Pensar en sentido estricto solo puede hacerse cuando
se emplean conceptos. Quien no da definiciones previas sobre la materia de la
que habla, no estará pensando, sencillamente estará opinando. Si estamos
evaluando, por ejemplo, el papel que desempeñan ciertos repartidores de
productos de elaboración industrial, hay que saber qué es y cómo es el mercado
del que se está hablando, hay que distinguir con claridad la producción con sus
costos, la organización de la distribución con sus costes, la comercialización
con sus costes, así como la calidad y precios de los productos propios y ajenos
en el mercado. Quien hable de esta materia sin esos conceptos y distinciones
claros, no estará pensando, su discurso no será ordenado ni fundamentado,
sencillamente estará opinando. Lo peor es que hay dirigentes que cuando hablan,
afirman: esta es mi opinión. Pero si es su opinión, carece de valor para la
dirección y organización de cualquier clase de actividad. Lo que se exige es
pensar. Así que no es lo mismo pensar que opinar. Pero lo que necesitamos es
pensar.
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