Entró en la cafetería de
mesas rectangulares que a través de cristaleras daban a la calle iluminada. Llevaba
un casco de moto. Se levantó la visera. Miró a su víctima y la víctima lo miró a él. Luego disparó. Su padre
se lo había recomendado: debes mirar a tu víctima antes de matarlo. Se lo
merece. Yo me pregunto por qué. Si va a morir, ¿qué valor tiene ver a su
verdugo? Creo que cuando ve a su asesino encañonándolo, solo sentirá terror. Lo
mejor sería morir sin enterarse. Salió de la cafetería. Se quitó el casco y se
metió en el coche. Tenía la cara ensangrentada. Recibió una llamada: ¿Está hecho?
Superó su momento de nerviosismo y respondió: está hecho. La voz de mujer de al
otro lado del teléfono le dijo: el primero es el que más cuesta. Había iniciado
su andadura como asesino a sueldo.
(Pequeña recreación de una
escena que vi en una serie inglesa emitida en la televisión de pago)
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