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domingo, 14 de julio de 2019

El significante


En su Curso de Lingüística General, Ferdinand de Saussure hace la siguiente afirmación: “Podemos, pues, representar el hecho lingüístico en su conjunto, es decir, la lengua, como una serie de subdivisiones contiguas a un tiempo en el plano indefinido de las ideas confusas (A) y en el no menos indeterminado de los sonidos (B)”. Saussure parte de la idea de que los dos elementos que entran en juego en el funcionamiento de la lengua son las ideas y los sonidos. A las ideas también las denomina conceptos y  pensamiento.  Considera al pensamiento como una masa amorfa e indefinida y a los sonidos como una masa plástica indeterminada. Solo la unión de ambos por medio de la lengua los dota de determinación y forma. No estoy de acuerdo con este punto de partida. No creo que sea acertado afirmar que antes que los seres humanos hablaran,  reinara en el mundo de los sonidos  y del pensamiento el caos, la indistinción y la indeterminación.


Los sonidos

Los truenos producen un sonido o una secuencia sonora determinada, pero también lo hacen las olas del mar, la lluvia y el viento. Si dejamos caer una moneda al suelo produce una configuración sonora determinada, pero también lo hace un bolígrafo si lo dejamos caer al suelo: produce una configuración sonora determinada y distinta de la que produce una moneda. Y así con un sinfín de objetos. Los frenazos de los coches, el abrir y cerrar las puertas, el girar la llave en la cerradura también producen configuraciones sonoras determinadas y distintas. El ladrido de un perro, el rebuzno de un burro y el graznido de una gaviota también producen configuraciones determinadas y distintas. En suma, los objetos del mundo y las fuerzas de la naturaleza, incluidos los animales, producen configuraciones sonoras determinadas y distintas, hasta el punto que podemos identificarlos sin necesidad de verlos. Luego el mundo de los sonidos antes que los seres humanos hablaran no era un mudo amorfo e indeterminado, todo lo contrario: era un mundo firmemente determinado.
¿Debemos considerar a todas las configuraciones sonoras del mundo simples objetos físicos como en general hacen los lingüistas y los filósofos? Pues no. Debemos considerarlos valores referenciales. ¿Qué entendemos por valor referencial? El conjunto de referencias cromáticas, sonoras, olfativas y mecánicas que permiten identificar un objeto. Y para identificar a un objeto a veces es suficiente con percibir las referencias sonoras que produce. Así podemos identificar a un perro, a un gato, a un automóvil y a muchísimas cosas más con solo oírlos.
El concepto de valor referencial o valor de identidad es el concepto primero de la Semiótica y, por consiguiente, el concepto primero de la Lingüística. Para una mejor comprensión de este concepto pueden leer en mi blog “Reflexiones sobre Semiótica” http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2001/05/reflexiones-sobre-semiotica.html#more.
También pueden leer otro trabajo titulado “Referente”: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2012/03/referente.html#more

Los conceptos, las ideas o el pensamiento

Saussure vincula los sonidos con los conceptos. Pero no da una definición clara de qué son los conceptos. Los llama también hechos de conciencia, pero esto no deja de ser una definición extremadamente vaga. O también los cataloga como fenómenos psicológicos, pero igualmente con esta afirmación permanecemos en el mundo de la vaguedad. A los conceptos los sitúa en “el plano indefinido de las ideas confusas”. Pero esta afirmación, al igual que su afirmación sobre el mundo de los sonidos, es errónea. En la sección dedicada al Método de la Economía Política de su obra Contribución a la Crítica de la Economía Política,  Marx se expresa en los siguientes términos: “La totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto de pensamiento…no es de ningún modo el producto del concepto que se engendra a sí mismo y que concibe aparte y por encima de la percepción y de la representación, sino que es la elaboración de la percepción y de la representación en conceptos”. Mientras Saussure parte de la base que el plano indefinido de las ideas se constituye en conceptos mediante el lenguaje que lo une al plano igualmente indeterminado de los sonidos, Marx remite los conceptos a las percepciones y las representaciones. Y aquí es donde se sitúa el segundo error de Saussure: antes de vincular los sonidos con los conceptos debemos vincularlos con las percepciones y con las representaciones.
El mono cercopiteco produce unas catorce configuraciones distintas y bien determinadas. Entre ellas se encuentran las tres llamadas de alarma: frente a los depredadores aéreos, frente a los depredadores terrestres y frente a las serpientes. Y ante esas tres llamadas los monos cercopitecos desarrollan tres tácticas diferentes de defensas: frente a los depredadores aéreos se bajan de los árboles y se ocultan entre los matorrales, frente a los depredadores terrestres (como el león, por ejemplo) se suben a los árboles, y frente a las serpientes las rodean y ayudados de ramas las expulsan de su territorio. El mono que da la señal de alarma vincula la percepción del depredador en cuestión con una determinada configuración  sonora, y los monos que escuchan dicha configuración sonora vinculan dicha configuración sonora con la representación relativamente clara de la clase de depredador en cuestión. Con esto queda demostrado que antes de que las configuraciones sonoras puedan quedar vinculadas a los conceptos están previamente vinculadas a las percepciones y a las representaciones.
Las palabras tienen dos funciones básicas: la nominativa y la conceptual. Históricamente primero nació y se consolidó la función nominativa de las palabras y después surgió la función conceptual. Y la función nominativa de las palabras está vinculada con las percepciones y con las representaciones. Y el salto cualitativo en el mundo del lenguaje se debió producir cuando los primeros humanos empezaron a usar los nombres de las cosas y animales sin que estas cosas y animales estuvieran presentes. Fue a partir de ese entonces cuando la representación cobró fuerza y abrió el camino para el surgimiento de los conceptos. También fue el momento en que en vez de que las representaciones surgieran en los sueños o brotaran de las necesidades y se presentaran como reproducciones más pobres en contenido que las percepciones, empezaron a producirse a partir de los signos. De ahí que antes que los conceptos se unieran a los sonidos, estos tuvieron que tomar el poder sobre las representaciones.
Creo haber demostrado que la concepción de Saussure sobre el origen del lenguaje donde se parte de un plano indefinido de las ideas y de un plano indeterminado de los sonidos es errónea.

