Este trabajo se lo dedico a Ramón Galán: una persona
tremendamente emocional. Las emociones se pueden entender como padecimientos y
se habla de que hay personas que no controlan sus emociones y no pueden evitar
su manifestación externa: llorando, gritando o gesticulando. En psicología suele
hablarse de funciones superiores de la actividad nerviosa superior cuando se
habla de la percepción, la atención, la memoria y el pensamiento. Yo prefiero
hablar de fuerzas de la subjetividad por dos razones, una, porque así incluyo
todo, además de las funciones psicológicas superiores mencionadas
anteriormente, añado la pasión, los sentimientos, la emoción, la voluntad, los
intereses, la disciplina y un largo etcétera, y dos, porque así las opongo a la
inteligencia, como el modo en que todos aquellas potencias o fuerzas pueden ser
controladas y dominadas. Entiendo por emoción aquella afectación del ánimo que
se experimenta en todo el cuerpo, y te hace sonreír y alegrarte, o llorar y
entristecerte.
Las fuerzas de la subjetividad no son fáciles de
diferenciar y en ocasiones se confunden unas con otras. Es fácil confundir la
sensibilidad con la emotividad. Hay personas sensibles pero poco emotivas. Lo
que no puede darse nunca es el caso de una persona que sea emotiva y no
sensible. Llamaremos persona inteligente a aquella persona que sabe dominar y
rentabilizar las fuerzas de la subjetividad. A Ramón le sucede que la emoción
le puede y se escapa a su control. Todas las fuerzas de la subjetividad, además
de por la expresión facial y los gestos, se expresan en el lenguaje. Es cierto
que las actrices y actores –en estos los ingleses son de los mejores– saben
expresar con su cara casi todos los estados del alma: alegría, deseo, rabia,
frustración, sorpresa, dejación, ambición… Así sucede que Ramón dominado por la
emoción intelectual se embala y pierde de vista la línea central. Cuando Ramón
llegue a dominar sus emociones, fuerza de la subjetividad que yo considero
decisiva en el desarrollo espiritual y en la memorización, mejorará su
rendimiento intelectual de manera notable.
Pero escuchemos a este respecto a Robert Frost en su
obra Prosas: “Las emociones tienen
que ser contenidas y sujetadas con disciplina al molino de la inteligencia, no
liberadas con exclamaciones. Ninguna fuerza llevará lejos su expresión si no se
cierran todos sus poros con disciplina para que el chorro salga por un solo
orificio. Es sabido que la emoción supura”. Los poetas son muy dados a las
metáforas. Creo que un poeta que no domine las metáforas no es tal poeta. Yo
suelo hacer uso de muchas analogías para explicar las cosas. Se trata de ver en
otra cosa lo que resulta difícil verlo en su lugar natural. La analogía y la
metáfora tienen muchos parecidos, pero mientras en la analogía buscamos el
máximo parecido con rigor, en la metáfora buscamos la belleza en base al uso
libre del léxico. En la analogía buscamos significados precisos, mientras que
en la metáfora los significados son más volátiles y ambiguos. Entiendo en este
caso la volatilidad y la ambigüedad en sentido positivo, como el modo de
expresar algo por medio de otra cosa buscando el placer estético. En ocasiones
con cierto grado de votalidad y
ambigüedad logramos obtener una imagen de las cosas más profunda y certera. El
riguroso puede en ocasiones empobrecer la representación y restarle fuerza a la
expresión. De ahí que desde siempre he educado mi espíritu no solo con los
grandes colosos de la ciencia y del pensamiento filosófico, sino también con
los grandes clásicos de la literatura y de la poesía. Igual que hace meses
estaba encantado con Cao Xuequin, ahora lo estoy con Robert Frost, como en su
tiempo lo estuve con Borges, Walt Whitman y Cervantes.
Volvamos a Frost y a sus consejos: Las emociones
tienen que ser contenidas y sujetadas con disciplina. Este es uno de los
errores de Ramón: no contenerse. Pero ojo: alguien puede estar contenido
externamente y no hablar, pero puede estar por dentro totalmente descontrolado y en
ebullición. Si no se produce la contención interior, se pierde la concentración
de las fuerzas en un “solo chorro”, empleando la metáfora de Frost. Vayamos
ahora con la disciplina. La persona disciplinada es aquella que sabe respetar
las normas y las restricciones sin cuestionamiento. Ocurre lo de antes: puede
haber una persona que externamente sea disciplinada, pero por dentro no haya
hecho suya las normas de conducta de forma natural. Esta es una clave de la
disciplina intelectual, que se haga de forma natural, no de manera forzada. Y
terminamos con la metáfora de “el molino de la inteligencia”. Es la
inteligencia el medio o fuerza mediante la cual obtenemos la contención y la
sujeción disciplinada de las emociones.
Y acabamos con la última metáfora de Frost. Se trata
de que la fuerza o las fuerzas que anidan en el interior –ideas, pensamientos, sensaciones
o sentimientos– logren su mayor grado de expresión. Pero para ello es necesario
cerrar todos los poros por donde puedan salir las emociones y concentrarlas en
un solo orificio. Si nuestras emociones, esa afectación del alma que sacude todo
nuestro cuerpo, sale por muchos poros, carecerá de fuerza y su grado de
expresión será pobre. Por el contrario,
si evitamos que salga por muchos poros y que lo haga por un solo orificio, es
evidente que tendrá mucha fuerza y su grado de expresión llegará lejos. Es
obvio que para que todo esto sea posible hay que estar formado
intelectualmente. Sin fondo cultural y sin forma conceptual no hay nada que hacer,
puesto que como dije antes todas las fuerzas de la subjetividad solo logran su
expresión adecuada mediante el lenguaje.
Inteligencia emocional... y sobre todo emoción inteligente
ResponderEliminarSaber contenerse, para mi la gran ausente. Intensa por no decirme pesada, exagerada u otros calificativos. Yo, sin embargo, me digo: intensa, sí, pero por pasional. Aún así, creo una virtud el saber contenerse, aunque no demasiado...
ResponderEliminarGracias por tus aportaciones.