Aconsejo al lector que lea
previamente el artículo de Pablo Iglesias titulado ¿Quiénes son los de abajo? http://blogs.publico.es/pablo-iglesias/291/quienes-son-los-de-abajo/ ¿Es correcto
llamar “los de abajo” a ciertos sectores de la clase obrera tal y como hace
Pablo Iglesias? Creo que no. La sociología burguesa, caracterizada justamente
por su superficialidad y por emplear el nivel de ingreso y de patrimonio para
establecer las clases sociales, las divide en tres: alta, media y baja. Esta clasificación no sólo
tiene una connotación económico-política, tiene además una connotación
cultural. Esta actitud de sentirse miembro de la clase baja corresponde a la época
de los señores feudales y a las grandes familias dotadas de una enorme
servidumbre en la época capitalista. Así que caracterizar a ciertos sectores de
la clase obrera como “los de abajo” es éticamente hiriente. Es un atraso
ideológico. La clase obrera, al menos una buena parte de ella, se siente
culturalmente, y entiendo aquí lo de cultura en sentido amplio y en especial en
el sentido de saber vivir y saber sentirse libre, a la misma altura que la
clase capitalista. Voy más lejos: muchos sectores de la clase capitalista
pueden considerarse culturalmente bajos. Por lo tanto, esa forma de nominar a
ciertos sectores de la clase obrera por parte de Pablo Iglesia representa un
atraso ideológico y una gran falta de ética.
Pablo Iglesias hace daño sin saberlo. Su situación
personal acomodada –pertenece sociológicamente a la pequeña burguesía aunque
políticamente puede estar muy a la izquierda –no le permite comprender lo que
es perder el empleo, verse sin recursos y que el futuro se llene de
incertidumbre. Es muy hiriente en sus afirmaciones. Escuchen lo que dice: “…es
conmovedor ver a la izquierda más nostálgica llegar al orgasmo, cuando
trabajadores sindicados de los astilleros o de la minería defienden con sus
familias los puestos de trabajo y a sus comunidades frente a los
antidisturbios”. ¿Cómo es posible que en vez de mirar a los trabajadores de los
astilleros y de la minería mire a lo que él considera una izquierda nostálgica?
¿No es ofensivo y vulgar hablar de que la izquierda llega al orgasmo al
contemplar las movilizaciones de estos trabajadores? ¿Qué es aquí lo
fundamental? No creo que sea dirimir teóricamente si este sector debe
desempeñar un papel dirigente en el conjunto de la clase obrera, sino si logra
el objetivo de su lucha: conservar el puesto de trabajo. No luchan por el
socialismo ni por definir cuál es la naturaleza de la clase obrera actual, sino
por conservar su puesto de trabajo. De eso se trata. Lo demás es puro pavoneo y
falta de sensibilidad. No se trata de conmoverse, se trata de ayudar a las
familias a conservar su nivel de vida.
Escuchemos de nuevo Pablo Iglesias: “Los que hoy
están en la base de la estructura económica son irreductibles a una sola unidad
simbólica; son teleoperadores parados, empleadas del hogar, camareros,
enfermeros, trabajadores públicos que cobran menos de mil euros,…”. Desde
siempre las clases sociales no son homogéneas ni monolíticas. Entre los miembros
de las clases sociales hay muchas diferencias: por el sector económico en el
que participan, por el nivel de ingreso que poseen, por su nivel cultural y por
su poder político. Las clases están llenas de capas, sectores y grupos. Y
dentro de ellas las diferencias individuales pueden ser extremas. Hay una
división social aún mayor entre las clases: entre su sector práctico y sus
representantes políticos e ideológicos. ¿A qué viene esto de decir que no puede
haber unidad simbólica entre las clases –observar la extravagancia de la
expresión “unidad simbólica” –cuando desde siempre hay diferencias en su seno? La
unidad de una clase se obtiene en la
lucha política –la forma expresa de la lucha de clases –por los siguientes
medios: las organizaciones empresariales, los sindicatos, los partidos
políticos y el propio Estado. Así que la unidad de una clase es una lucha y no
algo que viene dado. Y la realidad así lo pone de manifiesto: una buena parte
de la base social del PP son trabajadores.
Pablo Iglesias parece que está descubriendo el mundo
al desgajarse –tengo esa impresión –del sector teoricista en el que estuvo
anclado o cercano durante tiempo. Desde
que participa en los debates de la Sexta ha ganado popularidad, ha observado
quiénes son las personas que lo apoyan,
y ha sacado la conclusión de que a esas clases de personas son a quienes tiene
que dirigirse cuando expone sus ideas. Esto lo sabe el PP, el PSOE y todos los
partidos parlamentarios desde hace mucho tiempo. También lo saben los periodistas. Y lo sabe
todo el mundo que tenga los pies en la tierra. Los teoricistas, los que viven
del socialismo pensado y los dogmáticos por supuesto que no: todos estos
sectores siguen viviendo en la luna.
Creo francamente que el artículo de Pablo Iglesias
carece de forma teórica y está ausente de pensamiento conceptual. Es un
ideograma vulgar. Sólo ve lo más
aparente, lo que más sale a la luz, lo que ve todo el mundo. Lo que sucede es
que Pablo Iglesias quiere extraer conclusiones generales sobre la clase
trabajadora a partir de su limitada y unilateral experiencia personal. Algún
día le llegará la humildad y tal vez en esa ocasión diga las cosas con menos
arrogancia y admita que lo que dice no supera el mundo de las apariencias.
Creo, por último, que quienes se le han opuesto han
visto más de lo que hay y están poniendo más teoría abstracta de la necesaria.
Pablo Iglesias se ha vuelto práctico y mucha gente de izquierda y gente común
lo quiere. Dice cuatro cosas claras y no se achica. Su valentía es admirada y,
en parte, ayuda a la causa general de la izquierda. Pero de ahí a suponer que sus
afirmaciones se pueden tomar como base crítica para elaborar el concepto de
clase obrera de la actualidad es un desatino.
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