En mi último trabajo titulado Memoria, percepción y pensamiento conceptual, hice la siguiente
afirmación: “Como las imágenes que nos ofrecen los medios audiovisuales están
acompañadas por descripciones y valoraciones verbales, nuestras percepciones en
segunda persona se constituyen como percepciones mentales”. Ramón Galán,
miembro del Cekam, no ve claro este concepto. Le comenté a Ramón que sobre este
concepto ya había realizado una primera elaboración en mi blog bajo el título Percepción sensible, percepción mental e
ideología. Pedro, que asistía por primera vez a una reunión del Cekam,
comentó si no sería más adecuado hablar de representación. Dadas las dudas y
dificultades inherentes al concepto de percepción mental, me veo en la obligación
de fundamentar de un modo más detallado dicho concepto.
Los conceptos no deben ser considerados como
productos mentales acabados de una vez para siempre. Deben tener la suficiente
plasticidad para adaptarse a los cambios en la realidad y a los cambios que se
producen en los conocimientos adyacentes. El estudio de las funciones
psicológicas superiores tiene cierta complejidad. Partimos de dos ideas
básicas: una, en la percepción debemos suponer la participación mancomunada de
todos los sentidos, y dos, todas las funciones psicológicas superiores –la
percepción, la atención, la memoria, el pensamiento y el lenguaje– se median
las unas a las otras. Al igual que afirmamos que la percepción está mediada por
la memoria y por los conceptos, del mismo modo debemos afirmar que los conceptos
están mediados por las percepciones y por las representaciones. Advirtiendo que
la mediación no significa negación. Esto es, el hecho de que los conceptos
medien la percepción no supone la negación de la esencia de la percepción, al
igual que la mediación de la percepción en la función conceptual no supone la
negación de la esencia de los conceptos.
Hablemos de la esencia de la percepción y de la
esencia de la representación. En la percepción el objeto viene dado y el sujeto
no puede modificarlo. Si quiere modificarlo, tiene que recurrir a las manos y a
los instrumentos adecuados a un fin. Mientras que en la representación el
objeto lo pone el sujeto y puede modificarlo. La representación puede
entenderse en principio como una rememoración de la percepción. Son los
escritores y directores de cine los más proclives a modificar el objeto y se
mueven en lo fundamental en el campo de la representación. El escritor tiene
conocimiento de un hecho acaecido en un determinado pueblo y recopila
materiales escritos que hablen de dicho suceso y realiza entrevistas a personas
que tengan conocimiento del mismo. Pero no deja las cosas tal y como han
sucedido en la realidad; buscando aumentar la tensión y la dramatización a la
que están sometidos los personajes, no duda en modificar los hechos acaecidos. No
en vano, en el cine estadounidense es muy habitual que antes de iniciarse la
película nos adviertan que cualquier parecido de la película con la realidad es pura coincidencia, esto es,
se remarca el carácter representacional del film frente a la percepción, que
deja el objeto o situación objetiva tal y como viene dada.
En España el número de parados asciende a más de
cuatro millones de personas. Es un drama. Una persona que viva en Gran Canaria,
una parte ínfima del territorio nacional, tiene conocimiento directo de
personas que están en el paro: jóvenes que han terminado su carrera
universitaria y no encuentran trabajo y tienen que emigrar, parejas que al
quedar en paro pierden sus viviendas hipotecadas, y pensionistas que tienen que
mantener con sus bajas pensiones a sus hijos en paro y a sus nietos. Esto es un
hecho perceptivo que vive cualquier persona en España. Pero esta experiencia
que vive la persona que reside en Canarias es un hecho universal: lo que él
percibe en su franja territorial también se da en el resto del territorio
nacional. De manera que no solo tiene la percepción del paro al que alcanzan
sus ojos, sino del paro que no alcanzan sus ojos y que se extiende por todo el
territorio nacional. Pensemos en dos círculos concéntricos: uno muy pequeño,
donde la persona residente en Gran Canaria tiene una percepción directa del
paro, y otro mucho más grande donde la persona residente en Gran Canaria tiene
una percepción mental del paro que se da en todo el territorio español. Surge
la primera pregunta: ¿Por qué llamo percepción a la percepción del paro de todo
el territorio nacional y que la persona de Gran Canaria no tiene visión
directa? Por la esencia de la percepción: el paro en España viene dado y el sujeto
perceptor no puede modificarlo. Y ¿por qué la llamo mental? Por dos razones:
por una parte, porque aquello de lo que tiene un conocimiento directo es un
hecho universal, esto es, no se da solo en Gran Canaria sino en todo el
territorio nacional, y dos, porque aunque se conserva la esencia de la
percepción, la situación objetiva viene dada y no puede ser modificada por el
sujeto, éste no tiene visión directa del mismo. ¿Cómo o por qué medio el sujeto
alcanza a tener visión del paro que se da en el círculo más grande y externo?
Por medio de la percepción en segunda persona o de imágenes televisivas
acompañadas de descripciones y valoraciones verbales.
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