Durante los últimos 20 años, periodo ascendente e imparable de la globalización, el individualismo no ha cesado de prodigarse, desarrollarse y afianzarse. El individualismo no debe entenderse solo como pura ideología, sino también como práctica social. Además, la ideología como sistema de creencias, de valores e ideales conforma la conciencia, y esta a su vez repercute en los modos de actuación. La ideología forma parte de la práctica o se transforma en conciencia práctica. De todos modos, habría que analizar los cambios de forma que se han producido en las relaciones económicas entre los seres humanos, y que han dado como resultado este efervescente y todopoderoso desarrollo del individualismo.
Expongamos primero la concepción de Marx al respecto
con leves modificaciones. Marx plantea que las personas desarrollan los
intereses individuales hasta constituirse en intereses comunes. Estos intereses
comunes se institucionalizan en forma de organizaciones empresariales,
sindicales y partidistas. Y después los dirigentes de estas instituciones
expresan estos intereses comunes en forma de intereses generales. Y desde que
llegamos a los intereses generales, llegamos a las idealizaciones. Esta
idealización debe entenderse en dos vertientes: por un lado, como la diferencia
entre el interés general que representan los líderes de la institución y los
intereses individuales de sus miembros, y, por otro lado, como el intento
continuado de los representantes de las instituciones de expresar los intereses
particulares de la clase o grupo social que representan como interés general de
toda la sociedad. En la primera vertiente la historia de cualquier institución
está plagada de conflictos entre el interés general y el interés individual. Cabe
mencionar que la contradicción entre los intereses individuales que pertenecen
al grupo social que representa determinada institución y los intereses
generales que expresan de forma ideal los líderes de dicha institución, se
presenta también como contradicción entre teoría y práctica, entre concepto y
percepción. También la contradicción entre los intereses comunes de ciertos
grupos y clases sociales y los intereses idealizados de los representantes de
las clases dominantes puede llegar a puntos críticos que generan revueltas,
produciéndose crisis en los modos de representación y en los contenidos
representados. Después sobrevienen
cambios, que pueden ser más profundos o más superficiales.
Hay otro aspecto a tener en cuenta en la dialéctica
de los intereses generales y los intereses individuales. La mayor parte de las
instituciones tienen muchos años de existencia y por consiguiente los intereses
comunes están muy bien estatuidos, y su expresión como intereses generales son
considerados casi como sagrados. Sucede que cuando a esas instituciones se
incorporan personas jóvenes muy dinámicas e independientes, el conflicto entre
el interés general y el interés individual se aviva hasta el punto de que en
muchas ocasiones se producen rupturas, que puede traducirse en cambios
sustanciales en los liderazgos o en creaciones de nuevas instituciones. En la
historia de la extrema izquierda, en la del PCUS y en la del PCCh, cuando
predominaba en el socialismo real la economía planificada y la ausencia casi
total de un Estado de derecho, los intereses individuales eran continuamente
sacrificados en aras de los intereses generales. Produciéndose la anómala
situación sociológica de que las personas recién incorporadas a dichas
instituciones no podían desarrollar sus intereses individuales y, por tanto, su
individualidad. Ha sido una deficiencia histórica en los partidos comunistas,
marxistas leninistas y maoístas el poco desarrollo de la individualidad de sus
militantes, no así el de sus dirigentes. Es conveniente saber que hay que tener
paciencia y permitir a las jóvenes incorporaciones que de forma natural
desarrollen sus intereses individuales hasta que adopten la forma del interés
común de su clase o grupo social. Es un error imponer el interés general a las
personas jóvenes con escaso desarrollo de sus intereses individuales. Esta
práctica acaba por completo con la iniciativa y autonomía personales.
Ahora hablemos de la concepción burguesa del
individuo. He advertido en varias ocasiones que hay una forma errónea de
plantear la contradicción entre la concepción liberal del individuo y la
concepción socialista. No se trata de que los liberales defienden los intereses
individuales y los socialistas los intereses sociales, puesto que en todo
sistema social siempre habrá intereses individuales e intereses sociales. Dicho
de otro modo: toda persona además de intereses individuales también tiene
intereses sociales. Un ejemplo: Hayek, que defiende el mercado capitalista,
esto es, el mercado dominado por la propiedad privada, como el mejor mecanismo
para defender los intereses individuales, está defendiendo los intereses
sociales de todos los capitalistas. Recurriré al libro La tiranía del mérito
de Sandel para exponer la concepción burguesa sobre el individuo. Sandel
concibe los sistemas sociales como un conjunto de individuos que tienen
intereses comunes. La crítica que realiza Sandel a las actuales sociedades dominadas
por la meritocracia estriba en lo fundamental en la idea de que el bien común
ha sido descuidado, y que, por consiguiente, es necesario tomar más conciencia
del interés común y llevar a cabo una defensa férrea del mismo.
