Los seres humanos se diferencian de los animales porque demoran las repuestas frente a los estímulos externos. Y esto se logra gracias al papel regulador del pensamiento. Pero hay personas que piensan tanto las cosas, viven tan atenazados por la posibilidad del error, que demoran la acción, hasta el punto de que pierden la oportunidad. Los economistas suelen hablar del coste de oportunidad.
Hay otras personas que
cuando se ponen a pensar con el objetivo de acometer una acción para lograr un
propósito, lo hacen de forma muy general y etérea. Sin saberlo, se vuelven nominalistas,
y así se alejan del mundo con todos sus objetos y complejas situaciones
objetivas. De ese modo el pensamiento no actúa en su papel de motivador y la
acción termina por no realizarse nunca o de forma tardía. El coste de oportunidad,
en el ámbito de la psicosociología, afecta no solo al lado objetivo de las
cosas, sino también al lado subjetivo. Hay que aprovechar los momentos en que
uno se encuentra inspirado y tiene ganas de actuar.
En la moderna organización
empresarial se habla de personas perceptivas, de personas que están muy
pendientes de las cosas que ocurren en el mundo y no dudan en modificar la táctica para
adecuarse a las circunstancias tan cambiantes del mundo de hoy. De manera que
aquellas personas que demoran en exceso la acción, terminan por perder la oportunidad
de cambiar el mundo inmediato y a sí mismos. Inevitablemente caen en el
estancamiento.
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