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martes, 13 de agosto de 2019

La armonía


Por armonía debemos entender la proporción y la correspondencia entre las partes de un todo. Para la armonía es necesario primero el concepto de totalidad. Y la totalidad es tal totalidad si hay unidad entre sus partes constitutivas. Dicha unidad debe ser preferentemente de carácter funcional. Luego debemos considerar las partes de la totalidad como interdependientes. La unidad de la totalidad queda rota desde que falta una de las partes funcionales del todo. Luego las partes de un todo se necesitan unas a otras.


Cuando hablamos de la proporción entre las partes de un todo hablamos de las partes principales. Ninguna parte puede ser exageradamente grande o pequeña respecto a otra parte. Algún avispado dirá que esto de la proporcionalidad es subjetivo, como si con ello se estuviera afirmando algo que cuestionara la esencia de la proporcionalidad. Las obras de arte son productos de los seres humanos, más especialmente productos de la espiritualidad humana. Luego cuando hablamos de la proporcionalidad como un aspecto que concurre en las partes que constituyen un todo, estamos hablando de una objetivación de la espiritualidad humana. Es cierto que en las acciones de la  espiritualidad humana puede haber arbitrariedad y contingencia, pero también puede haber razón y necesidad. Inclinémonos entonces por la razón –geométrica y matemática– y la necesidad cuando pretendamos establecer la proporcionalidad entre las partes de un todo.

Hablemos, por último, de la correspondencia. La correspondencia debe referirse a la calidad estética y fuerza de expresión medias de las partes de un todo. Ninguna parte puede sobresalir en calidad estética y fuerza expresiva respecto al resto de las partes. Por otro lado, la correspondencia debe hacer referencia a los opuestos presentes en toda obra de arte. Pensemos en una catedral o en una pintura en lo que afecta a la correlación entre luz y oscuridad.  Debe haber entre ellas correspondencia. Todo no puede ser luz ni todo puede ser oscuridad. Y donde hay luz o donde llega la luz crea graduaciones de luminosidad a su alrededor. Luego entre los extremos que se corresponden hay transición.


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