Esta tesis de Sandel tiene un error de fondo. Nos da
a entender que en las sociedades actuales se han desatado los intereses
individuales y se han socavado los intereses comunes. Pero la realidad lo
desmiente. Pensemos en las grandes compañías que dominan hoy en el mercado
mundial y que disfrutan de la mayor cotización bursátil. Todas esas
instituciones han desarrollado y fortalecido de manera notable los intereses
comunes de sus accionistas y de sus directivos. Y el poder de sus grandes
personalidades dirigentes, el poder de sus individuales, es posible por el gran
poder de los intereses comunes institucionalizados en esas empresas. Ahí no
puede hablarse de debilitamiento o pérdida de atención de los intereses comunes
frente al afán desmedido de los
intereses individuales de los dirigentes. Todo lo contrario: el desarrollo y
fortalecimiento de los intereses individuales de los dirigentes es directamente
proporcional al desarrollo y fortalecimiento de los intereses comunes de los directivos
y principales propietarios de las empresas mencionadas. Pero hay más. Esos
dirigentes no solo se presentan como los defensores de los intereses comunes de
las instituciones que representan, sino que también se dedican a expresar los
intereses particulares de las empresas que representan como intereses generales
de la sociedad. Por lo tanto, dichos dirigentes no se limitan a administrar y
gestionar sus negocios, sino que también hacen ideología. Y todo aquello que
quieren para sus empresas, estricta planificación de sus recursos e inversiones
y buenos sueldos para sus directivos, no lo quieren para la sociedad, donde
reclaman la más libre y espontánea acción de los individuos en el mercado. En
sus empresas exigen la más estricta regulación, pero en el mercado no quieren
que aparezca ni por asomo el Estado.
Otra cosa diferente es que se haya debilitado los
intereses comunes de los ciudadanos en tanto miembros del Estado. Pero en este
caso el interés común de todos los ciudadanos siempre se presenta bajo el
dominio y hegemonía de una clase social determinada. El error de Sandel y de la
mayoría de los reformistas consiste en pensar que hay un interés común a todos
los ciudadanos y que por medio del Estado este interés común puede asegurarse.
No niego que haya intereses comunes a todos los ciudadanos de un mismo Estado,
lo que niego es que los intereses comunes existan solamente como intereses de
Estado. Puesto que como argumenté antes los intereses comunes también existen
como los intereses de las grandes empresas que dominan el mercado mundial. Al
igual que existen los intereses comunes de un sinfín de otras organizaciones,
como son las religiosas, las deportivas, las altruistas y algunas más. Así que
en todo caso lo que vivimos hoy día en el mundo globalizado es la contradicción
entre los intereses comunes representados por el Estado y los intereses comunes
de las grandes corporaciones que dominan el mercado global, entre las que cabe
destacar las tecnológicas y los fondos de inversión.
¿Qué cambios se han producido en las formas
económicas que ha llevado aparejado el desarrollo del individualismo? Muchos
marxistas siguen planteando la contradicción entre capital y trabajo con las
representaciones del siglo XIX. En un lado están los que viven de un salario y
en otro lado los que viven de las rentas de capital. Pero ese mundo ya no
existe o solo existe para el mundo de la pequeña empresa. Hoy día muchos
trabajadores tienen acciones, y cobran dividendos, y tienen pisos en alquiler,
y cobran rentas del suelo. Hoy día en la mayoría de las grandes empresas hay
más accionistas que trabajadores y la industria como lugar de concentración de
grandes masas de trabajadores con intereses comunes ha dejado de ser
predominante. Un trabajador puede estar empleado en una empresa con 250.000 trabajadores,
pero en la práctica solo mantiene un contacto relativamente estrecho con no más
de 100 trabajadores. ¿Qué implica esto? Pues un debilitamiento de los intereses
comunes y una dificultad enorme, por no decir imposible, para que esos 250.000
trabajadores repartidos por todo el mundo constituyan y representen un interés
común. La clave aquí, en el mundo de hoy, estriba en que son los grandes y
medianos capitalistas quienes han estatuido de manera poderosa sus intereses
comunes, mientras que los intereses de los trabajadores se presentan como
intereses individuales totalmente diseminados.
