López Arnal siempre ha presentado reparos al
estatuto de la Lógica Dialéctica como tal Lógica. Pero cambiemos de nominación
y así tal vez ponga menos reparos. Hablemos del pensamiento dialéctico sin que
este se haya constituido en un cuerpo teórico autónomo. Pensar, entre otras
cosas, implica tener en cuenta todos los
aspectos pertinentes que concurren en un problema. Cuántos más aspectos se
tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca del
pensamiento dialéctico; y cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, más
unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico. Es propio
de la economía convencional proporcionar definiciones aisladas sobre el dinero.
Así, por ejemplo, Paul Krugman y Robin Wells en su obra titulada Introducción a la Economía proporcionan
la siguiente definición de dinero: “El dinero se define en términos de lo que
es capaz de hacer: dinero es cualquier activo que puede ser fácilmente usado
para adquirir bienes y servicios”. A esto se llama pensar de modo metafísico.
Proporcionar definiciones aisladas y que se toman como puntos de partida. En El Capital, por el contrario, el dinero
se presenta como el resultado de un proceso de evolución que atraviesa varias
etapas. En el pensamiento de Marx hay dinamismo, mientras que en el pensamiento
de Krugman y Wells predomina la visión estática de las cosas y sus relaciones
mutuas. Y no solo se presenta esta diferencia al comparar el pensamiento de
Marx con el de estos dos economistas convencionales, también ocurre que el
pensamiento de Marx es más profundo, más rico y más complejo que el de los dos
economistas convencionales.
Pedazos de papel
Krugman y Wells en la obra referida dicen lo
siguiente: “Hoy día nos parece natural el que podamos entregar un cierto número de pedazos de un papel
especial, impresos de manera sofisticadísima, y recibir cualquier bien o
servicio a cambio”. A esto se llama economía vulgar: un pensamiento que capta
las cosas en su manifestación más externa y superficial. Reducir uno de los productos sociales más
importantes de la vida humana, el dinero, que es resultado de un largo proceso
de evolución social, a su forma más enajenada y extrañada, a su existencia
material, implica un pensamiento muy pernicioso para la ciencia. Krugman y
Wells no van más allá de la representación corriente que se hacen del dinero
los agentes económicos. El dinero, eso que en la actualidad se presenta como
“pedazos un papel especial, es la expresión de las relaciones económicas entre
los seres humanos. Es un grave error filosófico el que cometen Krugman y Wells
cuando presentan como cosas las relaciones sociales, contribuyendo de forma
inconsciente a mantener la enajenación que experimentan los seres humanos, esto
es, contribuyendo a que los seres humanos no controlen las relaciones
económicas entre ellos y así no produzcan un mundo más justo y feliz.
El precio
Escuchemos de nuevo a Krugman y Wells en la obra
referida: “Los billetes que lleva usted en su billetera son dinero. Otras
formas de la riqueza, como los automóviles, las casas o los títulos de valor,
no son dinero”. A esto se llama forma metafísica de pensar, todo lo contrario
del pensamiento dialéctico –para que tome nota López Arnal–. Un rasgo del
pensamiento metafísico es pensar por medio de definiciones aisladas, que es lo
que hacen Krugman y Wells. Y otro rasgo del pensamiento metafísico,
consecuencia de las definiciones aisladas, consiste en la desconexión de las
partes del todo. Krugman y Wells ponen la mercancía en un lado, los automóviles,
y el dinero en otro lado, como si entre esos dos lados no hubiera conexión ni
transición. Si miramos cualquier automóvil que esté a la venta, observamos que
lleva colgado su precio, por ejemplo, 20.000 euros. En el precio existe el
dinero de forma ideal. Luego la separación y desconexión que Krugman y Wells
suponen que se da entre las mercancías y el dinero no son ciertas. Fuera de la
mercancía, en el bolsillo del comprador, existe el dinero contante y sonante,
mientras que sobrepuesto en la mercancía existe el dinero en forma ideal. Ya hemos
unido más el dinero con la mercancía, aunque en una modalidad de existencia
distinta. Pero el precio es algo más que la simple existencia del dinero en
forma ideal. Vamos a recurrir a dos economistas convencionales, Samuelson y
Nordhaus, para ver cómo definen el precio en su obra Economía: “En un sistema
de mercado, todo tiene un precio, que es
el valor del bien expresado en dinero”. Ahora nos damos cuenta, gracias a
Samuelson y Nordhaus, que entre el dinero y la mercancía no solo hay una
conexión externa, sino también una conexión interna: el precio es la expresión
del valor de un bien o un servicio. Del dinero llegamos al precio, que era algo
superpuesto a la mercancía, y del precio hemos llegado al valor de la
mercancía, que es una parte interna de la mercancía. Hemos roto así con la
concepción metafísica de Krugman y Wells, que ponían en un lado a la mercancía
y en otro el dinero, y que definía este último como la negación del primero: el
dinero no es un automóvil. Dicho de forma general: el dinero no es una
mercancía. Y si ya hemos llegado al valor, entonces ya podemos aterrizar en el
pensamiento de Marx y así disfrutar de la riqueza de su pensamiento y su concepción
del mundo transido por el inmenso poder de la contradicción, que es uno de los
rasgos esenciales del pensamiento dialéctico.
Lo particular y lo social
Escuchemos a Marx en la sección de El Capital dedicada al atesoramiento: “La mercancía como
valor de uso satisface una necesidad específica y constituye un elemento particular de la riqueza material.
Pero el valor de la mercancía mide el grado de su fuerza de atracción sobre
todos los elementos de la riqueza material, o sea, la riqueza social de su
poseedor”. Aquí vemos dos contrarios: elemento particular de la riqueza
frente a riqueza social. Reflexionemos. Todas las personas realizan trabajos
particulares y por consiguiente contribuyen a producir bienes o servicios
particulares. En este ámbito nadie es más que nadie; o si lo es, lo es en
pequeña medida. Una ingeniera satisfará una necesidad más compleja y de calidad
que un barrendero, pero siempre satisfará una necesidad particular. Nadie
produce todos los bienes y servicios que necesita. Pero el valor mide el grado
de fuerza de atracción sobre todos los elementos de la riqueza material. Así
que a más valor, la fuerza de atracción será mayor; y a menos valor la fuerza
de atracción será menor. Por ejemplo, como el valor del esfuerzo o trabajo
particular de Ronaldo es enorme, su riqueza social es inmensa; mientras que
como el valor de la fuerza de trabajo de una cajera de supermercado es pequeño,
su riqueza social es pequeña. Así que son en las diferencias de valor donde
reside las desigualdades económico sociales, que tan superpoderosos y felices
hacen a unos y que tan carentes de poder e infelices hacen a las mayorías
sociales. Lo importante en este pensamiento de Marx estriba en que hablando de
la contradicción entre valor de uso y valor la presenta como la contradicción
existente entre el elemento particular de la riqueza y la riqueza social, entre
cada uno de los bienes y servicios en su particularidad y el conjunto de los
bienes y servicios. En esto estriba la riqueza del pensamiento de Marx y su
poderosa dialéctica: en el continuo flujo y reflujo de sus conceptos: en el
valor se ve el valor de uso.
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