Llamaremos inteligencia, en principio, a aquella cualidad de la mente que una persona poniendo en marcha todas o una parte de las funciones psicológicas superiores le permite analizar y solucionar problemas. Todas las personas son más o menos inteligentes. Cuando de una persona decimos que es inteligente estamos en realidad diciendo que es especialmente inteligente. Para medir la inteligencia de una persona solo podemos hacerlo en aquella área donde la persona en cuestión tiene la competencia adecuada y tiene un mínimo de conocimientos prácticos y teóricos. Ninguna persona es inteligente de forma absoluta. Habrá áreas, en aquellas donde menos conocimientos tiene, donde la persona en cuestión en vez de mostrarse inteligente se muestra torpe.
Funciones psicológicas
superiores
La mente o actividad cerebral de una persona está constituida
por las siguientes funciones psicológicas superiores principales: sensación y
percepción, representación, atención y memoria, y pensamiento y lenguaje. Así
que el grado de inteligencia estará determinado en principio por el grado de
desarrollo de dichas funciones psicológicas superiores y siempre sobre una
materia o área de saber determinada. Proporcionaré a continuación definiciones
básicas de esas funciones psicológicas superiores. Siempre advirtiendo que
cuando las personas emplean su mente lo hacen poniendo en juego de forma
mancomunada todas o una parte de sus funciones psicológicas superiores. Dichas
funciones psicológicas superiores están interrelacionadas y entre ellas se
producen mediaciones que después explicaré.
Sensación y percepción
La sensación es el reflejo de aspectos aislados de
la realidad o de los objetos que constituyen la realidad: un sonido, un color,
una textura. Por percepción entenderemos el reflejo de los objetos como
totalidad. Mientras que en la sensación consideramos cada órgano de los
sentidos por separado, en la percepción suponemos la participación mancomunada
de todos los sentidos. Una manzana, por ejemplo, la conocemos por su color, por
su textura y por su sabor. Aquí participan tres órganos de los sentidos: la vista,
el tacto y el gusto. Un automóvil lo conocemos por su figura, por sus
componentes externos y por su sonido. Así que el conocimiento como totalidades
de los objetos lo realizamos por medio de la percepción y siempre supone la
participación mancomunada de todos o una parte de los órganos de los sentidos.
También podemos afirmar que la percepción se constituye con sensaciones.
Atención y memoria
Para realizar una determinada acción o conjunto de
acciones secuenciadas es necesario seleccionar la información pertinente y
mantener un control permanente sobre dicho conjunto de acciones. A esto
llamaremos atención. A cualquier persona siempre le llega una caudal enorme de
información del exterior y puede distraerse con un estímulo totalmente
secundario respecto a la tarea a realizar. Una persona puede ser muy atenta
porque selecciona de forma óptima la información necesaria para realizar una
secuencia de acciones, pero puede ser despistada en el control permanente de
esas acciones secuenciadas y cometer errores. Por memoria debemos entender la
huella que deja en nuestra mente las experiencias que vivimos, la retención de
las mismas y la activación de la información que proporciona esas huellas para
realizar acciones en el futuro. Hay dos clases de problemas que se le plantean
al sujeto respecto a la memoria: su dificultad para retener las experiencias
que vive y su dificultad para activar la memoria sobre esas experiencias
pasadas y ponerla en juego en la experiencia presente.
Memoria y fuerzas de la
subjetividad
Hay veces que solemos decir de algunas personas que
tienen mala memoria. Pero eso no se debe exclusivamente a esa función
psicológica superior que llamamos memoria y retención, sino que cuando esa
persona está viviendo una nueva experiencia no pone en juego otras fuerzas de
la subjetividad. Si en aquello que
estamos aprendiendo ponemos interés y nos entusiasma y emociona, memorizaremos
nuestras experiencias mucho mejor y de manera más profunda que si estamos
desganados y con poco interés. Una persona altamente estimulada graba mejor la
información de sus experiencias que una persona de comportamiento inhibido. Por
eso hablaba al principio de este trabajo de la interrelación de las funciones
psicológicas superiores. Pero no basta con que entren en juego las fuerzas de
la mente, sino que además es necesario que entren en juego las fuerzas de la subjetividad en su
totalidad: sentimientos, emociones, intereses, voluntad y algunas más. La clave
para asimilar de manera óptima una experiencia no depende si la persona en
cuestión es rápida o lenta de reflejos, sino si tiene una voluntad de hierro y
es constante en el esfuerzo. Hay que llegar a la cima. Unas personas llegarán
muy pronto y otros lo harán más tarde, pero la clave es llegar a la cima y no
desesperarse por los atrasos o las dificultades.
