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miércoles, 16 de noviembre de 2022

El pensar reflexivo o ideativo

 

Toda persona que escribe o realiza una tarea práctica lo anima el pensamiento, pero no piensa cómo escribe lo que escribe y cómo hace las cosas que hace. De ahí que sea bueno que de vez en cuando se pare y reflexione sobre el cómo piensa y cómo lo hace. Donde hay mucho pensamiento reflexivo hay pocas palabras. ¿Por qué? Porque reflexionar es darle muchas vueltas a la misma cosa o a la misma idea.

Lo que cuento ahora lo vi en un capítulo de una serie titulada Espiral. Una mujer de unos cuarenta años, embriagada y hablando y riéndose sola, atraviesa un puente no muy largo, se sube al muro que flanquea el puente y se dispone a suicidarse abriendo los brazos. Debajo se ven pasar los trenes, silenciosos -porque el director le anuló el sonido-, pero todopoderosos, inconscientes de la tragedia que se avecinaba. Luego pasa un camión y nos quita la visión de la mujer suicida. Y una vez que pasa el camión ya no vemos a la mujer. 

Esta escena puede ser escrita de distintas maneras y puede incluso ser modificada. Y lo bueno sería hacerlo. De ese modo reflexionaríamos sobre el cómo contar un mismo suceso. Pero el pensamiento que anime la narración debe tener raíces sensibles. El hecho narrado no solo debe ser pensado, sino también sentido. ¿Y la forma estética? Debe ser lo último o no debe estar en primer plano. La estética debemos buscarla primero en el contenido y luego en la forma lingüística. Lo que debemos evitar es que la forma lingüística oculte o dificulte la percepción del contenido o domine sobre el contenido.

Una reflexión más. Cuando veíamos a la mujer embriagada caminar sola por el puente, ya imaginábamos que se quería suicidar. Su intención era manifiesta. Pero nos apercibimos de su intención porque además conocíamos los hechos anteriores que le habían producido su estado de enajenación. Su hija de no más de dos años había sido asesinada por su niñera. Sus suegros la habían denunciado por negligencia. Y el juez decretó su culpabilidad, aunque sin pena de cárcel. El mundo se le había venido en cuestión de semanas encima y acabó con su salud mental.

Y cuando ya no la vimos más sobre el muro, una vez que el camión había pasado, nos la imaginamos tirada boca abajo sobre los raíles del tren, inerte, y una gran mancha de sangre rodeando su cara. En el cine se produce lo que se produce en el lenguaje, una parte la pone las palabras y las imágenes, y la otra, la imaginación del lector y del espectador. Pero todo debe estar avivado por el sentir, sin el cual el espíritu carece de latidos, de alegrías, de horrores.

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