La alienación, entendida como la pérdida de visión
de la importancia fundamental de las relaciones y diferencias esenciales a
favor de las relaciones aparentes, alcanza a todos los planos de la vida, a
todas las formas de la práctica social y a todas las clases sociales. Nada
escapa al comportamiento alienado. La globalización que ha hecho del mercado
capitalista el mecanismo económico que lo determina todo y ha convertido el
dinero en la potencia absoluta que lo media todo es la causa última de la
alienación. Ha creado una ideología donde los bienes públicos y colectivos se
han convertido en un simple medio para el acrecentamiento sin límites de los
intereses individuales. Cuando la psicología actual estudia al individuo y quiere
liberarlo de su ansiedad, tristeza y soledad, solo le proporciona remedios
centrados en el individuo, no le propone ninguna meta social, ninguna tarea
donde el beneficiario sea la sociedad. La concepción de que lo público no es de
nadie es una idea que se ha ido afianzando de manera perniciosa en la mente de
las nuevas generaciones. De manera que se genera la idea de que en los espacios
públicos todo el mundo puede hacer lo que quiera. No se genera la idea de que
los espacios públicos deben cuidarse del mismo modo que cuidamos los espacios
privados. También se hace necesario señalar que bajo el punto de vista global asistimos
a una degradación del ser humano como nunca había acontecido. Y la ideología,
entendida como una concepción profunda del mundo, ha dejado de tener un papel
destacado en la vida social.
Cuando un hecho ocurre de forma minoritaria, su
carácter alienador cobra poca importancia y genera pocos perjuicios sociales,
pero cuando alcanza a las mayorías sociales su carácter alienador se torna
peligroso. Internet y las llamadas redes sociales han transformado todo en un
fenómeno de masas. En todo se quiere ver un negocio, en todo se quiere generar
plusvalor, y en todo mete su baza la engañosa publicidad. La publicidad nos
está conformando ideológicamente y se adueña de todos los valores nuevos que se
han vuelto ideología de masas. Los conceptos fundamentales de la ontología son
la existencia, el ser y la esencia. Mi tesis es que la alienación de las
diferencias esenciales entre las personas y los animales ha llevado a que la
existencia animal sobrepuje y aliene al
ser y a la esencia humanas.
Hablemos de las mascotas, en especial de los perros
urbanos. En los últimos veinte años este mundo ha cambiado de forma radical.
Antes los perros vivían fuera de las casas o en las azoteas, hoy día se han
convertido en un miembro más de la familia. Antes los perros comían las sobras
de los alimentos, hoy día se alimentan de productos especializados. El tiempo
que dedican sus dueños a pasearlos, a limpiarlos, a llevarlos al veterinario y
a cortarles el pelo debe sumarse a la inversión social empleada en el mundo de
las mascotas. Los perros han sido humanizados por sus dueños. Y como en todo lo
que acece en la actualidad, la forma de capital ha entrado de forma voraz en
este mundo. El sector de las mascotas en España factura más de dos mil millones
de euros anuales. Las grandes multinacionales ya se disputan este mercado en
alza. De hecho en la publicidad no específicamente canina, los perros ya
aparecen como un protagonista más al lado de las personas. Se han vuelto un
atractivo, en algo que llama el interés y despierta la sensibilidad, en algo
que mejora las ventas. El extremo de la
enajenación ontológica se manifiesta en muchos hechos. Yo pondré solo dos
ejemplos. Primer hecho: Han surgido los perros turistas. Hay hoteles
especializados en mascotas que les proporcionan camas de terciopelo, colchón de
piel ergonómico, mantas, comederos y pelotitas. Y en el ámbito de su
alimentación le ofertan crema de pollo y verdura, pescados, frutos rojos y carpacho
de pavo. Segundo hecho: hay una psicología social tan individualista que para
las personas que viven solas, además de aconsejarles puras metas
individualistas, les aconsejan que se hagan con una mascota, no que adopten o
apadrinen un niño. Ya hay más hogares
con mascotas que con bebé, un 40 % frente a un 11 %. Se enajena las condiciones
de existencia humanas a favor de las condiciones de existencia animales.
Demos un giro. Veamos otra realidad: la pobreza.
Según informaciones acreditadas el número de pobres en el mundo alcanza a más
de 700 millones de “seres humanos”. Según Unicef y el Grupo del Banco Mundial
casi 385 millones de niños viven en situación de pobreza extrema. Les
transcribo a continuación algo que extraje de internet: “El gran número de
niños en situación de pobreza pone de manifiesto la necesidad real de invertir
específicamente en los primeros años: en servicios como atención prenatal para
madres embarazadas, programas para el desarrollo en la primera infancia,
escolarización de calidad, agua limpia, saneamiento adecuado y atención médica
universal”, sostenía Ana Revenga, directora superior del Departamento de
Prácticas Mundiales de Reducción de la Pobreza y promoción de la equidad del
Grupo Banco Mundial. “La única forma de romper el ciclo de pobreza
intergeneracional que está tan extendido en la actualidad es mejorar esos
servicios y garantizar que los niños de hoy puedan tener acceso a oportunidades
laborales de calidad cuando les llegue el momento”. Otro dato extraído de
internet: Según Consuelo Crespo, presidenta de Unicef España, 19.000 niños
mueren al día por causas evitables, un tercio de ellos (6.400) por hambre.
