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domingo, 3 de junio de 2007

Charles Peirce y sus signos

Tengo el propósito de hacer una lectura crítica de un artículo de Floyd Merrel titulado Charles Peirce y sus signos,  que he bajado de la red. Lo haré por partes. Para un filósofo, como es mi caso, educado en Descartes, Hegel, Marx y Husserl, es difícil aceptar la filosofía implícita en el pensamiento de Peirce. Mi interés es generar un debate en la lista que contribuya a mantener vivo el espíritu científico. No se trata de ponernos de acuerdo sobre nada, sino de ser intelectualmente honestos, decir siempre lo que se siente y piensa, y actuar como pensadores libres, pensar de modo que no haya otra autoridad que la propia conciencia de cada cual.

Floy Merrel se muestra abierta y libremente como un peirceanófilo y un saussureanófobo. Argumenta que la razón de tal inclinación se debe a que descubrió las ventajas del triadismo y el dialogismo peirceano sobre el binarismo saussureano. A su juicio ese es el núcleo de la diferencia principal entre Peirce y Ferdinand de Saussure: triadismo contra binarismo. Y añade: “es la diferencia entre proceso y sistema, entre cambio vital y combinatoria mecánica, y entre el universo de todos los signos, sean lingüísticos o extralingüísticos, y la obsesión saussureana, estructuralista, y post-estructuralista, por los signos exclusivamente lingüísticos”.
Afirmar que Saussure tiene una concepción binaria del signo, por oposición a la concepción triádica de Peirce, no es acertado. Merrel, al obervar las cosas desde muy lejos,  pierde de vista los detalles, los matices y las transiciones. En el capítulo primero de Curso de Lingüística general Saussure empieza criticando a aquellas personas que conciben la lengua como una nomenclatura: una lista de términos que corresponde a otras cosas. El lector atento observará que aquí cosas ocupa el lugar que en la concepción del signo de Peirce desempeña el objeto o el objeto semiótico.
Para Saussure esta concepción de la lengua como nomenclatura tiene dos defectos principales: uno, se supone que las ideas completamente acabadas preexisten a las palabras. Con esta crítica Saussure quiere dar a entender que las ideas completamente formadas se elaboran con el concurso de las palabras. Y dos: se deja suponer que el lazo que une un nombre a una cosa es una operación muy simple, lo cual está lejos de la verdad. El lector atento observará que Saussure no niega el lazo que une el nombre a la  cosa, lo que niega es que ese lazo sea simple. Por último, Saussure, aún criticando el carácter simplista del enfoque de la lengua como nomenclatura, reconoce que puede acercarnos a la verdad, puesto que nos muestra que la unidad lingüística es una cosa doble.
Como Merrel no mira de cerca el pensamiento de Saussure, no ve los dos matices mencionados, el de las ideas formadas preexistiendo a las palabras y el del lazo que une el nombre a las cosas, como tampoco ve la transición entre la concepción del lenguaje como nomenclatura, donde está incluida la cosa o el objeto, y la concepción del lenguaje como una unidad psíquica entre significante y concepto. De hecho Saussure se expresa en estos términos: “El signo lingüístico no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica”.  Mas adelante llamará significante a la imagen acústica y significado al concepto.
Llegados a este punto cabe hacer la siguiente reflexión: todo significante es el significante de determinado objeto como todo concepto es el concepto de determinado objeto. Así el significante /mesa/ lo es del objeto mesa, como el concepto de mesa lo es de la mesa. Por lo tanto, en la concepción de Saussure está presente el objeto, cierto que no de forma inmediata pero sí de forma mediata, lo está principalmente por medio del concepto. Con lo que concluimos que la afirmación de Merrel sobre el carácter binario del signo concebido por  Saussure es errónea. Es fruto de ver las cosas de lejos y pasar por alto los detalles, los matices y las transiciones.


