Los nombres de los objetos de estos conceptos los he tomado de Ray Dalio, de su libro Principios. Sin embargo, el contenido de esos dos conceptos que paso a exponer es de cosecha propia, en virtud de mis conocimientos prácticos y teóricos.
El planificador
La experiencia demostró que el mercado es un
mecanismo económico superior para asignar los recursos y para desarrollar las
fuerzas productivas que el plan. Pero esto no implica que el mercado sirva para
todo y que deje en suspenso total al plan. La pandemia actual que nos asola ha
puesto de manifiesto que la salud global hay que planificarla y no se puede
dejar en manos del mercado. He afirmado en muchas ocasiones que el plan es un
invento de las grandes empresas y no de los comunistas. Las grandes empresas
cuando se plantean sus grandes objetivos de inversión lo planifican todo o todo
lo que pueden. No dejan nada a la suerte o al quizás. Los chinos han
demostrado, en especial en sus obras de ingeniería civil, que son unos grandes
planificadores. Es una gran herencia del modelo soviético de socialismo donde
su principal mecanismo económico era el plan. En el plan hay que contemplar
todos los factores materiales e instrumentales que entran en juego para lograr
el objetivo propuesto. En el plan hay que diseñar muy bien las secuencias de las
tareas que hay que realizar para que en el momento de la ejecución nada falte.
E igualmente en el plan hay que contemplar el factor subjetivo, los
trabajadores y trabajadoras, del que hay que disponer para que todo funcione
bien y la ejecución tenga los signos de la excelencia.
Lo que sucede es que aquello que los directivos de
las grandes empresas quieren para sus propias organizaciones no lo quieren para
la sociedad. Raymond Thomas Dalio ha sido el codirector de inversiones del
mayor fondo de cobertura del mundo y su patrimonio neto asciende a 21.000
millones de dólares. Cuando se lee detenidamente su libro Principios, se puede afirmar que es una persona con principios
socialistas. En la página 395 de su libro, afirma, por ejemplo, que el grupo es
más importante que el individuo. Si lleva razón, y su experiencia así lo atestigua,
es obvio y de acuerdo con su propia afirmación que la sociedad es más
importante que el individuo. Pero su descomunal fortuna pone de manifiesto que la
sociedad capitalista donde él ha nacido y ha sido posible su fortuna contradice
su principio: el grupo (o la sociedad) es más importante que el individuo.
Igual sucede con la planificación. En su empresa no quizo dejar nada al azar ni
al capricho individual, pero en el mercado deja en suspenso su propio
principio. Todo no puede dejarse en manos del mercado. Genera demasiados
desajustes, demasiados desequilibrios, demasiado dolor. El mercado capitalista
contradice dos de los principios que gobiernan la empresa de la que él fue codirector
de inversiones: planificar los objetivos frente a la mano ciega de Adam Smith y
que el grupo es más importante que el
individuo.
El perceptivo
A mi juicio el mejor ejemplo de persona perceptiva
es Vladimir Ilích Ulianov. La persona perceptiva es aquella que sabe distinguir
los más leves cambios que se producen en la realidad y que cambia sin titubeos
de táctica para adaptarse a esos cambios. Si estudiamos la historia de Rusia en
el periodo que va de 1905 a 1921, observaremos un sinfín de cambios acelerados
como nunca se ha contemplado en la historia de nación alguna. Y Lenin,
apreciando esos cambios, cambiaba de política con una rapidez de vértigo. La
sustitución del comunismo de guerra por la NEP (Nueva Política Económica) fue
uno de esos cambios tácticos que todos aquellos que se consideran leninistas
deben valorar en grado sumo. Lo que Lenin propuso en ese entonces es lo que
China, bajo la iniciativa de Deng Xiaoping, inauguró en 1978. Frente a los perceptivos, que dan cuentan de
los más leves cambios en la realidad, se encuentran aquellas personas que
afirman que nada ha cambiado, que todo sigue igual, que el capitalismo sigue
siendo el mismo capitalismo. Lo que sucede es que estas personas son muy
reticentes a cambiar sus ideas y subjetivamente se vuelven muy viejos e inertes.
Son un obstáculo para el movimiento y el desarrollo; y si Ray Dalio los hubiera
tenido en las filas de su empresa, no hubiera dudado en desprenderse de ellos.
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