Proporcionar el concepto de una cosa es equivalente a proporcionar la definición de dicha cosa. Los conceptos pueden estar muy detallados o poco detallados. Lo importante es proporcionar definiciones o conceptos previos que no sean muy extensos. Los conceptos pertenecen a teorías donde se relacionan con otros conceptos y adquieren desarrollo.
Me veo en la necesidad para hablar de los conceptos
de proporcionar unas definiciones mínimas de sensación y percepción. Las
sensaciones son reflejos de aspectos aislados de los objetos: colores, olores,
sabores, texturas y sonidos. Las percepciones son reflejos de los objetos como
totalidades. También es conveniente saber que las percepciones están mediadas
por la memoria y por los conceptos. Cuantas más experiencias tenemos de un
objeto, nuestra percepción de dicho objeto será más rica y más precisa. Y
cuantos más conceptos tenemos de un objeto, nuestra percepción será más
profunda y de mayor calidad. Si disponemos de conceptos sobre el Renacimiento,
nuestra percepción de los cuadros de Botticelli será más rica y de mayor
calidad.
Las palabras tienen dos funciones: la función
nominativa y la función conceptual. A una niña que todavía no sabe hablar, le
señalamos el biberón y le decimos “biberón”. Y así con el resto de las cosas.
Solo cuando la niña se ha hecho con el nombre de las cosas, puede dirigirse a
su padre y decirle lo que quiere. Sin nombres, en la vida no hay nada que
hacer. Con los nombres podemos recordar
las cosas y podemos representarnos las cosas, aunque no estén presentes. Con
los nombres, la representación, que es hija de la percepción, empieza a
desarrollarse y a adquirir protagonismo en nuestra vida consciente. Imaginar y
representar son equivalentes. A menudo me sucede, cuando contemplo una
catedral, por ejemplo, que no dispongo de los nombres de ciertas partes de
dicha obra arquitectónica y no puedo hablar de ellas a terceros. Es una
situación que intelectualmente hace sentirme mal. Con los nombres podemos destacar, diferenciar,
las partes de una cosa.
Hablemos ahora de la función conceptual de las
palabras. Aconsejo al lector que busque en internet la palabra “silla”. Observará
que hay muchas fotografías de sillas distintas. Y si observa las fotografías
ofrecidas por Wikipedia, verá sillas de marcado carácter histórico. Hay sillas
preciosas y hay sillas muy artísticas. Las fotografías nos ofrecen lo que
ocurre en la percepción: predomina la diversidad y la multiplicidad. Diferentes
diseños, diferentes materiales y diferentes elementos decorativos. Pero
Wikipedia nos ofrece el significado o concepto de la palabra “silla”. La silla
es un mueble que suele tener un respaldo, generalmente cuenta con tres o cuatro
apoyos y su finalidad es la de servir de asiento para una persona. Las partes
principales de una silla son tres: asiento, respaldo y patas. Mientras que en
la percepción predomina la multiplicidad y la diversidad, en el concepto
predomina la unidad. Este es el papel del concepto y su influencia en el
conocimiento sensible: dotar a la
percepción de unidad.
Mientras que la percepción refleja la apariencia de
las cosas y, por consiguiente, su diversidad, el concepto refleja lo esencial
de las cosas. Lo que nos dice el concepto de silla sobre todas las sillas es lo
que hay de común entre ellas: el asiento, el respaldo y las patas. La unidad
que el concepto expresa es la unidad que existen entre todas las sillas. Las
sillas son esencialmente iguales. De ahí que compartan el mismo nombre.
Esta es la superioridad de los seres humanos
respecto de los animales. Los seres humanos comparten con los animales la
función perceptiva de los órganos de los sentidos. Pero mientras los animales
solo disponen de percepciones, los seres humanos disponen de percepciones
conceptualizadas. Los conceptos se alimentan de percepciones, y las percepciones
necesitan de los conceptos para mejorar su rendimiento cognitivo.
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