La serie inglesa adolescencia ha sido todo un éxito social y es bueno que las personas reflexionen sobre lo que esa serie presenta. Pero debemos ser en nuestra reflexión más cautos. No existe un grupo social que se llame los adolescentes. La diferencia principal que existe en nuestra sociedad es la diferencia entre clases sociales. Hay otras diferencias también importantes: la que existe entre mujeres y hombres, entre nacionales e inmigrantes, entre cultura e incultura, entre sociedad civil y Estado, y algunas diferencias más. Y todas estas diferencias se dan en el seno de los adolescentes.
Un amigo me preguntaba el
otro día que antes, cuando la mujer no trabajaba en el hogar, los hijos estaban
mejor atendidos; mientras que hoy día, al trabajar la mujer fuera del hogar,
los hijos están peor atendidos. Esto es falso. Antes entre los padres y los hijos
no había ni de lejos la confianza y la comunicación que existe entre ellos hoy
día. La brecha generacional entre jóvenes y adultos es notablemente menor hoy
día que antes. Y este hecho sociológico es una liberación y una alegría. La
clave está en que el mundo de hoy día es mil veces más complejo que el de hace
40 o 50 años. Ahí es donde está el problema de los adolescentes y de todo el
mundo, incluido los ricos.
El racismo no existe porque
sí. La inmigración produce problemas de identidad. No resulta grato ni
deseables que las mujeres musulmanas no puedan hablar en la calle con los
hombres. Tampoco resulta agradable ni civilizado que las mujeres no puedan
asistir a las mezquitas; y si lo hacen, no puedan perfumarse ni vestir como
quieran para no tentar a los hombres. La sociedad civil está cambiando
muchísimo y el Estado permanece atrasado para responder a esos cambios. Hay un
problema cultural derivado de las costumbres religiosas o cuando la religión
determina en exceso las costumbres. Se genera problemas de identidad, y estos
provocan problemas raciales.
Hablo ahora del lenguaje.
Tengo un amigo donde se produce un enorme divorcio entre su lenguaje hablado y
su lenguaje escrito, hasta el punto de que cuando escribe parece una persona y
cuando habla parece otra. El lenguaje escrito no debería convertirse en un
escondrijo. Y en muchos casos aquello que escribimos para los otros debería
hablarse con los otros. No culmines tu lucha en el lenguaje escrito. Es más
decisivo, más transformador, el lenguaje hablado. El lenguaje hablado es más
social, mientras que el lenguaje escrito es más individual. Deberías escribir
menos y hablar más. Y otra cosa: procura escribir como hablas y hablar como
escribes. Cuando escribes, en realidad estás hablando con los otros. Y no dejes
que los adjetivos se coman el valor central y decisivo de los sustantivos.
Y un último consejo: se
trata de pensar, esto es, de emplear con inteligencia los conceptos. Y esto no
solo ni preferentemente se hace cuando estamos inmersos en los libros y
hablando de los grandes temas de la actualidad, también debe hacerse, y es más
decisivo en la formación intelectual, en el estudio y reflexión de los miles de
problemas de la vida inmediata. Y una última cosa, la capacidad analítica de
una persona se demuestra en el estudio detallado de los casos particulares.
Sabias puntualizaciones. Me las quedo.
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