Escenarios. 24
de julio de 2002.
(Advierto que nos moveremos en el marco del
pensamiento de Nietzsche, aunque lo enmendaremos o lo encausaremos con el
pensamiento de Mao Zedong)
1.
¿De
qué depende que el mundo de mañana sea mejor que el de hoy? Contesta Nietzsche:
de la voluntad. Es obvio: el mundo será lo que nosotros queramos que sea y no
será lo que nosotros no queramos que sea. No se trata de lo que deseamos o
imaginamos, sino de lo que queremos. La voluntad es la potencia del alma que
debe dominar sobre las demás, nuestro principal caballo de batalla en nuestra
educación moral. Si quisiéramos educarnos en el amor, serían entonces los
sentimientos y no la voluntad nuestro principal caballo de batalla. Luis
Herrero quiere que seamos duros y Héctor Dama quiere que seamos humanos. En uno
y otro caso es la voluntad la que obra y se abre paso. Al igual que la voluntad
“libre”, no mediada sino por sí misma, es la base del Estado de derecho, del
mismo modo la voluntad de poder, mediada por sí misma y la voluntad de los
otros, es la base de la moral.
2.
¿Es
suficiente con la voluntad para que el mundo del mañana sea mejor que el de
hoy? De ninguna manera. La voluntad, para operar sus resultados, necesita de la
conciencia, del conocimiento. Si no conocemos el mundo en todas sus abismales
profundidades, nuestra voluntad será ciega y actuará a tientas. Proponemos,
siguiendo a Nietzsche, la voluntad de poder, pero el poder de la voluntad
depende en buena parte del conocimiento. Sin conocimiento, sin ciencia, nuestra
voluntad no será una voluntad de poder, como nos ha educado Nietzsche, sino tan
solo una buena voluntad, según nos propuso Kant.
3.
¿Es
suficiente con la voluntad y con la conciencia para que el mundo del mañana sea
mejor que el de hoy? Pues no. Hacen falta los medios. Para que nuestra voluntad
se imponga al decadente mundo de hoy y cree el hermoso mundo del mañana
necesita de medios. ¿Qué o quiénes son esos medios? Escuchemos la respuesta de
Mao Zedong: las ideas correctas, elaboradas
por el reducido grupo de los escogidos, solo se convertirán en una fuerza
material para transformar el mundo si son asumidas por las grandes masas. Aquí
radica el principal error de Nietzsche al elaborar su concepción moral del
mundo: solo percibió los aspectos negativos de las masas y no su aspecto
revolucionario. No se percató que el mundo no cambiará, por mucha voluntad de
poder que tenga el grupo de los elegidos, si las grandes masas no se hacen con
la conciencia de la necesidad de transformar el mundo para su propio bien y
provecho. Los espíritus fuertes se hacen no en lucha contra las grandes masas,
sino poniéndose a su cabeza.
(Las palabras escritas en negrita no pertenecen al
texto de Mao Zedong. En la ideología política marxista en vez de la palabra “elegidos”,
que tiene una alta connotación moral, siempre se ha preferido emplear la
palabra “vanguardia”)
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