CHARLES PEIRCE Y SUS SIGNOS (2)

Planteas dos cuestiones claves: una, que la contradicción entre la concepción binaria del signo y su concepción triádica no aporta demasiado al desarrollo teórico de la semiótica, y dos, que la discusión debería orientarse hacia otro eje de análisis más profundo. Vuelves a formular el primer planteamiento en forma de pregunta al final del mensaje cuando dices: ¿Cómo puede ayudar esta discusión a comprender mejor esos complejos fenómenos que, de a ratos, hemos acordado en llamar semióticos?

Cada vez que se hace un edificio hay que hacer unos nuevos cimientos. A ningún constructor se le ocurrirá pensar que como ya construyó los cimientos de un primer edificio, el resto lo podrá hacer sin construir aquellos. También sabrá que con la experiencia acumulada los cimientos que hará serán mejores, más óptimos, más sólidos. Igual ocurre en la elaboración teórica: de continuo hay que volver a elaborar los cimientos. Y los cimientos en la Semiótica, como en cualquier otra ciencia, son los conceptos primeros, sobre los cuales yo nunca me canso de volver una y otra vez. Y siempre se descubre algo nuevo: un nuevo matiz, un nuevo enfoque. O no: sencillamente se fortalece lo ya sabido y el edificio teórico se construye con mayor solidez.

La contradicción principal de la filosofía es la existente entre lo ideal y lo real. Esta contradicción no se supera ni se anula. Existe de por vida. La contradicción inherente al signo, la existente entre significante y significado, es una modalidad de la contradicción entre lo ideal y lo real. Y el enfoque binario y el triádico son dos modos de concebirla. Y la lucha entre esos dos enfoques seguirá siendo necesaria de momento para el desarrollo exitoso de la semiótica. 

La profundidad en el análisis no depende del salto de lo simple a lo complejo. En lo elemental también se puede ser profundo. Además, una buena parte de las revoluciones teóricas tienen que ver con cambios profundos en los conceptos primeros. Así ocurrió con la teoría de la relatividad formulada por Einstein, los cambios revolucionarios que propuso afectaron en principio a los conceptos primeros de la física: al espacio y al tiempo.

Tal vez de momento no seamos capaces de construir el edificio de la semiótica en toda su complejidad, pero quizás sí seamos capaces de construir uno buenos cimientos o unas bien definidas primeras plantas. De todos modos: siempre lo complejo se elaborará sobre la base de un gran dominio y destreza en el análisis de lo elemental.


CHARLES PEIRCE Y SUS SIGNOS (3)


Mi propuesta de debate no impide que haya otras propuestas de debate. Así que sí sobre algunos aspectos de mi propuesta Juliana y Dora no quieren posicionarse o consideran superado ese debate, tienen toda la libertad del mundo para actuar en consecuencia. Y si piensan que el debate debe abordar otros problemas, están en todo su derecho de proponerlos. Pero en todo caso eso no debe impedir que yo siga con mi plan de trabajo y mi propia propuesta de debate. 
A mi juicio una condición básica de todo debate es que se presente un material al que todo el mundo pueda tener acceso. Yo he presentado ese material: “Charles Peirce y sus signos”, elaborado por Floyd Merrell, al cual todo el mundo puede tener acceso vía Internet. Uno de las primeras cuestiones planteadas en ese material es la contradicción entre la concepción binaria y la concepción triádica del signo. Y sobre esa contradicción ya yo he tomado mi propia posición. Pero no es ésa la única cuestión planteada en ese material, hay más, y sobre ellas iré elaborando paulatinamente mis propias posiciones y críticas.
Les recuerdo que en mi primer mensaje Floyd Merrell planteaba que la diferencia entre  el triadismo de Peirce y el binarismo de Saussure “es la diferencia entre el universo de todos los signos, sean lingüísticos o extralingüísticos, y la obsesión saussureana, estructuralista y pos-estructuralista, por los signos exclusivamente lingüísticos”. Aquí nos topamos con una cuestión gnoseológica importante. Se trata de la relación entre el género y las especies. Valga como ejemplo analógico la contradicción entre el género animal y la especie humana. Creo que una ciencia sobre el género animal sólo puede afirmar generalidades sobre la especie humana, sólo puede hablar de las determinaciones que hacen iguales a los humanos con los animales, y estas igualdades debieron manifestarse con mayor alcance en los primeros estadios de desarrollo de la vida humana, cuando el lenguaje estaba todavía en la etapa simpráctica, cuando el lenguaje no se había liberado de la percepción y lo significados no eran estables. De manera que la necesidad de una ciencia especial que estudie la vida humana es ineludible, y esta no puede ser otra que la antropología.
El lenguaje sin lugar a dudas es el sistema de signos más complejo que existe y debe haber una ciencia específica que la estudie, y esta no es otra que la lingüística. También son necesarias para este estudio la sociolingüística y la psicolingüística.  Y esto no debe llamarse obsesión, sino necesaria especificación. Esto no quita que haya una ciencia general de los signos, como puede haber una ciencia general de los animales, que estudie los signos no en su diferencia específica sino en su generalidad. Pero el enriquecimiento del estudio de los signos en su generalidad sólo puede provenir de estudios  de los sistemas de comunicación específicos, por ejemplo, de los monos, de los pájaros, de las abejas, etcétera.
Por lo tanto, es un error de Merrell oponer el estudio de los signos en su nivel genérico al estudio de los signos en sus niveles específicos, cuando el enriquecimiento del primero es fruto de los aportes del segundo.

