Debemos partir de la base de que la realidad se compone de superficie y fondo. En términos de decoración, por ejemplo, en el caso de las pinturas de las paredes, la superficie es lo esencial y lo decisivo. También lo es en el ámbito del arte de la pintura. Incluso debemos considerar que lo es igualmente en la escultura. Lo superficial no debe ser degradado ni denostado. Hay conversaciones superficiales que pueden ser interesantes y cumplir un papel relajante. No todo lo que existe exige un pensamiento profundo. También ocurre que muchas veces pasa por pensamiento profundo un pensamiento oscuro y enrevesado. Y cuando hablamos de que una persona es profunda, no todo su discurso es profundo ni en todas las ocasiones demuestra profundidad. De todos modos, en ocasiones se presenta como pensamiento profundo un pensamiento que a lo mejor no lo es. Pretender ser profundo no equivale a serlo. No es tan fácil en la vida distinguir lo profundo de lo superficial y no siempre lo aparentemente profundo se muestra como lo más útil. En ámbitos como la moda lo superficial es lo profundo. Sucede igualmente que personas con pensamiento superficial pueden tener sentimientos profundos, y personas de pensamiento aparentemente profundo pueden carecer de los más elementales sentimientos.
La realidad como los conceptos que la reflejan deben
tomarse siempre en sentido relativo. Una persona se esfuerza en el pensamiento
profundo, pero puede suceder que el fondo de su pensamiento sea pobre en
determinaciones. Por el contrario, puede haber una persona de pensamiento
superficial y, sin embargo, ser muy rico en determinaciones. También suele
suceder, y esto es más habitual de lo que se supone, que el pensador profundo
se inclina hacia el idealismo, mientras que el pensador superficial es radicalmente
materialista. Para llegar a la esencia hay que partir de la apariencia, del
mismo modo para llegar a lo profundo hay que pasar por lo superficial. No se
puede acceder directamente a lo profundo. Y con escasos conocimientos
superficiales nunca se podrá adquirir pensamientos profundos. De ahí que en
ocasiones la profundidad solo se queda en el intento. Por lo tanto, no siempre
el pensador profundo es superior al pensador superficial en términos de
rendimientos cognitivos.
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