Tenemos en nuestras manos los Cuadernos Filosóficos de V.I. Lenin. En concreto su lectura de Ciencia de la Lógica de Hegel. No me canso de decir lo bien y fácil que lee Lenin a Hegel. En la sección dedicada a La Subjetividad, Lenin hace la siguiente anotación:
Citando, en pág. 125, el
“famoso” silogismo –“todos los hombres son mortales, Cayo es un hombre, por lo
tanto, es mortal”-, Hegel agrega con agudeza: “Inmediatamente invade el
aburrimiento cuando se oye enunciar semejante silogismo” – se afirma que ello
se debe a la “forma inútil”, y Hegel hace esta profunda observación:
“todas las cosas son un
silogismo, un universal unido a la singularidad por medio de la particularidad;
pero por supuesto, no son totalidades compuestas de tres suposiciones”.
Le pregunté al señor X:
¿Qué te parece esta reflexión del inteligentísimo Lenin? Y me respondió:
“Maravillosa. Frente al formalismo tenemos la materialidad o realidad del
mundo: todas las cosas son un silogismo”. Después le dije: háblame del
silogismo. Y respondió: “Todo un formalismo. Todos los hombres son mortales.
Cayo es un hombre. Luego, Cayo es mortal”. Entonces le dije: hablas sin sentir
y representarte lo que afirmas. Así que iremos despacio y pensando un poco más
en lo que afirmamos. Se afirma primero que todos los hombres son mortales.
Hablamos de la muerte de los seres humanos. Hablamos de los muertos por la Dana
que recientemente azotó Valencia, hablamos del dolor de sus familiares,
hablamos de las mujeres asesinadas por violencia de género, hablamos de los
niños y niñas que mueren de hambre. Hablamos de los muertos en las guerras de
Ucrania y Oriente Medio. Hablamos de las personas que mueren antes de tiempo
víctimas de enfermedades. A propósito: recientemente he leído en un periódico
nacional que unos investigadores españoles han avanzado en la tecnología de las
nano partículas para enfrentarse a los tumores.
Buena noticia frente a la muerte por enfermedad. Así que ahora el
universal “ser mortal” no está pensado de forma abstracta y superficial, sino
de forma concreta y con fondo, claro está que esto sucederá así si pones
sentimiento y representación en lo que lees.
Pasemos al segundo juicio
del silogismo: “Cayo es un hombre”. Aquí Cayo figura como singular. Lo
nombramos y lo afirmamos como singular, pero no lo conocemos como singular. No
sabemos quién es Cayo. Así que lo que suponemos como singular lo pensamos como
general. Buscamos en internet quién es Cayo según la Biblia. Transcribiré lo
que dice Jesús Mondragón a este respecto:
“Su nombre era Cayo Casio
Longinos. El Centurión romano que vio morir al Señor en la Cruz y clavó su
lanza en el costado del Salvador, entre el cuarto y quinto espacio intercostal,
perforando el Corazón de aquel, que murió por los pecados de todos los hombres,
derramando así, hasta la última gota de su sangre, por ti y por mí.
¿Qué suceso fue lo que
obligó a un soldado profesional, acostumbrado a ver morir y matar, para
reconocer a ese humilde carpintero, que murió crucificado, como "EL HIJO
DE DIOS"?
El legionario, que sufría
de un grave mal en el ojo, al clavar la lanza en el costado de Cristo, la
Preciosísima Sangre que brotó del Corazón, se escurrió a lo largo de la lanza y
de su brazo, salpicando el ojo enfermo y quedó sanado al instante”.
Ahora ya conocemos a Cayo
de forma singular o algunas de sus singularidades. Ahora no solo afirmamos y
nombramos a Cayo como singular, sino que lo conocemos como singular. Ahora hay
correspondencia entre nombre y contenido significativo.
En suma, el universal
“ser mortal” lo pensamos ahora de forma concreta y no de forma abstracta y
superficial; y el singular “Cayo”, además de afirmarlo como singular lo
conocemos como singular. De este modo comprendemos mejor lo que significa que
lo universal, “ser mortal”, está unido a lo singular, “Cayo Casio Longinos”,
por medio de lo particular: “ser hombre”.
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