CHARLES PEIRCE Y SUS SIGNOS (4)

La persona que lleva mucho tiempo viviendo en un mismo lugar termina por no ver muchas cosas que le rodean, está tan acostumbrada a ellas que no le llama la atención ni le mueve el interés. Por el contrario, la persona que llega de fuera a ese lugar, todo le llama la atención y le mueve el interés. Ese lugar es el mundo de Peirce  y yo soy esa persona que viene de fuera.

Pero así y todo, para la persona que lleva mucho tiempo viviendo en el mismo lugar, no está de más recordarle lo que dijo Nietzche sobre la última  de las tres transformaciones del espíritu en su  Así habló Zaratustra:
“Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene todavía que convertirse en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo”.

Escuchemos a Floyd Merrell: “El signo peirceano es signo de proceso continuo, de flujo, de incesante cambio. Su naturaleza triádica le confiere esa característica. El signo se compone de un ‘representamen’ (lo que de ordinario denominaríamos el ‘signo’), un ‘objeto semiótico’ (con el cual está interrelacionado el representamen), y un ‘interpretante’ (el significado o interpretación del representamen a través de su correlación con el ‘objeto semiótico’).
La interrelación entre el representamen y el objeto queda implícita, si no hay un interpretante y una correlación que corresponde al interpretante y al objeto establecido por la persona que lo está interpretando, el intérprete. La función del intérprete, en colaboración con su respectivo interpretante, es precisamente la de demarcar, y hacer explícita hasta donde sea posible, la correlación entre representamen y objeto, lo que pone en marcha el proceso de significación del signo. La correlación mediadora tiene que ser netamente triádica”.

Floyd Merrel hace afirmaciones que no demuestra. El carácter triádico del signo no hace que el signo esté en constante cambio. Pero hay que saber además qué es lo que cambia. Siguiendo la terminología de Saussure el significante no cambia, permanece relativamente estable, mientras que el significado y el objeto significado sí cambian. Pero en ocasiones cambia mucho el objeto significado y el significado no lo hace. Pensemos en cómo han cambiado las mesas, en sus materiales y diseños, en los últimos cincuenta años, mientras que el significado de mesa y el significante /mesa/ no han sufrido cambio alguno. Por lo tanto, la concepción binaria del signo no impide tener una visión dinámica del significado y del objeto significado. 

Floyd Merrel habla del representamen, del interpretante y del objeto semiótico, pero de ninguno de ellos dice en que modalidad vienen dados. Por ejemplo, Saussure dice del significante que es una imagen acústica, indica así el modo en que viene dado, como resultado de la percepción auditiva; y del significado dice que es un concepto, indicando así que viene dado en forma de juicio. ¿Y qué hay del objeto significado? El objeto significado no puede ser otro que el objeto del concepto. ¿Y cómo viene dado entonces el objeto del concepto? Como sujeto del juicio. Por lo tanto, la insuficiencia en la concepción peirceana del signo estriba en que no dice en que modalidad vienen dadas las tres determinaciones que lo constituyen.

