eslabón necesario en la división social del trabajo. Creo que con lo dicho
hasta aquí basta.
Hablemos ahora de cómo interpreta David Harvey el
fetichismo. En la página 46 de su texto, Harvey explica el fetichismo de las
mercancías en los siguientes términos: “Si alguien va a un supermercado y
quiere comprar allí una lechuga, tiene que disponer de cierta cantidad de
dinero. La relación material entre el dinero y la lechuga expresa una relación
social porque el precio –el cuánto– está socialmente determinado, y el precio
es una representación monetaria del valor. Oculto en el seno de ese intercambio
en el mercado entre cosas existe una relación entre el consumidor y los
productores directos que trabajaron para producir esa lechuga. Pero el
trabajador no solo no tiene por qué
saber nada del trabajo o los
trabajadores que introdujeron valor en la lechuga; en sistemas muy complicados
de intercambios es imposible saber nada sobre el trabajo o los trabajadores, y
por eso el fetichismo es inevitable en el mercado mundial. El resultado final
es que nuestra relación social con las actividades laborales de otros queda
oculta bajo las relaciones entre cosas”.
La esencia de la explicación de David Harvey sobre
qué es el fetichismo de las mercancías es la siguiente: la relación entre cosas
en el mercado, entre mercancía y dinero, oculta la relación entre productores y
consumidores, resultando que los segundos no saben nada de los primeros. ¿De
dónde extrae Harvey esta explicación? De El
Capital puedo asegurarles que no. ¿De dónde la extrae entonces? De sus
propias conjeturas. ¿Tiene sentido lo que afirma? Pues no. El en proceso de
intercambio, en el mercado, las personas figuran unas frente a otras como
representantes de mercancías, esto es, como compradores y como vendedores.
Estos son los dos únicos papeles que se desempeñan en el mercado: vendedor y
comprador. De hecho el capitalista en el mercado también es un comprador y un
vendedor, el hecho de que sea capitalista no le hace desempeñar un papel
distinto a los que rigen en el mercado, que vuelvo y repito son el de comprador
y el de vendedor. El dinero como capital se diferencia del dinero como medio de
compra por las mercancías que se compran con él: medios de producción y fuerza
de trabajo. El dinero como capital no se diferencia del dinero como medio de
compra porque su propietario desempeñe un papel distinto a los que rigen en el
mercado. Quien va con dinero al mercado desempeña el papel de comprador,
mientras que quien va con mercancía desempeña el papel de vendedor. –No hablamos
ni tenemos en cuenta en esta etapa del conocimiento el capital productor de
interés Advertí que es un error incluir en una etapa del conocimiento aspectos
que pertenecen a una etapa de conocimiento posterior–.
Seguimos. Una vez que el comprador se hace con la
mercancía que necesita, por ejemplo, la lechuga, abandona la esfera de la
circulación e ingresa en la esfera del consumo. La lechuga en el mercado
funciona en calidad de valor, mientras que en el consumo funciona en calidad de
valor de uso. En el mercado la lechuga se realiza como valor, mientras que en
el consumo se realiza como valor de uso. Así que no tiene sentido alguno
afirmar que la esfera de la circulación oculta la esfera del consumo. La esfera
del consumo está tan a la vista como la esfera de la circulación. Veamos ahora
el otro lado de la relación económica. El agricultor una vez ha recolectado las
lechugas abandona la esfera de la producción e ingresa en la esfera del
mercado. Y en el mercado no figura como productor sino como vendedor. Así que
tampoco tiene sentido decir que la esfera de la circulación oculta la esfera de
la producción. La esfera de la producción está tan a la vista como la esfera de
la circulación. Así que es un acto mental caprichoso y arbitrario de Harvey
afirmar que en el intercambio se ocultan las relaciones entre los productores y
los consumidores, cuando lo cierto es
que la relación entre producción y consumo está mediada por el mercado. Y
mediación no es lo mismo que ocultación. Además no solo es que la producción,
el intercambio y el consumo se diferencien espacialmente, sino también
temporalmente. Primero viene la producción, después el intercambio, y por
último, el consumo.
Podría entrar aún en más detalles, pero no quiero cansar al lector. Creo haber
demostrado que la lectura de Harvey sobre la sección de El Capital titulada el
carácter fetichista de la mercancía y su secreto carece de rigor conceptual
e interpreta de forma errónea la esencia de ese concepto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario