Cuando a mis compañeros de trabajo les digo que yo me comporto así, de acuerdo con el título de este trabajo, ellos se lo toman como si yo fuera una persona que actúa con tretas y engaños. Pero no es así: yo me comporto así porque tengo, al menos lo intento, un espíritu leninista: ser muy perceptivo y cambiar de táctica cuantas veces sea necesario.
Tengo una reunión el lunes a las 9 de la mañana con
seis jefes y el objetivo es mejorar la calidad de nuestros productos y, por
consiguiente, la calidad del trabajo. Previamente me he hecho con un plan que
define con cierto nivel de detalles qué hacer y qué personas asumirán la responsabilidad para
cubrir el objetivo. Mientras celebro la reunión observo lo siguiente: el
director de producción no se siente responsable de ninguno de los fallos del
sistema y se ha mostrado incapaz durante años de cubrir los más pequeños
objetivos. Estoy diciendo blanco y ya estoy pensando negro. Sé que con el
director de producción no puedo contar como máximo responsable para cubrir el
objetivo de mejorar la calidad. ¿Por qué sigo diciendo blanco y oculto que
estoy pensando negro? ¿Por qué no digo negro? Porque no quiero que el director
de producción se resienta y el lado subjetivo o personal se convierta en el
tema principal de la reunión. Así que de acuerdo con lo que digo en la reunión
el director de producción será el máximo responsable de mejorar la calidad de
la producción. Y lo convoco para una reunión el próximo lunes y le pido que me
traiga un plan acerca del objetivo de calidad. Sé, además, que no tiene
capacidad para elaborar dicho plan.
A los dos días empiezo a hacer azul: le envío un mensaje donde le digo
que no hace falta que venga a la próxima reunión del lunes y le marco el
cumplimiento de un solo y pequeño objetivo. A partir de ahí elaboro otro plan:
yo voy a ser el máximo responsable de lograr el objetivo de calidad. Para eso
voy a contar con otros tres jefes más capacitados y entregados para lograr el
objetivo. Y ya he detallado el plan de lo que hay que modificar para cubrir el
objetivo de calidad. He detallado dicho
plan lo más que he podido. Pero sé que habrá aspectos que no he contemplado y
que solo en el transcurso de la implementación saldrán a la luz. Así que dije
blanco, pensé negro y estoy haciendo azul. Y así y todo nunca me ato a todos
los detalles de lo que he planificado. Si observo algo que no cuadra o es
inútil, lo cambio sin la menor duda. Y las personas encargadas de implementar
el plan ya me harán llegar observaciones que me harán modificar aspectos del
plan o introducir procedimientos nuevos. Es muy importante para poder alcanzar
los objetivos estar muy pegado al terreno y conocer muchos hechos que se
producen en la práctica. Si no, la planificación no será operativa. Hablar es
fácil, ejecutar es cien veces más difícil. Y solo quien conoce al detalle el
quehacer, será un buen planificador.
(Por sistema entiendo el conjunto de factores
materiales y personales interrelacionados estructural y funcionalmente. Y
cuando se observan fallos en el sistema hay que cambiar los factores
materiales, las relaciones de las personas con los factores materiales y las
relaciones de las personas entre sí. Y en todo sistema hay que tener en cuenta
que cualquier cambio en una parte de él afecta al resto de las partes).
Así de complejas son las interacciones.
ResponderEliminarEstimado general Patton Umpiérrez su tacticismo es de mesa de despacho y queda bien en el relato heróico pero la estrategia no puede reducirse al reconocimiento de la existencia de vínculos estructurales y funcionales. Esos forman parte del territorio del conflicto; son la orografía del problema, no la solución
ResponderEliminarEn verdad que nunca he vivido en un despacho ni en mi vida
Eliminarse pueda contar aunque sea un solo privilegio. Y no sé exactamente de qué hablas. Yo hablo del conflicto entre el decir, el pensar y el hacer. No hablo de los conflictos de clases y no todo es un conflicto de clases.
Bueno. En primer lugar, no pretendo con mi comentario «conflicto» alguno, por lo que pido disculpas por mi ironía de formas. Me interesa más el intercambio de ideas. Pero fíjate en cómo enuncias el conflicto; «el decir», «el pensar», «el hacer». Entiendo que queda excluido de la terna «el escuchar». El conflicto es muy antíguo pero el Caesar ya lo definía con esta terna; «vini», «vidi», «vincit». Con el concepto «despacho» trato de identificar esa diferencia, pues es evidente que el Cesar habla desde el conflicto, inmerso dentro del mismo; «estar», «percibir» y «actuar». Así Cesar no es platónico, pero tu trilogía si. Cesar tampoco sigue a Descartes puesto que él diría «actúo, luego existo». Tu si eres cartesiano por cuanto «el pensar» dirige «el decir» y «el hacer». Pero se trata de un pensar autista (platónico) y deductivo por cuanto excluyes el oir, el escuchar y el percibir, aunque bien es cierto que los citas en tu relato bajo el tamiz del color azul. Es decir, degradas los «inputs» priorizando tu mando. Yo no hablo de conflicto de clases. Tampoco de privilegios; mucho menos de despachos autoritarios. ¿De qué hablo?... Mi más cordial saludo.
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