¿Qué relaciones o interrelaciones existen entre las tres determinaciones del signo de acuerdo con la exposición de Floyd Merrel? Bajo mi punto de vista la exposición de contenidos es pobre. La concepción del signo peirceano puede ser vista así: hay dos extremos, representamen  y objeto, y algo que está en medio, el interpretante.  Del representamen y del objeto semiótico Merrel afirma que hay correlación. Mientras que del interpretante dice esto otro: el intérprete  por medio del interpretante demarca y hace explícita la correlación entre representamen y objeto.

CHARLES PEIRCE Y SUS SIGNOS (5)

En primer lugar he de agradecerle a Juan Magariños, a quien aprecio teórica y éticamente, por su intervención. Evita así que el debate sea monocolor y permite que otros miembros de Semioticians se sientan amparados teóricamente.

Dado el cariz que ha tomado el debate quisiera hacer algunas reflexiones sobre las virtudes teóricas y éticas de los intelectuales. Dentro de las virtudes teóricas de los intelectuales cabe mencionar las capacidades para el análisis, la elaboración de conceptos, y la formulación de juicios y razonamientos. Estas cualidades son básicas para que se dé un debate teóricamente fructífero, aunque las partes que entren en debate no pertenezcan a la misma línea de pensamiento  filosófica.
Y dentro de las virtudes éticas de los intelectuales cabe mencionar la honestidad, la sinceridad y ser verdadero. Pero si hay una virtud ética que esté por encima de todas estas virtudes, que incluso las supone, es la de ser un libre pensador. Y por libre pensador se entiende a aquel pensador que no tiene otra autoridad a la hora de pensar que su propia conciencia.

Cuando Jorge Alisio, dirigiéndose a Juan Magariños, dice “Gracias por tu oportuna y justa intervención desalentando polémicas estériles”, dicha afirmación representa un atentado contra la libertad de pensamiento. A este respecto quisiera hacer tres puntualizaciones:
Una. Magariños afirma que “Floyd Merrell es uno de los más importantes y creativos trabajadores de la semiótica en los EEUU”. Esta afirmación, por mucha autoridad teórica que pueda representar Floyd Merrell, no me va a impedir elaborar libremente una crítica a sus concepciones. 
Dos. La réplica de Magariños a mis concepciones y posiciones tampoco me va a desalentar en mi empeño. Todo lo contrario: soy un luchador y creo que la lucha de ideas es el mejor mecanismo para el avance de las ciencias.
Y tres. La afirmación de Jorge Alisio de que el debate que he abierto en Semioticians es una “polémica estéril”, es una expresión  de desprecio. Para mí no es estéril mi trabajo y me parece ofensivo que lo cataloguen de ese modo.

Cuando Juan Magariños dice libremente al final de su mensaje “Y también rechazo la crítica apresurada e inconsistente al trabajo de Floyd Merrell”, he de decirle que no estoy de acuerdo con él. Que yo opino lo contrario, también opinan lo contrario los miembros del Centro de Estudios Karl Marx del que soy su director. A nuestro juicio mis mensajes son meditados y consistentes.

CHARLES PEIRCE Y SUS SIGNOS (6)

En ocasiones he asistido a debates en este foro donde otros miembros del mismo hacían uso de los conceptos de primeridad, segundidad  y terceridad de Peirce. En tales ocasiones tenía que permanecer callado porque desconocía dichos conceptos y no había elaborado mi propia posición. Ha llegado el momento de tomar dicha posición y para ello he seleccionado el texto de Floyd Merrell, cuyas referencias indiqué en mi primer mensaje. Como mi sistema conceptual tiene como matrices filosóficas al pensamiento de Hegel y de Marx, mi lectura del texto de Merrell no puede ser sino inevitablemente crítica.