La forma de significante

Supongamos que a una ciudadana alemana que no sabe nada de la lengua española la enseñamos a decir [mesa] y [silla]. Después de dos horas la ciudadana alemana sabrá identificar esas dos secuencias sonoras entre muchas otras secuencias sonoras sin necesidad de saber qué significan. Luego [mesa] y [silla] no son dos objetos físicos sin más sino que son dos valores referenciales sonoros firmemente determinados. Así que si al significante o imagen acústica le restamos su función significativa, le queda su función de identidad. Y como dije anteriormente el valor referencial o valor de identidad es el primer concepto de la Semiótica. Pero hay otros ejemplos y experiencias que atestiguan esta diferencia de valor. Todos podemos elaborar secuencias fónicas que no sean palabras agrupando sílabas de forma arbitraria: [metaclopo] , [escorpado] , [infolpeiro],… Todas estas secuencias fónicas tienen una forma firmemente determinada y, sin embargo, ninguna es palabra. Cuando hacemos esto, dichas secuencias fónicas se presentan como puros objetos de la percepción, sin más, sin plus. Advierto que cuando decimos que algo es objeto de la percepción el modo del ser que adopta ese algo es el de valor referencial. De manera que cuando afirmamos que algo es un puro objeto de la percepción no estamos afirmando que es un puro objeto físico.
Cierto es que los pueblos no se han dedicado a producir secuencias fónicas careciendo de intenciones indicativas o significativas, como si estuvieran haciendo solamente objetos para la percepción auditiva. (Esto sí lo hace el arte: crea objetos para que solo sean percibidos). Todo lo contrario: los pueblos crean secuencias fónicas con la intención de significar algo, pero no sabemos en qué consiste o como se produce esta forma. Husserl da una explicación muy interesante que a continuación paso a exponer con ciertas modificaciones y añadidos.

La forma de significante según Husserl

Lo que Saussure presenta en la forma del ser, significante y significado, Husserl lo presenta en la forma del movimiento, acto de producir el complejo vocal articulado fundido con el acto de dar sentido (intención significativa) y acto de cumplir el sentido (cumplimiento significativo). Lo que haremos en principio será enderezar nuestro interés hacia el signo en sí, el complejo vocal articulado o la palabra impresa. Cuando hacemos esto, la palabra se convierte en un mero objeto de la percepción o valor referencial. Cuando después la palabra empieza a funcionar como tal palabra, el carácter de la representación está cambiado. La palabra como individuo externo sigue siéndonos dada, sigue apareciendo ante nuestros oídos, pero ya no nos dirigimos hacia ella, ya no es ella el objeto de nuestra actuación psíquica. Nuestro interés, nuestra mención, nuestra intención, se dirige exclusivamente a las cosas mentadas en los actos de dar sentido. Permaneciendo inalterado lo que constituye el fenómeno del objeto (el complejo vocal articulado o la palabra impresa), cambia el carácter intencional de la vivencia: antes estaba dirigida hacia el signo en sí y ahora a las cosas o situaciones objetivas significadas por el signo. Ilustremos un poquito más esta idea. Cuando estamos leyendo un libro de Gabriel García Márquez, estamos totalmente volcados en las situaciones objetivas mentadas en el texto, representándonos los personajes y las miles de situaciones que viven. Pero si ahora enderezamos nuestro interés hacia el texto en sí, hacia las letras, tenemos la percepción de un mero objeto externo que ha dejado de ser palabra.
Las secuencias fónicas tienen dos formas: la natural, cuando las secuencias fónicas existen como simples valores referenciales sonoros desprovistos de función indicativa y de función significativa, y la de significante. La forma de significante es una forma fenoménica que se añade a la forma natural. ¿Cómo tenemos constancia de la existencia de la forma significante? No la podemos obtener observando la secuencia fónica, pues ha permanecido inalterada. Al funcionar como palabra la secuencia fónica sigue teniendo en sí la misma forma que tenía como mero objeto de la percepción.  Así que este cambio de forma solo puede provenir del sujeto, de un cambio en la intención de su vivencia, que ya no dirige su interés hacia la palabra en sí, sino hacia la cosa o situación objetiva mentada o significada por ella. Por lo tanto, la forma natural de una secuencia fónica adopta la forma de significante cuando su usuario cambia la intención de su vivencia, que ya no se dirige a la palabra en sí, aunque sigue siendo su sustento, sino a la cosa significada o mentada por ella.









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