Primera experiencia. Estoy viendo una serie en el televisor. Veo como un vaso de cristal se desprende de la mano de una mujer, cae al suelo y se rompe en cientos de trozos. Oigo también el ruido que produce el choque del vaso con el suelo. Estoy en actitud pasiva y en mí aparentemente no se produce ninguna reacción.
Segunda experiencia.
Estoy viendo un partido de fútbol en el televisor. Mi sobrina de seis años está
en la cocina. Oigo el choque de un vaso de cristal contra el suelo. Al instante
me levanto alarmado y pregunto: Patricia, ¿Qué pasó? La oigo llorar al tiempo
que corro presuroso a la cocina. Levanto a mi sobrina del suelo. No veo sangre en
sus pies. Sí veo algunos trozos de cristal en sus sandalias. Me tranquilizo. La
siento en la silla, le quito las sandalias y le limpio con mucho cuidado los
pies, hasta que no queda el menor trozo de cristal. Después la llevo al salón
la tiendo en el sofá y me dirijo a la cocina a barrer el suelo de los cristales
rotos, al tiempo que le advierto a mi sobrina: “ni se te ocurra estar en la
cocina con los pies descalzos”. Mi sobrina ya había dejado de llorar.
Esta última experiencia
la catalogo como percepción activa cargada de sensibilidad, mientras que a la
primera experiencia la catalogo como experiencia pasiva vacía de sensibilidad.
En principio, y siendo la
misma experiencia, en el primer caso se produce una percepción pasiva carente
de sensibilidad, y en el segundo caso se produce una percepción activa cargada
de sensibilidad. Hay una diferencia ontológica entre la primera experiencia y
la segunda experiencia. La ontología es la disciplina que estudia la naturaleza
del ser y los modos de existir del ser. Entre la imagen televisiva de la rotura
del vaso de cristal y mi subjetividad hay una diferencia ontológica insalvable:
yo no existo en la imagen y el vaso de cristal roto en la imagen no existe en
mi realidad. Por eso puedo ser pasivo.
Pero ¿hacia dónde quiero
dirigir mi reflexión? Hacia la definición de lo que podríamos considerar una
persona dotada de una fuerte y desarrollada sensibilidad. Supongamos ahora a
una persona que cuando ve y oye como el vaso de cristal se rompe en la imagen
televisiva, lo siente como si él formara parte de esa escena televisiva. Y
engruña los ojos y siente temor de que la mujer se corte y sangre. Este tipo de
persona rompe la distancia ontológica que existe entre imagen y realidad. Esto
es lo que define a una persona con una alta y desarrollada sensibilidad. Esta
ruptura de la diferencia ontológica entre imagen y realidad se produce cono
mucha facilidad en las niñas y los niños. Conozco a una mujer que tiene una actitud
muy activa con las series televisivas que ve. Y dice, por ejemplo: “Puto
machista. Pero ella es boba. Déjalo ya. Mándalo a la mierda”. Esta mujer siente
lo que sucede en imagen como si existiera en la realidad. Eso es sensibilidad.
Podríamos seguir
indagando, pero con lo dicho basta para definir lo que entiendo que una persona
es especialmente sensible.
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