Percepción y memoria
Hablemos ahora de la mediación entre percepción y
memoria. Gracias a la percepción la información sobre los objetos y situaciones
objetivas llegan a nuestro cerebro. Supongamos que esa información se graba y
se retiene de manera óptima en nuestro cerebro. Esa memoria sobre el objeto y
situación objetiva mejorará nuestra percepción en calidad y funcionalidad sobre
la experiencia futura. Dada una determinada experiencia que realizamos de forma
regular, la percepción es el canal por la que aumentamos nuestra memoria en
cantidad y calidad; y la memoria es el medio por el que mejoramos nuestra
percepción sobre dicha experiencia. Las personas después de acumular
experiencia sobre una determinada tarea o conjunto de tareas, suelen decir
ahora lo veo más claro. Descartes decía que la percepción tiene que ser clara y
distinta. Al principio de una experiencia nuestra percepción de las tareas no está
clara, es un poco borrosa, ni es distinta, es un poco confusa, solemos mezclar
cosas.
Percepción y
representación
La representación es una de las funciones
psicológicas superiores menos estudiada por la psicología contemporánea. La
representación debemos entenderla en principio como una rememoración de la
percepción. La representación sensible es hija de la percepción. Supongamos que
desde un mirador tenemos una percepción visual de un trozo de ciudad. Ahí la
realidad, la situación objetiva, se presenta en toda su riqueza de detalles:
vemos edificios con sus escorzos y tejados, parques, carreteras, fuentes,
puertos, barcos, raudos automóviles y autobuses, y un largo etcétera. Cerremos
ahora los ojos y representémonos todo lo que veíamos. Es obvio que esa
representación trabaja con la información memorizada y suministrada de la
percepción.
¿Cuáles son las diferencias entre percepción y
representación? La representación es más pobre en detalles y menos vivaz que la
percepción. La representación podemos considerarla como una abstracción de la
percepción, puesto que deja atrás una buena parte de la riqueza que nos
suministra esta última. Pero la representación tiene una gran ventaja sobre la
percepción: mientras que para que haya percepción la situación objetiva tiene
que estar presente, en nuestra casa podemos tener una representación de dicha
situación objetiva sin que esta esté presente. Esa es la ventaja de la
representación sobre la percepción: la superación de los límites estrechos de
la percepción y tener en la cabeza imágenes de cosas que no están presentes. La
representación en términos de abstracción está más cerca del concepto que la
percepción. También sucede que mediante la representación podemos construir una
situación objetiva que no se da en la existencia. Esta es también una gran
ventaja de la representación sobre la percepción. La elaboración de El Capital a cargo de Marx se basa en
esta última y gran ventaja de la representación.
Percepción y nominación
La percepción está mediada por el lenguaje. Desde
que somos bebes nuestros padres señalando el objeto en cuestión nos dicen: pan,
manzana, mesa, cuchillo y así con la totalidad de los entes que vemos y oímos.
Así que los seres humanos desde los primeros meses no solo se dedican a ver y
oír las cosas, sino además a nombrarlas. Los nombres son muy importantes en la
comunicación entre colectivos. En una empresa todas las cosas, funciones y
procesos deben tener un nombre y deben ser los mismos para todos los empleados.
Ocurre en ocasiones que un mismo objeto, proceso o función es denominado de
distinta manera según sea el empleado que hable. También ocurre que a veces hay
procesos o funciones que tienen nombres inadecuados. Todo esto dificulta una
buena comunicación.
Cuando a un nuevo empleado le estamos enseñando sus
tareas es conveniente evitar los acrónimos. En este sentido es necesario
distinguir entre la expresión desplegada y el acrónimo. Por ejemplo “APPCC” es
un acrónimo que no nos dice nada. Sin embargo, en su forma desplegada,
“Análisis de Peligros y Puntos de Control Crítico”, nos dice mucho. Una vez que
la persona en periodo de aprendizaje domina el contenido significativo de la
expresión desplegada, ya puede empezar a usar
el acrónimo.
