El moralista está atrapado en la lógica del bien y el mal. No comprende que lo que puede representar el bien para él puede representar un mal para el otro. Y eso lo lleva a la parálisis. En el mundo hay mucha irracionalidad. Y en la irracionalidad inevitablemente se produce el mal. Ante este dilema yo recomiendo abandonar el mundo moral. La moralidad es la relación entre el yo y la propia conciencia. Pero la conciencia moral puede en muchos casos atar la libertad del yo. Oí a una persona decir: yo soy feliz siendo infeliz. Me he acostumbrado a eso. Así, decía esta persona, que no te preocupes por mí. El llamado mal muchas veces no es el mal, como el bien tampoco es el bien. Siempre hay que relativizar. En la vida, cuando uno persigue sus propios objetivos, siempre hieres al otro. No te amargues por eso. El otro hace lo mismo: también te causa heridas cuando persigue su propio bien.
Además, el mal y el bien
tiene grados. Aquello que algunas veces reconoces como el mal a lo mejor es un
pequeño mal. Hay veces que estás preocupado por pequeñas tonterías que
reconoces como el mal. Libérate. Acepta la irracionalidad del mundo y, por consiguiente,
acepta que el mal es inevitable. Escapa a la contradicción del mal y del bien.
Haz lo que hizo Einstein con los conceptos de espacio y el tiempo: los
conceptos de bien y mal son tan oscuros que lo mejor que podemos hacer es
tirarlos a la papelera. Examina las cosas siempre en las relaciones que tienes
con las otras personas: habrá entendimiento, pero también falta de comprensión;
habrá bien, pero también mal. Habrá risas, pero también llantos. Habrá salud,
pero también enfermedad. Habrá aciertos, pero también errores. Habrá luz, pero
también oscuridad. Acostúmbrate a caminar por las sendas del mal, del error, de
la incomprensión, de la enfermedad y de la oscuridad. Acostúmbrate a tomar como
natural todo lo que hasta ahora solo lo has concebido como negatividad. No
dejes de ser tú porque en ocasiones el pesimismo y la desgana se apoderen de
ti.
Otra cosa: eso que tú
consideras el mal y de lo que a lo mejor te consideras culpable, visto desde
otra perspectiva a lo mejor ya no lo ves como el mal y, por consiguiente, ya no
te sientes culpable. Y si lo comparas con los grandes males del mundo, la
guerra y el hambre, seguro que eso que consideras el mal resulta insignificante.
Por eso debes salir fuera de ti y no considerar a tu persona como la medida del
mundo. En suma: Aquella situación que consideras el mal no cambiará porque
cambie dicha situación, sino porque lo percibes y lo evalúas desde otra
perspectiva.
No dejes que el sueño
domine sobre la vigilia. El yo del sueño es inconsciente y vive en la irracionalidad.
Si el sueño altera la lógica de los hechos, enmiéndalos. No busques la
identidad personal mediante el sueño. Einstein decía que cuando estaba fuera de
sí mismo era cuando más feliz se sentía. Toda persona, nuestra propia persona,
está repleta de limitaciones. Solo si estás fuera de ti, si abrazas el inmenso
mundo que te rodeas, serás feliz, y el bien y el mal llegarán a ti con toda la
fuerza que contiene la historia universal, y los aceptarás como fuerzas
ineluctables. Frente al todo siempre seremos pequeños. Solo nos hacemos grandes
cuando formamos parte del mundo universal. Ya lo decía Marx hace 175 años: El individuo
concreto puede desplegar su vida en el plano histórico universal, y disfrutar
de todos los productos de la tierra, incluido los espirituales.
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