(Colaboración de Ramón Galán)
Entiendo que de forma análoga, podríamos aplicar a la percepción visual, lo que has expuesto en relación a la extensión de los conceptos. Si me sitúo delante de la puerta de una vivienda, el campo de visión es muy reducido pero captaré numerosos y de pequeños detalles de ella, la nitidez de las líneas que la conforman y una multitud de características y determinaciones que la puerta contiene.
Me alejo de la puerta y amplío mi campo de visión. Ahora, dentro de él, no cae solamente la puerta sino también la fachada principal de la vivienda. De este modo, aumenta el número de los objetos percibidos (paredes, ventanas, techo, etc) pero a costa de ver reducido los detalles que percibimos y las determinaciones que conforman cada una de las partes u objetos, así como la nitidez de las líneas que dan forma a los elementos de la fachada.
Me alejo más, hasta lo alto de una pequeña y cercana colina desde donde puedo divisar la totalidad del pueblo. Aumento más mi campo de visión. Ahora veo las casas, las calles, los parques, la gente que pasea, los coches que circulan, etc. Sin embargo, este aumento del campo de mi visión provoca que no perciba las determinaciones concretas de los objetos que caen dentro de mi campo de visión. Ahora los contornos de los objetos no son precisos. Las líneas se difuminan, predominando las masas de colores.
Por último, si observara el pueblo desde la ventanilla de un avión, a varios kilómetros de altura, mi campo perceptivo sería enorme pero no podría visualizar ningún objeto concreto perteneciente al pueblo. Este se me presentaría como una totalidad sin partes, como una simple extensión de un color diferente a la enorme superficie de tierra en la que está incluida.
En definitiva, en la medida que aumenta la extensión del campo de visión disminuyen las determinaciones concretas del conjunto percibido. Percibimos de manera más amplia pero carente de determinaciones concretas, percibimos de forma más abstracta.
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