Respondo a Yolanda:
Yolanda nos transcribe el siguiente texto
de Maupassant:
“Cora y la señora
Torchebeuf, sentadas bajo el toldo de la escalinata, contemplaban los reflejos
del ocaso. El sol lanzaba sobre las hojas un polvo de púrpura. Ningún airecillo
agitaba las ramas; una paz serena, infinita, descendía del cielo flamígero y
sereno”.
Y
se pregunta: ¿Cómo se aprende a ver la profundidad?
Seguro
que ella, por lo que ha escrito, ha sentido ese texto en profundidad. Ha
llegado a sus sentimientos y ha afectado a sus emociones. Y hablamos de
sentimientos y emociones estéticas. Se trata entonces de si ese texto puede ser
leído desde la profundidad, esto es, desde los sentimientos y desde las
emociones. Yolanda ha hecho esa lectura. Y no debe ir más allá porque no hay
más allá.
Ese
texto no puede ser percibido con profundidad, puesto que lo que se expone es la
apariencia de las cosas. Pero en la apariencia, mejor en la representación
literaria de la apariencia, que es lo que hace Maupassant, puede haber mucha
belleza, mucho color, ritmo y armonía. Es el arte de la representación
literaria lo que nos maravilla de Maupassant. Y lo que hay que aprender de él.
La
profundidad se obtiene mediante los conceptos. Pero en la literatura no son los
conceptos los que desempeñan el rol dominante, sino la sensibilidad elaborada
artísticamente. Y para la elaboración artística de la sensibilidad son
necesarios los conceptos. Nosotros vemos el resultado, apreciamos la belleza y
la sencillez del texto de Maupassant, pero ignoramos el trabajo arduo y
sistemático que hay detrás.
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