Escuchemos pues a Floyd Merrell: “La correlación triádica consta de tres categorías que Peirce denomina Primeridad, Segundidad y Terceridad. Peirce mismo concede que sus categorías son ‘ideas tan generales que pueden considerarse como algo semejante a inclinaciones o tendencias hacia las cuales se dirigen los pensamientos’ (CP 1.356, c.1890). Las categorías fluyen por todos los rincones de la mente de Peirce, impregnando sus reflexiones sobre los signos. Estas categorías yacen detrás de todo pensamiento humano, y de hecho, detrás de todos los procesos del universo, tanto inorgánicos como orgánicos (CP 1.354, c.1890)”.

El mismo Peirce, de acuerdo con lo afirmado por Merrell, reconoce que sus categorías son ideas muy generales. La generalidad reduce la precisión. Cuanta más extensión tenga un concepto menos preciso será. También sucede que si las ideas son muy generales las formas en que pueden ser entendidas aumentan. Con la generalidad aumenta igualmente la vaguedad y las posibilidades de la especulación.  Todas estas afirmaciones no niegan la posibilidad de que haya personas que hagan un uso riguroso de las ideas generales.

El objeto de la filosofía ha sido siempre y fundamentalmente el pensamiento. De manera que cuando Peirce afirma que las categorías yacen detrás de todo pensamiento humano, está exponiendo una determinada concepción filosófica sobre el pensamiento y no tanto sobre los signos. ¿Es erróneo afirmar que en la actividad del pensamiento humano subyacen categorías? Por supuesto que no. Lo que sí resulta erróneo es pensar que sean esas tres categorías de Peirce las que en exclusividad y de forma determinante estén detrás de todo pensamiento humano.
Y cuando Peirce añade que esas categorías yacen detrás de todos los procesos del universo, tanto inorgánicos como orgánicos, le está confiriendo a esas categorías una primacía absoluta  en la constitución del mundo. Y el error aquí no sólo estriba en la tendencia hacia el absolutismo, sino también en la tendencia hacia el idealismo objetivo: pensando que las categorías están presentes en los procesos no humanos y rigen su desarrollo.

No quisiera despedirme sin que antes escucharan a Hegel en el prefacio a la segunda edición  de su Ciencia de la Lógica, a propósito de las categorías y de su universalidad: “En parte las categorías sirven como abreviaturas por su universalidad; en efecto, ¡qué infinidad de particularidades propias, de la existencia exterior y de la actividad, comprende en sí la representación, por ejemplo, de batalla, guerra, pueblo, o también de mar, animal, etc.!”. Añade después que estas representaciones comprenden en sí una infinidad de otras representaciones, actividades, condiciones, etcétera. Y si esto es así para las categorías de pueblo o guerra, imagínense lo que pueden comprender en sí las categorías generales de Peirce. Pero de ellas me ocuparé una a una en los próximos mensajes.

CHARLES PEIRCE Y SUS SIGNOS (7)

La concepción triádica no es un rasgo específico del pensamiento de Peirce, su presencia puede encontrarse en otros pensadores del siglo XIX y puede señalarse como una determinación de más amplio espectro que el estrictamente filosófico y semiológico. Así, por ejemplo, Hegel habla de tres determinaciones del concepto: la universalidad, la particularidad y la individualidad; Marx, por su parte, divide las formas de evolución del valor en tres: forma simple, forma desarrollada y forma de equivalente. Y en la representación cristiana se considera a Dios como uno y trino: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Aclarado este pormenor, escuchemos a Merrell a propósito de la primera categoría de Peirce: “1. Primeridad: el modo de significación de lo que es tal como es, sin referencia a otra cosa. Puede decirse que la Primeridad es cualidad,… La Primeridad de por sí no es una cualidad concreta (como, por ejemplo, la sensación del color y la forma de una manzana que quizás estuviéramos percibiendo en este momento). No es más que una mera posibilidad, sin partes definibles, sin antecedentes ni consecuencias. Es simplemente lo que es, sin que alguien sea plenamente consciente de la cualidad que es. Peirce se refiere a la Primeridad  como pura libertad, espontaneidad, originalidad, la posibilidad de que acontezca algo nuevo. Es, por ejemplo, cuando en el instante en que alcanzo a percibir un libro azul sobre la mesa, lo que veo, aún (todavía) sin conciencia de lo que veo, es sencillamente una mancha de cierto color antes de que la haya clasificado como una forma rectangular de color azul, y sin que la haya denominado ‘libro’. Es nada más una cualidad, sin conexión con todo lo demás que hay a su alrededor. Es sólo una posibilidad que, en algún momento futuro, quizás pueda formar parte de una clasificación determinada de manera que entre en interrelación semiótica con otros signos posibles”.

