La religión es un hecho humano y tiene una historia
muy larga. La religión es saber, es filosofía y es lógica. Desterremos de nuestra
mente la tesis fría y absoluta de aquellos que presentan a la religión como una
ideología irracional. Asumamos su lógica y saquémosle partido. En filosofía se
trata de pensar; y hacerlo sobre todos los asuntos que atañen a la vida, incluidas las fantasías, pues en ellas también encontramos al ser humano con todas sus contradicciones.
En la religión cristiana el hombre es concebido como
una unidad de contrarios: cuerpo y alma. El cuerpo es perceptible y el alma no
es perceptible. El alma se hace perceptible por medio del cuerpo, no por sí
misma sino por medio de otro. De manera que debemos concebir el cuerpo de dos
maneras: en sí mismo y como manifestación del alma. Y cuando llegue la muerte,
el alma se separará del cuerpo. Y se manifestará así su abismal oposición: el cuerpo
es caduco y el alma es eterna.
En el mundo económico los valores de uso son el
cuerpo de la economía, mientras que el dinero es su alma. Y bajo el hegemónico y omnipotente poder financiero, y más aún en sus periodos de crisis, se manifiesta la abismal oposición entre
valor de uso y valor. Recordemos las palabras de la Sagrada Biblia (Juan 1:14):
“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Y esto es lo que pedimos a
las finanzas, que el dinero se invierta y se transforme en riqueza para el bien
de los seres humanos. Lo que debemos rechazar es la especulación, esto es, que
el dinero se transforme en títulos de valor y de nuevo se transforme en dinero, recorriendo una y otra vez ese ciclo sin fin, habitando así solo en el reino de los
cielos de la Bolsa, de espalda a los sufrimientos de los seres humanos en la Tierra.
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