La idea troncal que hoy voy a exponer es originariamente de Lenin. Decía Lenin que los intelectuales tienen una manera tortuosa de acceder a la realidad, mientras que la gente sencilla accede de manera directa. En vez de hablar de intelectuales, yo hablaré de comportamiento intelectual. Y en vez de realidad, yo hablaré de los cambios que se producen en la realidad. Puede suceder que haya intelectuales que acceden de manera directa a los cambios que se producen en la realidad y los aprecian al instante, y, por el contrario, personas que no son especialmente intelectuales, pero tengan un comportamiento marcadamente intelectual; y cuando acceden a los cambios que se producen en la realidad, lo hacen de manera tortuosa y son incapaces de apreciar el valor de los mismos.
Hay personas, muy
aquejadas del comportamiento intelectual, que les cuesta horrores hablar del
mundo universal. Solo saben hablar del mundo universal a partir de los
acontecimientos accidentales de su vida. Son personas que no terminan de estar
en el mundo de hoy. ¿Por qué les sucede eso? Porque su conciencia política y
social es pobre, porque suelen estar muy metidos dentro de sí mismo y no miran
al exterior. Les transcribo una cita de Hegel contenida en la Introducción a La
Historia de la Filosofía. Justamente Hegel habla aquí de los filósofos y su
pensamiento, y dice lo siguiente: “…las creaciones son tanto mejores cuanto
menos imputables son, por sus méritos o responsabilidad, al individuo, cuanto
más corresponden al pensamiento libre, al carácter general del hombre como tal
hombre, cuanto más se ve tras ellas, como sujeto creador, al pensamiento mismo,
que no es patrimonio exclusivo de nadie”. Aquí Hegel habla de forma muy
atinada, pero también de forma muy idealista. Así que donde el habla del
pensamiento mismo, debemos poner el mundo en toda su complejidad, variedad y
desarrollo. Pero si tú no estás conectado al mundo, tú no te conviertes en el
órgano pensante del mundo, sino en órgano de las limitaciones de tu vida
personal, de tus contingencias mentales y accidentales.
Seamos prácticos. Le he
aconsejado a un amigo que todos los días lea la portada de El País. Solo
tiene que emplear tres o cinco minutos. Así sabrá lo que pasa en el mundo, y en
especial en el mundo en el que él vive: la Unión Europea, que pasa ahora por
una crisis de identidad enorme y donde falla de manera estrepitosa la unidad.
Inglaterra, Francia y España luchan porque los europeos se hagan con un
ejército propio liberado de la tutela de EEUU. Hoy mismo en El País leí
una declaración del ministro de asuntos exteriores de Polonia: “La UE sola no
puede disuadir a Putin. Es una tarea demasiado grande para nosotros”. Su
opinión es la contraria de los mandatarios de Inglaterra, Francia, Alemania y
España. Expresa debilidad y socava la unidad de la
Unión Europea, así como demuestra que su pensamiento es todavía la del mundo
bipolar. Pero si mi amigo, por ejemplo, se pone a leer a Protágoras ajeno
a lo que sucede en la actualidad en la Unión Europea, es inevitable que su
reflexión esté más conectada con la contingencia y accidentalidad de su vida
personal que con la necesidad de que la Unión Europea alcance su identidad y su
unidad. De esa manera su cabeza no se convierte en órgano de la vida y el
pensamiento universal, sino en órgano de las limitaciones de su vida personal.
Si tuviera más conexión con el mundo y la cultura sabría que ya en Grecia hubo
un salto importantísimo del mito al logos. Pero mi amigo quiere seguir
explicando el mundo por los mitos. Y así se queda atrás. Y cuando habla del
mundo actual, inevitablemente lo hace de forma tortuosa.
(Una pequeña aclaración
conceptual: Lo contingente se opone a lo necesario, mientras que lo accidental
se opone a lo sustancial. Sucede incluso que en aquello que seleccionamos para
leer podamos incurrir en esos dos errores: la contingencia y la accidentalidad.
En la ciencia, tanto en la experimentación como en la teorización, debe predominar
la necesidad y lo sustancial).
No hay comentarios:
Publicar un comentario