Este concepto no sólo está preñado de generalidad, sino también de heterogeneidad y vaguedad. Al menos se pueden señalar cuatro conjuntos diferentes de contenidos conceptuales: semióticos, lógicos filosóficos, psicosociológicos y psicología del conocimiento.
Contenido conceptual semiótico: el modo de significación de lo que es tal como es, sin referencia a otra cosa.
Contenido lógico filosófico: es cualidad; no es cualidad concreta; es mera posibilidad, carece de partes, de antecedentes y consecuentes; es simplemente lo que es sin que alguien sea plenamente consciente de la cualidad  que es.
Contenido psicosociológico: es pura libertad, espontaneidad, originalidad, la posibilidad de que acontezca algo nuevo.
Contenido de psicología del conocimiento: todo el ejemplo referido al libro azul.

Con respecto al contenido semiótico diré que cualquier modo de significación supone la referencia de algo a otra cosa. De manera que si no hay referencia a otra cosa, no puede haber significación.

Con respecto al contenido lógico filosófico les propongo en primer lugar que escuchen a Hegel a propósito del ser en sí, en la Introducción a la Historia de la Filosofía, y observen el parecido: “Lo que ahora se nos presenta en la evolución es que debe existir algo que es desarrollado, luego algo envuelto, el germen, la aptitud, la potencia, es lo que Aristóteles llama dynamis, esto es, la posibilidad (pero la posibilidad real, no, por cierto, una posibilidad superficial), o, como es llamada, lo en sí, aquello que es en sí y sólo por de pronto así”.
Por lo tanto, la Primeridad de Peirce, en tanto el contenido conceptual destacado es la posibilidad, coincide con la dynamis de Aristóteles y con el ser en sí de Hegel. Y para que amarren aún más el parecido, si tenemos en cuenta además el concepto de Segundidad de Peirce, les añado   esto otro que dice a continuación Hegel: “Un ejemplo de ello lo da el germen. El germen es simple,… Pero esto simple está embarazado con todas las cualidades del árbol. Y, sin embargo, esto simple, el germen, no es el árbol mismo; esta diversidad aún no existe”.

Con respecto al contenido psicosociológico diré que se habla de la política como el arte de lo posible. Y esto se dice en contra de aquellos que proponen metas imposibles.  Y la posibilidad  de que acontezca algo nuevo depende de condiciones objetivas y de condiciones subjetivas que habría que detallar mucho.

Con respecto al contenido  de  psicología del conocimiento, Merrel debería explicar si de lo que habla se da así realmente: que el sujeto del conocimiento  primero  tiene conciencia de una mancha azul, luego de una forma rectangular de color azul, y por último lleva a cambo un acto de nominación. Creo que el proceso de conocimiento no se da así: la percepción de un objeto  es la síntesis de las  sensaciones que se tienen de ese objeto y su inclusión en una determinada categoría. Cuando Merrel habla de que el sujeto del conocimiento reconoce el objeto que ve como forma rectangular de color azul, está haciendo uso de un lenguaje de planos y, por lo tanto, ya hay un proceso de categorización. De manera que cuando el sujeto reconoce el objeto que ve como libro, está realizando un segundo acto de categorización. Y por último, nadie empieza su conocimiento de las cosas partiendo de percibir manchas, puesto que la percepción supone reflejar los objetos como totalidades y no como indicios sueltos.

29 de junio de 2007.



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