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lunes, 23 de marzo de 2020

Emoción e inteligencia


Este trabajo se lo dedico a Ramón Galán: una persona tremendamente emocional. Las emociones se pueden entender como padecimientos y se habla de que hay personas que no controlan sus emociones y no pueden evitar su manifestación externa: llorando, gritando o gesticulando. En psicología suele hablarse de funciones superiores de la actividad nerviosa superior cuando se habla de la percepción, la atención, la memoria y el pensamiento. Yo prefiero hablar de fuerzas de la subjetividad por dos razones, una, porque así incluyo todo, además de las funciones psicológicas superiores mencionadas anteriormente, añado la pasión, los sentimientos, la emoción, la voluntad, los intereses, la disciplina y un largo etcétera, y dos, porque así las opongo a la inteligencia, como el modo en que todos aquellas potencias o fuerzas pueden ser controladas y dominadas. Entiendo por emoción aquella afectación del ánimo que se experimenta en todo el cuerpo, y te hace sonreír y alegrarte, o llorar y entristecerte.


Las fuerzas de la subjetividad no son fáciles de diferenciar y en ocasiones se confunden unas con otras. Es fácil confundir la sensibilidad con la emotividad. Hay personas sensibles pero poco emotivas. Lo que no puede darse nunca es el caso de una persona que sea emotiva y no sensible. Llamaremos persona inteligente a aquella persona que sabe dominar y rentabilizar las fuerzas de la subjetividad. A Ramón le sucede que la emoción le puede y se escapa a su control. Todas las fuerzas de la subjetividad, además de por la expresión facial y los gestos, se expresan en el lenguaje. Es cierto que las actrices y actores –en estos los ingleses son de los mejores– saben expresar con su cara casi todos los estados del alma: alegría, deseo, rabia, frustración, sorpresa, dejación, ambición… Así sucede que Ramón dominado por la emoción intelectual se embala y pierde de vista la línea central. Cuando Ramón llegue a dominar sus emociones, fuerza de la subjetividad que yo considero decisiva en el desarrollo espiritual y en la memorización, mejorará su rendimiento intelectual de manera notable.

Pero escuchemos a este respecto a Robert Frost en su obra Prosas: “Las emociones tienen que ser contenidas y sujetadas con disciplina al molino de la inteligencia, no liberadas con exclamaciones. Ninguna fuerza llevará lejos su expresión si no se cierran todos sus poros con disciplina para que el chorro salga por un solo orificio. Es sabido que la emoción supura”. Los poetas son muy dados a las metáforas. Creo que un poeta que no domine las metáforas no es tal poeta. Yo suelo hacer uso de muchas analogías para explicar las cosas. Se trata de ver en otra cosa lo que resulta difícil verlo en su lugar natural. La analogía y la metáfora tienen muchos parecidos, pero mientras en la analogía buscamos el máximo parecido con rigor, en la metáfora buscamos la belleza en base al uso libre del léxico. En la analogía buscamos significados precisos, mientras que en la metáfora los significados son más volátiles y ambiguos. Entiendo en este caso la volatilidad y la ambigüedad en sentido positivo, como el modo de expresar algo por medio de otra cosa buscando el placer estético. En ocasiones con cierto grado de  votalidad y ambigüedad logramos obtener una imagen de las cosas más profunda y certera. El riguroso puede en ocasiones empobrecer la representación y restarle fuerza a la expresión. De ahí que desde siempre he educado mi espíritu no solo con los grandes colosos de la ciencia y del pensamiento filosófico, sino también con los grandes clásicos de la literatura y de la poesía. Igual que hace meses estaba encantado con Cao Xuequin, ahora lo estoy con Robert Frost, como en su tiempo lo estuve con Borges, Walt Whitman y Cervantes.

Volvamos a Frost y a sus consejos: Las emociones tienen que ser contenidas y sujetadas con disciplina. Este es uno de los errores de Ramón: no contenerse. Pero ojo: alguien puede estar contenido externamente y no hablar, pero puede estar por dentro totalmente descontrolado y en ebullición. Si no se produce la contención interior, se pierde la concentración de las fuerzas en un “solo chorro”, empleando la metáfora de Frost. Vayamos ahora con la disciplina. La persona disciplinada es aquella que sabe respetar las normas y las restricciones sin cuestionamiento. Ocurre lo de antes: puede haber una persona que externamente sea disciplinada, pero por dentro no haya hecho suya las normas de conducta de forma natural. Esta es una clave de la disciplina intelectual, que se haga de forma natural, no de manera forzada. Y terminamos con la metáfora de “el molino de la inteligencia”. Es la inteligencia el medio o fuerza mediante la cual obtenemos la contención y la sujeción disciplinada de las emociones.
Y acabamos con la última metáfora de Frost. Se trata de que la fuerza o las fuerzas que anidan en el interior –ideas, pensamientos, sensaciones o sentimientos– logren su mayor grado de expresión. Pero para ello es necesario cerrar todos los poros por donde puedan salir las emociones y concentrarlas en un solo orificio. Si nuestras emociones, esa afectación del alma que sacude todo nuestro cuerpo, sale por muchos poros, carecerá de fuerza y su grado de expresión será pobre. Por  el contrario, si evitamos que salga por muchos poros y que lo haga por un solo orificio, es evidente que tendrá mucha fuerza y su grado de expresión llegará lejos. Es obvio que para que todo esto sea posible hay que estar formado intelectualmente. Sin fondo cultural y sin forma conceptual no hay nada que hacer, puesto que como dije antes todas las fuerzas de la subjetividad solo logran su expresión adecuada mediante el lenguaje.

2 comentarios:

  1. Inteligencia emocional... y sobre todo emoción inteligente

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  2. Saber contenerse, para mi la gran ausente. Intensa por no decirme pesada, exagerada u otros calificativos. Yo, sin embargo, me digo: intensa, sí, pero por pasional. Aún así, creo una virtud el saber contenerse, aunque no demasiado...
    Gracias por tus aportaciones.

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