Empecemos con los datos. Cristiano Ronaldo tiene un total de 186 millones de seguidores en Instagram y cobra por cada post patrocinado 975.000 dólares de media. En el año 2018 ganó 47,8 millones de dólares por este concepto. Nos asombran estas cifras colosales. Nos indigna que con tan poco trabajo una persona pueda ganar tanto dinero. Se pone de manifiesto que en el mercado capitalista hay mucha irracionalidad y se produce grandes desigualdades en la distribución de la riqueza. Y esto nos debería obligar a movernos y exigir una regulación de esta clase de mercado.
Cuál es el
objetivo principal de Ronaldo: conseguir seguidores. ¿Por qué medio lo
logra? Publicando fotografías con su mujer y sus hijos y donde muestra su vida
de lujo. ¿Qué derechos tienen los
seguidores de Ronaldo? Ninguno. Aquí vemos un ejemplo de enajenación social: se
establece una relación social entre ídolo y seguidores, pero los seguidores no
tienen ninguna clase de control sobre la relación social que mantienen con su
ídolo.
¿Qué vende Ronaldo a las grandes marcas? La
percepción visual de sus seguidores. Utiliza la percepción visual de sus
seguidores, sin que estos le hayan concedido ese derecho, como objeto de cambio.
Así que las grandes marcas compran la percepción visual de los seguidores sin
que estos le hayan dado permiso para ese fin. ¿Cuánto pagan las grandes marcas
a Ronaldo en cada post por vender la percepción visual de sus seguidores?
975.000 dólares de media.
De sobra esta decir que Ronaldo como la mayoría de
las influencers se dedican al cultivo de la apariencia y de la superficialidad.
Y sus seguidores con mayor o menor conciencia
contribuyen a desarrollar y fortalecer este mundo banal. Incluso en
plena pandemia donde se ha hecho necesario distinguir entre trabajos esenciales
y trabajos no esenciales Cristiano Ronaldo no ha dejado de ganar seguidores. Un
mundo éticamente feo donde los haya.
Decía Marx en su obra Contribución a la Crítica de la Economía Política que la necesidad
del objeto que experimenta el consumo ha sido creada por la percepción del
objeto. Este es el trabajo de Cristiano Ronaldo: crear la necesidad del objeto
por medio de la percepción del objeto por parte de sus seguidores. Añade
después Marx una idea muy importante: la producción no solo produce un objeto
para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. A esto también
contribuye Ronaldo con su tarea publicitaria: producir sujetos para el objeto
publicitado.
La publicidad representa una fuente de ingreso muy
importante para las cadenas televisivas. Pero las cadenas televisivas son
empresas que producen para sus telespectadores muchos productos: informativos,
cine, toda clase de documentales, programas de entretenimiento, emisión de
eventos deportivos, y algunas cosas más. La diferencia con Cristiano Ronaldo es
más que evidente: El crack portugués no produce ningún bien en especial más allá de su propia imagen y la
de su familia.
El Estado de derecho tiene como presupuesto, entre
otros, que cualquier acción debe estar sujeta a una norma jurídica. Pero en un
Estado social de derecho debería corregirse ese principio y sustituirse por
este otro: cualquier acción de cualquier ciudadano debe estar sujeta a una
norma jurídica que evite un reparto injusto de la riqueza. Las redes sociales
se crearon como un bien social y no para contribuir a la desigualdad social en
el reparto de la riqueza. Y tienen como fin poner en contacto a millones de
personas que por otro medio no podrían. Este es el bien o servicio que producen
las redes sociales. La diferencia entre el contacto entre personas en el ámbito
presencial y el contacto en el ámbito de las redes sociales es que el número de
contactos en esta última es muchísimo mayor que
en el primero. Dichas redes sociales permiten a miles de personas
compartir entre sí aficiones, intereses ideológicos y culturales, recuerdos,
fotografías y algunas cosas más.
Pero en las sociedades capitalistas la forma de
capital está al acecho y lo quiere mercantilizar todo. Y ha convertido a la
percepción visual de los usuarios en una mercancía sin que ellos tengan ninguna
clase de derecho sobre ella. Ahí es donde está el mal y es lo que procura unos
ingresos exorbitados a los influencers. Ese mercado, el creado por los
influencers, necesita regulación. Si no se hace, se está atentando contra el
Estado social de derecho, cuyo principio debe ser procurar un bien social a
todos sus usuarios y no una distribución de la riqueza totalmente injusta. Los
mecanismos para lograr que el imperio del bien domine en el Estado de derecho
pueden ser varios, desde prohibir que los influencers hagan publicidad hasta
imponer un tope máximo a sus ingresos mensuales por este concepto mediante una
tasa impositiva, de manera que esos ingresos mensuales no superen cinco veces el salario mínimo
interprofesional. Si no hacemos nada
para encarrilar el mundo de la globalización, donde bajo el dominio de la forma
capitalista de producir la riqueza las grandes conquistas y productos sociales
son usados para beneficios individuales, tendremos un mundo global donde
predominará el mal. Y el mal tiene forma de enormes fortunas en manos de unos
pocos y enorme pobreza en manos de muchos millones de personas.
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