Los nombres de las cosas son nombres no de
individuos sino nombres de clases de individuo. Así si en una vivienda hay
cuatro mesas, a todas se les llama mesas. Pero también se les llama mesas a las
mesas del vecino, a las de un país lejano y a las de un tiempo remoto. De este
modo las palabras en su función nominativa tienen una función generalizadora.
Así que desde el principio el niño que empieza a usar nombres sobre los objetos
que percibe está realizando una función generalizadora. Esta función
generalizadora de los nombres es una de las propiedades de los conceptos. Todos
los conceptos tienen una extensión: el número de individuos que se puede
nombrar con la misma palabra. Así que desde que pasamos de la percepción al
lenguaje, aunque solo sea con el uso nominativo de las palabras, transitamos
hacia los conceptos. Si un niño es capaz de nombrar a todos los objetos que
cabe llamar como mesa, ese niño ya está llevando a cabo tareas de análisis y
síntesis: es capaz de analizar el objeto en cuestión, destacar sus rasgos
esenciales y situarlo bajo una determinada categoría.
Significación y
representación
Una persona que está al otro lado del teléfono nos
cuenta que ha estado en una playa y nos habla de las olas, del sonido del mar,
de un joven que tocaba la guitarra y de una pareja que paseaba por la orilla
cogidos de la mano. Todo lo que nos dice con palabras quien nos habla, nosotros
nos lo representamos o imaginamos. Así nos pasa igualmente con la literatura. Quien
habla o escribe una historia tiene una intención significativa y nosotros
respondemos con actos de representación que nos dan la situación objetiva de la
que nos hablan. El lenguaje es el mayor precursor de la representación. Así que
los grandes lectores de historias y de poemas terminan desarrollando una gran
capacidad representativa. Antes hablábamos de la representación como una hija
de la percepción, mientras que ahora hablamos de los actos de representación
como actos necesarios para comprender lo que el otro nos dice o cuenta. De
manera que cuando leemos a un pensador tan abstracto como Hegel, solemos decir
que no lo entendemos porque sencillamente no podemos representarnos lo que nos
dice. De ahí que si en medio de todo el árido lenguaje de Hegel nos encontramos
con un ejemplo es como si en un desierto encontráramos un oasis. Los conceptos
abstractos hegelianos necesitan de ejemplos que los ilustren.
Pensamiento y lenguaje
Pensar es
demorar la respuesta antes de actuar frente a una determinada situación.
De muchas personas decimos que no pensó lo que hizo. Dicha persona no pensó,
esto es, no analizó la situación a la que se enfrentaba y no evaluó las
consecuencias de sus actos. Pensar es también razonar: partir de unas premisas,
encadenar algunos juicios y extraer conclusiones. Y pensar, por último, es
reflexionar, darle varias vueltas a lo que tenemos entre manos. Cuanto más
vueltas le demos a una cosa, más aspectos veremos y mediremos con más precisión
nuestra respuesta. Si queremos diferenciar la persona que piensa de la persona
que simplemente opina, observaremos que la que en sentido estricto piensa es
aquella que conoce bien de lo que habla y que emplea conceptos. Por concepto de
un objeto debemos entender la definición de
dicho objeto. El concepto es mucho más que definir, pero definir es la
condición mínima si en sentido estricto hablamos de pensar. Los conceptos
también nos proporcionan la visión de conjunto sin los cuales la persona que
piensa incurrirá en muchos errores.
El pensamiento existe de forma objetiva en el
lenguaje. Cuando pensamos, lo que en realidad hacemos es hablar con nosotros mismos. En
la conversación uno habla y el otro escucha, y después el otro habla y uno
escucha. En la conversación las funciones de hablar y escuchar están repartidas
entre dos personas, mientras que en el pensar la persona que habla y escucha
son la misma. Hay personas que no pueden parar de pensar, esto es, que no
pueden parar de hablarse a sí mismos. Esto algunas veces es agotador.
Supongamos que tenemos un problema con otra persona y en el momento de la
diferencia no le dijimos lo que tal vez deberíamos haberle dicho. Después en
nuestra casa y durante unas interminables horas no cesamos de decirnos en
nuestro interior todo lo que tal vez deberíamos haberlo dicho. Nos enfadamos y
le decimos en nuestra interior muchas cosas duras y algunas hirientes. Todo
esto supone, en parte, un desgaste psicológico, y en parte, un descargue sobre
nosotros mismos de nuestra rabia y enfado. Y al día siguiente, cuando nos
tropezamos con la persona que en el día de ayer habíamos tenido la diferencia,
le decimos solo cuatro cosas y el diálogo transcurre por unos causes más
moderados que en el día anterior nos habíamos imaginado. Somos así.
