Cicerón afirma que a la necesidad propia del destino
Crisipo la llamó también “imperecedera verdad de los acontecimientos futuros”.
Me atrae la belleza de estas palabras y su fuerza expresiva y representativa.
Los poetas y literatos deberían admirarla y educarse en su uso. La selección
adecuada y atenta de las piezas léxicas en la formulación de las ideas y en la
descripción de las cosas es fundamental. El valor estético de los sintagmas
nominales y verbales es un factor que se debe tener en cuenta cuando se
escribe. No se debe escribir a la ligera o buscando impresionar. Solo el
pensador profundo, sea científico, artista o filósofo, escribe atendiendo a
valores estéticos: es cuidadoso, prolijo y mide sus expresiones.
Reflexiono ahora sobre el fondo de la idea de
Crisipo. Situémonos en cincuenta años antes de que Bruto asestara varias
puñaladas a César y acabara con su vida. ¿Quién sabía en ese entonces que eso
iba a suceder? Quienes creen en el destino afirmarán que eso ya estaba escrito.
Pero repito la pregunta: ¿Quién cincuenta años antes tenía conocimiento de ese
acontecimiento? Sólo alguien que pudiera presenciar el futuro. Pero solo quien
vive en el futuro puede ver el futuro. Luego la respuesta es dios: un dios que
conoce el pasado, el presente y el futuro. Y un ser que está al mismo tiempo en
el pasado, el presente y el futuro es un ser ajeno a la determinación temporal:
un dios intemporal, un dios que ha existido desde siempre y para siempre, un
dios ajeno a las acechanzas del tiempo y, por consiguiente, a la puñalada de la
oscura muerte. Pero como nadie conoce a ese dios en persona y, por
consiguiente, no ha hablado con él de manera que le cuente lo que sucederá en
el futuro, dicho conocimiento del acontecimiento referido permanecerá vacío.
Que ciertas verdades son imperecederas nadie lo duda. Pero que con una
antelación de cincuenta años se tenga conocimiento de ciertas verdades
histórica es imposible. Cuando el futuro se hace presente, cuando pasan los cincuenta
años, Bruto asesina a César. Es ahora cuando la verdad se ha hecho realidad y
se ha vuelto imperecedera. La verdad del destino es la verdad del presente.
Solo en el presente el destino tiene su sí y su no. Luego no existe la
necesidad del destino como aquello que sobre los acontecimientos futuros estaba
ya escrito. La verdad se escribe en el presente. Y conforme pasa el tiempo, y
el acontecimiento referido huye hacia atrás a los rincones del pasado, la
verdad del acontecimiento referido se torna imperecedera o muestra que es
imperecedera. El tiempo no la modifica. Así que esta clase de verdades
históricas es absoluta.
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