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viernes, 23 de mayo de 2025

Sustantivo: atributos, adjetivos, predicados y accidentes

 

Todo sustantivo, sean personas o cosas, es el conjunto de los atributos, adjetivos, predicados y accidentes que le correspondan. Si al sustantivo le restamos sus atributos, adjetivos, predicados y accidentes, el sustantivo queda reducido a cero. El lenguaje es muy engañoso. En su empleo habitual hay exageración y engaños. El lenguaje nunca termina por atrapar a la realidad tal cual es: siempre se quedan cosas y aspectos fuera o se ponen cosas que no se dan. De dos personas, la señora X y la señora Z, podemos decir: son estresadas. Hemos metido en el mismo conjunto a la señora X y a la señora Z con la nota común “estresadas”. Pero cuando hacemos esto, dejamos fuera del conjunto “estresado” el 95 por ciento del sustantivo de la señora X y el 95 por ciento del sustantivo de la señora Z. Y a lo mejor resulta que las diferencias sustantivas entre la señora X y la señora Z son abismales. Desde que adjetivamos con fines identificativos a dos personas, y esto lo hacemos muy a menudo, llevamos a cabo un proceso de abstracción donde dejamos muchas, pero muchas cosas atrás. Somos más dados a las abstracciones de lo que pensamos. Pero estamos habituados a emplear el lenguaje de esa manera.  Así que en muchos casos el lenguaje es un engaño. Y los adjetivos son la herramienta fundamental de ese engaño. Deberíamos ser más prudentes en el uso del lenguaje.

Pero hay más. No solo debemos afirmar que la señora X y la señora Z son estresadas, sino también analizar el contenido que estresa a la señora X y el contenido que estresa a la señora Z. La señora Z trabaja en el banco y emplea 40 minutos en elaborar una hoja de reclamación de un producto financiero de un cliente. Ese día ha atendido a diez personas, pero se siente muy estresada. Este es el caso de una persona que se estresa con muy poco. La señora X, por el contrario, atiende durante cuarenta minutos a cinco personas con problemas que exigen una solución urgente. Hablamos de servicios que hay que realizar a una determinada hora: servirle a un hotel o a un restaurante su mercancía. Tiene que llamar al repartidor, pero el repartidor le comenta que está en una cola o que tiene dificultades para aparcar. O puede suceder que la persona del almacén de la fábrica encargada de servir la mercancía se despistó y no lo hizo, o hubo un error en el comercial y no entregó la nota de pedido. De manera que la señora X durante esos 40 minutos tuvo que realizar cinco o seis tareas de gestión y todas acuciadas por el reloj y sometida a fricciones con sus colaboradores, concesionarios y clientes. Es evidente que hay una diferencia abismal entre el contenido que genera el estrés en la señora X y el contenido que lo genera en la señora Z. Sin embargo, por la función generalizadora del lenguaje, decimos de la señora X y de la señora Z que están estresadas. En este caso cuando ponemos en el mismo conjunto a la señora X y la señora Z bajo la nota “estresada”, la igualdad que establecemos es puramente formal.

Así que concluimos. El lenguaje, por causa de sus funciones abstractivas y generalizadores, dibujan, en muchas ocasiones, una representación falsa del mundo. Por medio de los adjetivos, cuando igualamos a dos personas, hacemos abstracción de las diferencias sustantivas que hay entre ellas y que pueden ser abismales. Y por medio de la función generalizadora de los adjetivos, igualamos a dos personas entre las que hay diferencias de contenidos de los adjetivos igualmente abismales. Así que a tener más cuidado con el uso del lenguaje y seamos filosóficamente más rigurosos.

 

1 comentario:

  1. Es el caso del sustantivo "terrorismo", aplicado, por igual en el mejor de los casos, a Hamás y al Estado de Israel. O el de "guerra" generosamente adjudicado por igual a Ucrania y Palestina.

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