“Y el Mont-Valérien tronaba sin descanso, demoliendo
a cañonazos casas francesas, segando vidas, aplastando a personas, acabando con
muchos sueños, muchas alegrías esperadas, muchas felicidades anheladas,
causando en corazones de mujeres, en corazones de muchachas, en corazones de
madres, allí y en otros países, un sinfín de sufrimientos”. Dos amigos. Guy de Maupassant.
El Estado existe y existe en todos los países de la
Tierra. El ser del Estado: la organización de la violencia. Las cárceles, la
policía y el ejército representan la cristalización de la violencia estatal. Es
absurdo contraponer el sistema del gobierno al ser del Estado. EEUU pasa por
ser una de las democracias mejores del mundo, no obstante, su Estado es el más
violento. Puede haber sistemas de gobierno democráticos y sistemas de gobierno
dictatoriales. Pero no se deduce de ahí que el sistema de gobierno más
dictatorial tenga el Estado más violento. No cabe duda de que aquí cabe la
distinción aristotélica entre potencia y acto. Puede haber un Estado con un
ejército poderoso y, sin embargo, ejercer poca violencia. Pero en el caso de
EEUU tanto en potencia como en acto tiene el Estado más violento del mundo.
Todos los Estados del mundo tienen el derecho a
estar armados. La multipolaridad, el derecho que tiene cada Estado a escribir
su propia historia sin la mediación de una superpotencia, así lo exige. Al igual que cuando el Estado burgués se
liberó de la religión, la sociedad civil se hizo más religiosa; del mismo modo
cuando el mundo se liberó de la polaridad entre las dos superpotencias, las
guerras se han multiplicado y la industria de guerra ha tenido más desarrollo
que nunca. Carece de sentido que los Estados de forma unilateral renuncien al
desarrollo de la industria armamentística, al igual que carece de sentido que
se le prohíba a un pueblo, aunque esté bajo el dominio de un sistema de
gobierno no democrático, dotarse de un ejército moderno. Es más: la estabilidad
política exige que pueblos como Irak, Libia, Egipto o Túnez tengan una policía
y un ejército más modernos y poderosos. El desarrollo civilizatorio tiene ese
rasgo contradictorio: cuanto más civilizado es un pueblo, mejor armado está su
Estado. Esa tendencia es imparable.
Una cosa es la ideología y otra la política. Los
derechos humanos no son más que la expresión idealizada de la sociedad
burguesa. Pero haríamos muy mal en creer que los Estados de la Unión Europea se
mueven por el mundo en función de los derechos humanos y no en función de los
intereses económicos y geopolíticos. Y haríamos aún peor si se pensara que la
meta de la izquierda radical fuera hacer realidad los conceptos de los derechos
humanos y no el cambio de las relaciones económicas. Lo que sucede en toda el
Asia central, valga como muestra los Emiratos Árabes, no es obra especial de
las potencias occidentales, sino fundamentalmente del predominio de las
relaciones capitalistas de producción.
Pertenece a la concepción antigua, propia de la primera mitad del siglo
XX, pensar en la UE como centro y en el resto de los países del mundo como
periferia. Entre los diez países más ricos del mundo, en función del PIB per
cápita, se encuentran tres naciones de Oriente Próximo: Kuwait, Emiratos Árabes
Unidos y Qatar. La UE no es el centro del mundo y no es la causa principal de
lo que ocurre en el resto del planeta. Hay muchos ricos y poderosos fuera de
Europa y ellos son los principales responsables de la pobreza en la que viven
sus pueblos. No se puede seguir pensando en los países africanos como si fueran
únicamente un ejército de pobres. La globalización ha creado lazos muy
poderosos entre los mayores capitalistas de todo el mundo. La multipolaridad y
la globalización financiera han acabado
con la realidad de los años sesenta del siglo pasado. Y como dije
anteriormente: hay que ver la causa principal de la pobreza en las relaciones
capitalistas de producción, que se siguen extendiendo de manera prodigiosa por
todos los rincones del mundo. La ideología que está detrás de los movimientos
que se oponen a la guerra contra el Estado Islámico se ha vaciado de marxismo y
de leninismo, se ha convertido en la ideología de la pequeña burguesía, que
como siempre sigue atado a lo viejo y no ve lo nuevo.
Todo Estado lo es de una sociedad civil, como toda
sociedad civil es para un Estado. Es
más: El Estado es la objetivación de la sociedad civil. No deberíamos compartir
la ideología burguesa sobre el Estado: un tercero neutral frente a las clases
sociales y sus intereses. Los intelectuales franceses que están detrás del
manifiesto ¿A quién sirve su guerra?,
piensan como si fueran miembros de una sociedad civil independientes de un
Estado. Oponen la libertad a la seguridad, como si ambos no fueran valores del
Estado burgués, como si una mayor seguridad no proporcionara una mayor
libertad. No recuerdan o no conocen la obra de Ilích Ulianov titulada El Estado y la revolución, donde se
señala que el Estado socialista seguirá siendo en buena parte un Estado
burgués. Los marxistas y los leninistas están por la destrucción del Estado
como aparato represor y violento. Pero no ignoran que esa meta está muy lejana.
Si todavía las fuerzas productivas del mundo pueden experimentar un notable desarrollo dentro de las relaciones
capitalistas, y esto es una evidencia innegable, antes que los Estados como
organizadores de la violencia desaparezcan experimentarán todo lo contrario:
fortalecimiento y desarrollo de los aparatos represores. El mundo ha cambiado:
Europa ya no es el centro. El mundo
actual, el mundo de la globalización y de la multipolaridad, nos señala como
fuerza ineluctable la constitución de múltiples centros de poder estatal y
económico.
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