El mundo no cesa de cambiar, de construirse, de estatuir nuevas realidades y nuevas formas de enriquecimiento, pero tú sigues empecinado en leer solo aquello que fortalezca tu identidad ideológica. Y te quejas de todos aquellos textos que al leerlos no coinciden con tus expectativas y tu “gusto teórico”. Así logras identificarte y fortalecer tu identificación, pero cada vez conoces menos el mundo en el que vives. Porque el mundo no para de cambiar; y porque primero el mundo se hace, y después se piensa. Y casi siempre llegamos tarde en el pensar, y en ese momento ya no podemos evitar que el mundo haya cambiado en la dirección que no deseamos.
George Clooney acaba de renunciar a 35 millones de
dólares por el trabajo de un día en el ámbito de la publicidad. Esa es la
existencia. Se te muestra la apariencia. Siempre partiendo de la base de que la
apariencia es la manifestación de la esencia. Esta realidad la tienes ahí, a
dos pasos de ti, pero no le prestas atención. Para ti carece de interés. Tú
solo te sientes a gusto con los conceptos de Marx. Y así te va: abandonando de
continuo el estudio de la existencia y encerrado en los conceptos. Y no es que
Marx estuviera equivocado en la elaboración de los conceptos y donde tú quieres
encontrar todas las respuestas, sino que el equivocado eres tú, que sigues
empecinado en darle a la espalda a la existencia. Y así, en vez de alimentarte
de percepciones y representaciones que provengan de la existencia, solo te
alimentas de representaciones que solo provienen de los conceptos. No te das
cuenta, pero al separar la esencia de la existencia, y eso es lo que
continuamente haces, te mueves por los carriles del idealismo, aunque tú en tu
fuero interno creas que eres un consumado y excelso materialista.
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