Paso ahora a la reflexión filosófica. Las
condiciones de existencia de las mascotas en los países ricos se han humanizado
hasta el punto de que parecen los hijos de sus dueños. Pero por mucho que se
humanicen las condiciones de existencia de las mascotas, su esencia y su ser
seguirán siendo animales. Mientras que las condiciones de existencia de los
pobres del mundo se han deshumanizado hasta extremos que destruyen el corazón
de cualquier persona que quiera percibir en toda su crudeza esa realidad. Y
aunque las condiciones de existencia de las persona pobres se han deshumanizado
hasta extremos inadmisibles, el ser y la esencia de esas personas siguen siendo
humanas. Llamo alienación ontológica a aquella alienación donde las condiciones
de existencia de las mascotas sobrepujan y alienan las condiciones de
existencia inhumanas de las grandes masas pobres de la población. Llamo alienación
ontológica a aquella alienación donde las condiciones de existencia de las
mascotas están por encima del ser y de la esencia humanas. Ontológicamente los
animales nunca deberían ponerse al mismo nivel que las personas, aunque muchas
familias propietarias de mascotas lo hacen y pretenden que toda la sociedad lo
secunde.
Si considerábamos las cosas aisladamente, por
ejemplo, una señora mayor que pasea a su pequeño perro, las cosas carecen de
importancia, pero si la considerábamos en su conjunto, un negocio que en España
alcanza los 2.000 millones de euros, el mundo de las mascotas debe preocuparnos
seriamente. Pues, como dije unas líneas más arriba, estamos construyendo un
mundo donde las condiciones de existencia animal sobrepujan a las condiciones
de existencia humana. Afirmé anteriormente que los dueños hacen de sus mascotas
un miembro más de la familia: humanizan sus condiciones de existencia. Pero lo
grave es que pretenden que esa humanización alcance también a la vida pública.
Estamos construyendo un mundo donde nada escapa al comportamiento alienado. El
comportamiento alienado se produce porque el interés social no está presente de
forma fundamental y decisiva en la conciencia de los ciudadanos. Y debemos
rebelarnos contra este estado de cosas.
Otro hecho que se ha producido en la relación con los perros (por lo menos en Argentina) es que ya no se recurre al perro "gratis" o "de la calle" o "perrro marca perro". Ahora se compran perros de raza.
ResponderEliminarViéndolo desde el punto de vista positivo, por lo menos no hemos llegado a vender niños :-)
Querido Francisco:
ResponderEliminarLlevo unos días con intención de dar respuesta a tu correo pero el exceso de trabajo me impide dedicarte el tiempo que te mereces. Lo hago ahora.
Estos días he seguido reflexionando sobre el último correo que nos mandaste, el relativo al anuncio sobre alimentos para perros. (ADVANCE Sensitive es una gama de alimentos de alta calidad que incorpora los últimos avances en nutrición para favorecer que tu mascota goce de una excelente salud durante toda su vida…)
Y la reflexión la he llevado al plano personal.
Si en lugar de mandarme tú el anuncio de la publicidad, lo hubiera hecho esa empresa, dejándome bajo la puerta de mi casa el folleto correspondiente, y, lo más importante, sin leer y estudiar tu artículo sobre "La alienación ontológica", seguro que habría tirado dicho folleto a la basura, sin más, y no le habría dado importancia al contenido del mismo. No se habría alterado mi sentir ni movido mi pensar. No habría reaccionado mi sensibilidad ante el hecho de que las condiciones de existencia de las mascotas tienen mayor grado de satisfacción que la de muchos seres humanos repletos de necesidades insatisfechas. Mi sensibilidad debe reaccionar frente a estos hechos.
Tampoco mi pensar se hubiera movido. No habría sabido ver, en este caso particular, un excelente ejemplo de los conceptos de las condiciones de existencia, ser y esencia y no habría sabido relacionarlos entre sí y descubrir la enajenación ontológica que pone de manifiesto el contenido de dicho anuncio.
Generalizo este hecho concreto y concluyo que aún tengo mucho que mejorar en mi sentir y en mi pensar. Las cosas que suceden, o se manifiestan, en la vida no me pueden resultar ajenas, indiferentes para mi sentir. También considerar que si mi pensar no logra ver y descubrir en los detalles, en los matices, en las manifestaciones que se me presentan en la vida práctica y cotidiana, los conceptos, las ideas, las teorías que estudio en los libros de los grandes pensadores, perderán, entonces, todas sus utilidades que me permiten interpretar de forma adecuada el mundo y, menos aún, transformarlo.
Debo, pues, alimentar más y mejor mi pensar y mi sentir. Sé que no debo separar ambos aspectos porque están unidos en estrecha relación. Suelo decir (no sé si es correcto) que solamente se ama aquello que se conoce y cuanto más se conoce, más se ama y eso hace, a su vez, aumentar la fuerza motriz que te impulsa a profundizar en el conocimiento de un objeto o hecho.
De nuevo, gracias Francisco, por la ayuda que me proporcionas.
Ramón Galán.