Alimentarse es una necesidad, alimentarse con Rabadilla de Ternera Lechal es un deseo. Disfrutar de unas vacaciones es una necesidad, alojarse en un hotel de cinco estrellas es un deseo. Así que por deseo debemos entender la elección del medio de satisfacción de la necesidad. Ahora debemos preguntarnos cómo se determina el deseo. En principio debemos afirmar que el deseo está determinado por el poder adquisitivo de la persona o familia que quiere satisfacer sus necesidades.
Pongámosle índices al
deseo. Un deseo tendrá el índice 10 cuando el medio de satisfacción tiene la
calidad más alta y el precio más alto, mientras que un deseo tendrá el índice 5
cuando el medio de satisfacción tiene la calidad más baja y el precio más bajo.
De modo general podemos afirmar que cuanto más alto sea el poder adquisitivo, el
índice del deseo será el más alto; y cuanto más bajo sea el poder adquisitivo,
el índice del deseo será más bajo.
Pero no siempre ocurre
así. Hay personas y familias que, teniendo un poder adquisitivo alto, eligen un
medio de satisfacción de calidad y precio bajos. ¿Por qué? Todas las personas y
familias tienen una determinada política económica. Hay familias que se
contienen mucho en el gasto con el propósito de ahorrar. Los que gastan mucho y
ahorran poco o nada, ponen su dinero en circulación; mientras que los que
ahorran mucho, retiran el dinero de la circulación. Ahorrar es bueno, es un
seguro para imprevistos y para la vejez, pero hay que preguntarse: ¿cuál es el
límite del ahorro?
En EEUU muchas familias invierten
sus ahorros en fondos de inversión, en parte para conservar su valor, y, en
parte, para multiplicar su valor. Pero durante la crisis financiera 2007-2009
muchos ciudadanos estadounidenses perdieron sus ahorros. La Bolsa es el mercado
más irracional e imprevisible que existe. Los capitalistas representan el
movimiento económico, de acuerdo con Marx, siguiente: D-M-D. Con dinero compro
los medios de producción de la riqueza o del servicio, después se interrumpe el
proceso de circulación y se produce el bien o el servicio, y por último se
retorna al mercado y se vende el bien o el servicio. De este modo se multiplica
el dinero. Como los extremos de este proceso es el dinero, esto es, entre los
extremos de este proceso solo hay diferencias cuantitativas, este movimiento no
tiene fin. Y así los capitalistas quedan anclados en el ansia infinita de ganar
dinero. A nivel ético a este comportamiento se llama codicia.
Pero el que se dedica a
ahorrar y convierte el ahorro en un fin en sí mismo, también es presa de la
codicia. Así que es importante ponerle límites al ahorro, puesto que a muchas
personas les sucede que lo que ahorran siempre les parece poco. Y esto se debe
a la determinación cuantitativa del ahorro: es dinero, riqueza abstracta. Pero
incluso en la forma de gastar puede delatarse la codicia. Un ingeniero en la época
de los Reyes Magos siempre le regalaba a su mujer joyas de oro. Una prima mía
me lo contaba con admiración. Pero ese ingeniero al comprar joyas de oro no
estaba gastando, sino haciendo una inversión. Si el regalo fuera vestimenta o
calzado, el valor del dinero gastado al cabo de tres años desaparecía, pero si
el regalo son joyas de oro, el valor del dinero gastado se multiplica. Así que
tanto en el ahorro como en el gasto puede estar presente el alma codiciosa del
capitalista.
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