El acto intelectual
Lo que en general se conoce como inteligencia no es
más que el acto intelectual. Los rasgos estructurales del acto intelectual son
los siguientes. Primero debemos suponen una situación que hay que solucionar y
mediante la actividad orientadora investigativa cristaliza la tarea concreta.
Aunque hablamos de la cristalización de la tarea concreta al principio no pasa
de ser el nombre del objetivo final que perseguimos. Lo primero que hay que
determinar es la estrategia general donde definimos el objetivo final y las
distintas etapas y fases que debemos recorrer. Aquí es importante la secuencia
temporal. Hay personas que se desesperan porque pretenden que el objetivo final
se consiga en un plazo muy corto. Lo segundo que se debe contemplar son las
distintas tácticas que hay que emplear para conseguir los objetivos
intermedios, esto es, los objetivos de cada etapa y fase. Lo tercero que
debemos tener en cuenta son los variados métodos que debemos emplear para
resolver los diversos problemas con que nos tropezamos. Y por último, debemos
establecer mecanismos de control y supervisión para saber si vamos por el
camino debido y si nos acercamos o alejamos del objetivo final. En resumen, las
personas más inteligentes cuando hablamos de actos intelectuales son aquellas
que identificamos como grandes estrategas, con capacidad de cambiar las
tácticas en función de cómo cambie la situación a la que nos enfrentamos, con
un gran número de recursos metódicos para resolver los cientos de problemas a
la que nos enfrentamos de camino al objetivo final, y que de continuo repasa el
recorrido realizado y establece mecanismos de control para evaluar si nos
acercamos o alejamos a dicho objetivo final. Al principio definí de forma
resumida la inteligencia como aquella cualidad de la mente que una persona
poniendo en marcha todas las funciones psicológicas superiores le permite
analizar y solucionar problemas. Y ahora la he definido como acto intelectual
y he descrito su estructura. También añadí que en la actuación inteligente de
una persona no solo debemos tener en cuenta las funciones psicológicas
superiores sino todas las fuerzas de la subjetividad. Lo cierto es que todas las personas al igual
que tienen sensaciones, percepciones y conceptos, también realizan actos
intelectuales de mayor o menor complejidad. Así que todas las personas son
inteligentes. Ya dije que cuando afirmamos de una persona que es inteligente
estamos más bien afirmando que es especialmente inteligente y siempre dentro de
un colectivo o grupo determinado. A lo mejor una persona que en el colectivo A
se muestra especialmente inteligente, en el colectivo B no lo es tanto porque
en este colectivo hay personas más inteligentes que él.
De todos modos he de advertir que el conocimiento de
la inteligencia como cualidad de acto de las funciones psicológicas superiores nos
exige conocer dichas funciones psicológicas superiores así como las distintas
fuerzas de la subjetividad. Las fuentes bibliográficas de lo aquí expuesto se
encuentran en los siguientes pensadores: Husserl, Vygotski, Luria, Ilích Ulianov y Bruner. Y
otra fuente es mi propia experiencia en el mundo del trabajo que me ha
permitido conocer a diversas personalidades donde se destacan unas u otras
virtudes y unas u otras limitaciones. Hay otros aspectos que se deben tener en
cuenta a la hora de catalogar a determinada persona como inteligente y que no
expondré aquí de forma detallada, pero sí las quiero enumerar: información y
decisión, capacidad de comunicación y organización, visión inmediata y
perspectiva general, conocimiento de lo particular y conocimiento de lo
general, esperanzar y desmovilizar, y dirigir y coordinar.
Un gran resumen. Me ha traído a la memoria este poema:
ResponderEliminarhttps://www.poetasandaluces.com/poema/1063/
He leído el poema y me gustó.
EliminarMe uno al comentario de Juan José Guirado. Un excelente resumen. ¿Por qué no lo amplías? También visité la página de poetasandaluces.com y de nuevo me sorprendió Juan Ramón Jiménez con su poema.
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