En su excelente obra teórica titulada Sobre la cuestión judía, Marx formula la siguiente idea: “…el derecho humano de la libertad no se basa en la unión del ser humano con el ser humano, sino, por el contrario, en la separación del ser humano con respecto al ser humano. Es el derecho a esta disociación, el derecho del individuo delimitado, limitado a sí mismo”. Después Marx añade lo siguiente: “La aplicación práctica del derecho humano de la libertad es el derecho humano de propiedad privada”. Por último, Marx remata estas dos ideas en los siguientes términos: “Aquella libertad individual y esta aplicación suya constituyen el fundamento de la sociedad burguesa. Sociedad que hace que todo ser humano encuentre en otros seres humanos, no la realización, sino, por el contrario, la limitación de su libertad”.
Si leemos a fondo esta
idea y vamos más allá de su delimitación en el marco de los derechos humanos,
entenderemos, a pesar de que nos consideremos más de izquierda y más
revolucionario que nadie, que en muchos ámbitos somos más burgueses de lo que
pensamos. Si tú te consideras mejor que el otro porque, por ejemplo, sabes más
filosofía, tú practicas con el otro la disociación y el otro se presenta como
un límite a tu expansión. El otro representa para ti la negación en vez de la
realización. O lo que es lo mismo: tú te presentas una y otra vez como la negación del otro. Tu no dejas que el otro se realice en ti. Si tú miras al otro de continuo con ojos críticos, porque crees
estar dotado de conceptos excelentes, no encuentras en el otro tu extensión
como persona, sino tu limitación. Y si te mueves por el mundo como un mero
observador, dedicado a clasificar a las personas en idóneas o no idóneas para
tu causa, a la que consideras revestida de máxima excelencia y máximo valor, sin
apenas notarlo te separas del mundo, en cuanto te separas del otro; replegándote
sobre ti mismo y albergando la ilusión de que con la negación del otro tú
conquistas la superioridad moral. Consideras que tú vives en un mundo
espiritual superior y mejor. Y lo que en verdad se produce es tu aislamiento
del mundo. Es, en palabras de Marx, el derecho o la libertad que tienes a la
disociación, limitándote a ti mismo. Te vuelves, sin apenas advertirlo, más
pequeño y aislado, aunque para tus adentros te consideres que eres espiritualmente
más grande que el otro y que vives cargado de notoriedad y sociabilidad.
Y así pierdes buena parte
de tu alma y te empobreces día tras día sin que te apercibas de ello.
(Por alma entenderemos la
conjunción y unidad del pensamiento y de los sentidos, de la inteligencia y de la
sensibilidad, de la cabeza y del corazón).
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