Con las palabras puedes hacer cosas que no puedes hacer con las imágenes. Y con las imágenes puedes lograr cosas que resultan imposibles con las palabras. Pero te doy un consejo: mantén siempre las palabras cerca de las imágenes. En el poder de las palabras está su perdición: la ruptura con la sensibilidad.
Es cierto: cualquier
imagen puede volverse palabra, pero no toda palabra puede hacerse imagen. Piensa
en la palabra “esencia”, jamás podrá transformarse en imagen. Quizás puedas
salir de este dilema: acerca las palabras que están muy alejadas de las
imágenes a las palabras que estén más cerca de las imágenes. De este modo las
palabras dotadas de abstracción máxima pueden salvarse de su ruptura con la
sensibilidad: recurriendo a otras palabras que no estén tan afectadas por esa
ruptura. Así que de cualquier modo sigue el consejo que te di al principio: no
alejes las palabras de las imágenes. El poder de la palabra está en las imágenes
que pueda evocar, recordar, renovar y crear.
Por último: no te quedes
en las palabras. No busques la paz ni la salvación en ellas. Reposa siempre en
las imágenes y en la húmeda tierra. La palabra es una criatura de la
sensibilidad y siempre tiene que volver a ella, aunque lo haga por medio de
otras palabras. Abandona ya de una vez y para siempre la aridez de tu
pensamiento, que proviene de tu falta de sensibilidad, lugar donde nacen, crecen
y se desarrollan los múltiples y variados modos del ser. La luz no está en ti,
por muy grande que sea tu yo, sino fuera de ti, en el inmenso y rico mundo
exterior: siempre móvil y sorprendente. Así que repito por tercera vez: mantén
siempre las palabras cerca de las imágenes.
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