Yo creo que hay que mirar a ambos mundos. Además, ambos mundos no están separados. Podríamos afirmar que el mundo exterior es el mundo sociológico, pero también lo es el mundo económico y el mundo político. Pero el narrador en cuestión puede que no esté muy integrado en el mundo sociológico, el económico y el político, de manera que el mundo exterior se presenta en sus narraciones en forma de sombras y apariencias. Si te falta luz en tus narraciones, será porque tienes serias deficiencias en el conocimiento del mundo exterior.
Pero también sucede lo
contrario: hay series televisivas cuyos protagonistas carecen de subjetividad o
su subjetividad está poco desarrollada. Todo se presenta como exterioridad.
Hasta los actos de los protagonistas están faltos de subjetividad, no sabemos
por qué hacen lo que hacen, no tenemos claro cuáles son sus sentimientos, ni de
que modo los hechos exteriores les impactan y afectan. Notamos en estas series
una aburrida superficialidad. Pero nosotros queremos personajes que nos hagan
sentir, padecer, sufrir. Queremos vivir tensiones y desasosiegos. Queremos
acciones, pero acciones cargadas de subjetividad.
En los narradores siempre
hay un conflicto entre lenguaje y realidad. A mi juicio la realidad debe mandar
sobre el lenguaje. Es el lenguaje el que debe gravitar sobre la realidad. Pero
como el lenguaje siempre se refiere a la realidad, en aquellos narradores donde
el lenguaje predomina sobre la realidad, se produce la apariencia de que es la
realidad quien gobierna el lenguaje. A este propósito, en La ideología
alemana, dice Marx lo siguiente: “Los filósofos no tendrían más que
reducir su lenguaje al lenguaje al lenguaje corriente, del que aquél se
abstrae, para darse cuenta y reconocer que ni los pensamientos ni el lenguaje
forman por sí mismos un reino aparte, sino que son, sencillamente, expresiones
de la vida real”. Esto que Marx le solicita a los filósofos, yo se lo solicito
a ciertos narradores, les recomiendo que reduzcan su barroco y adjetivado lenguaje
al lenguaje corriente y así podrán observar cuánta realidad hay en sus
palabras.
El nexo entre la vida
exterior y la vida interior son las acciones y no los pensamientos. Si el
narrador se centra, ya sea en su experiencia propia o en la ajena, en las
acciones, su lenguaje literario nunca se presentará como una abstracción del
lenguaje corriente y la realidad se impondrá en las representaciones del
lector.
Son mundos inseparables. Disecarlos es hacerles la autopsia.
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