Los marxistas siguen sin prestarle atención a las
redes sociales y cómo sus formas económicas representan cambios sociales más
profundos de lo que a primera vista parece. Facebook en 2021 tenía
2.740millones de usuarios y sus ingresos por publicidad ascendieron a 21.684
millones de euros. ¿Qué vende Facebook a las empresas que hacen publicidad en
sus espacios virtuales? La percepción visual y auditiva de sus usuarios sin que
haya un contrato de por medio. Mientras que los intereses de Facebook se
presentan como firmes intereses comunes de sus directivos y accionistas, los
intereses de sus usuarios de presentan como intereses individuales dispersos.
Los usuarios de Facebook carecen de intereses comunes. Mejor: es casi imposible
que los intereses individuales de los usuarios de Facebook se desarrollen hasta
constituirse en intereses comunes. Luego la forma económica constituida por las
redes sociales desarrolla de forma masiva el individualismo de sus usuarios,
pero con un escaso desarrollo; puesto que cuando los intereses individuales no
se desarrollan hasta constituirse en intereses comunes, los intereses
individuales apenas experimentan desarrollo.
En la actualidad Netflix está emitiendo una serie
sobre la vida de Georgina Rodríguez. Por este concepto la pareja de Cristiano
Ronaldo ingresará 100 millones de euros. Georgina Rodríguez tiene 29 millones
de seguidores en Instagram, -yo tengo 102 seguidores en mi blog- e ingresa
anualmente más de 4 millones de euros. Se habla de que las marcas se la rifan y
que ha creado un imperio. Pero su imperio son sus seguidores. Y sus seguidores
carecen de derechos. Y sucede lo mismo que cuando hablábamos de Facebook. ¿Qué
vende Georgina para que las marcas se la rifen? La percepción visual y auditiva
de sus seguidores. Y lo hace sin el permiso de sus seguidores y sin que estos
sean conscientes de que Georgina vende una parte de sus fuerzas esenciales
subjetivas. Y con respecto al individualismo se produce lo siguiente: por un
lado, se desarrolla el individualismo de Georgina hasta el extremo de la
idolatría, y por el otro lado, sus seguidores se presentan como individuos
diseminados con un debilitado y escaso desarrollo individual en el marco de
esta experiencia. ¿Y por qué es importante prestarle atención a este mundo?
Porque es el mundo más aparente y, por tanto, el que mayor influencia tiene en
la conformación de la ideología. Y mientras tanto muchos marxistas, alejados
como están del mundo aparente, reflexionan sobre esencias, donde una de las
predilectas es hasta qué grado tenía razón Marx sobre su manoseada ley de la
tendencia decreciente de la ganancia. Cuando resulta que el mundo global es un
mundo dominado fundamentalmente por los monopolios, esto es, un mundo donde la
ley del valor es infringida una y otra vez y los precios distan mucho de
expresar en términos cuantitativos el verdadero valor creado.
Recordemos a Hegel o pensemos como Hegel: la
apariencia forma parte de la realidad o la apariencia no es más que la
manifestación de la esencia o la esencia en otra determinación. Pero los
marxistas, en su inmensa mayoría, siguen ignorando el mundo aparente y solo se
concentran en las esencias despojadas de su manifestación aparente. En vez de
descubrir mediante el análisis la esencia en la apariencia, ignoran o apartan
la apariencia y van directamente a la esencia. Y cuando solo pensamos en
esencias, da lo mismo vivir en el siglo XIX que en el mundo actual. De proceder
así, dejando de lado la apariencia, las particularidades de la época actual
terminan por desaparecer de la mente. Y si como dice Hegel la apariencia es
solo la esencia en otra determinación, entonces quienes ignoran la apariencia,
en verdad no conocen de un modo relativamente completo la esencia. Si
utilizáramos El Capital de Marx, diríamos: quien no conoce la ganancia,
la apariencia, con sus diversas sustantivaciones y manifestaciones, no conoce
por completo la plusvalía, la esencia.
Hola, Francisco. En este tema del individualismo enfrentado a los intereses comunes tengo la duda de qué lado quedan los partidarios del aborto. Saludos.
ResponderEliminarEstimado Diego:
ResponderEliminarSolo puedo decirte lo siguiente: una cosa es ser partidario del aborto y otra muy distinta es ser partidario del derecho al aborto. Una mujer puede defender el derecho al aborto y, sin embargo, no se partidaria de abortar cuando es su caso. No creo tampoco que el derecho a abortar exprese el interés común de todas las mujeres, sino solo el de algunas mujeres.