El movimiento del 15 M, el movimiento de la
indignación, podía apuntar a una crítica de la sociedad capitalista. La crisis
económica de 2008 era una crisis financiera en la etapa de la globalización capitalista.
Los resortes de esa crisis no se podían resolver en los estrechos marcos de los
Estados nacionales europeos. Por eso las tendencias dentro del movimiento de
los indignados defensoras de la salida del euro no se correspondían con las
condiciones básicas y fundamentales de la crisis. Las crisis económicas
capitalistas son crisis de las relaciones de producción capitalistas. Así que un movimiento radical en
correspondencia con lo que el nombre indica debía cuestionar las relaciones
económicas capitalistas y señalarlas como la principal causa del sufrimiento
causado a las clases medias y trabajadoras de nuestro país por la crisis
desatada en 2008. Pero el movimiento de los indignados fue rápidamente
engullido por la ideología política burguesa, que hace de la política económica
la causa principal de las crisis. Así que el supuesto radicalismo que suponíamos
en Podemos, cristalización partidista del movimiento de los indignados, se redujo a
criticar la política económica de la austeridad impuesta como solución de la
crisis económica en la Unión Europea. De ahí que la mayoría de los líderes
políticos e ideológicos de Podemos hayan
tomado los textos de Krugman y Stiglitz, representantes teóricos de la
burguesía de izquierda, como su teoría de explicación y respuesta a la crisis
económica. De forma sucinta: el movimiento de los indignados ha sido engullido
por la ideología económica de la burguesía de izquierda. Y en esto y en todo lo
que tiene que ver con Podemos ha tenido
mucho que ver el papel desempeñado por las cadenas de la televisión privada, en
especial La Sexta.
Dentro de las relaciones de producción capitalistas
en la época de la globalización cobra especial importancia las relaciones
mantenidas entre el capital productor de interés con las empresas, las familias
y el Estado. El capital productor de interés explota de forma brutal a las tres
entidades mencionadas. Esa explotación financiera es la fuente básica del
empobrecimiento de las clases trabajadoras y de las clases medias. En este
ámbito los fondos de inversión, los fondos de pensiones y el capital riesgo se
han convertido en mecanismos financieros para apropiarse a precios de saldo de
actividades empresariales y exigir
beneficios altísimos. Sin embargo, estos elementos de la sociedad civil han
quedado a salvo de la crítica de la izquierda radical, puesto que Podemos, Ahora en Común y Compromís se
han centrado en la crítica al poder político. Tomar conciencia de una situación
económica no obliga a actuar, pero sí debería obligar a profundizar, elaborar y
popularizar esa toma de conciencia. Lo que sucede es que esta lucha ideológica
no vende y a La Sexta lo que le
interesa es vender. La izquierda radical por su objetivo coyuntural de
conquistar el gobierno descuida por completo la importancia de un programa de
máximos. Enfrentarse al poder financiero significa defender al Estado, a las
empresas y a las familiar de su enorme poder explotador. Y advierto que no
hablo de los bancos, que no son más que la expresión de la división del trabajo
entre la propiedad del capital monetario y su utilización en la producción y en
el consumo, sino del capital productor de interés, donde hay que incluir no
solo a los grandes, medianos y pequeños propietarios de recursos monetarios, sino
a los directivos que gestionan dichos recursos. Hay que tener en cuenta que el
único sector donde la globalización ha tomado cuerpo y de un modo poderoso es
el financiero. Los gestores de fondos utilizan los ahorros sociales de todo el
mundo para explotar por doquier y enriquecerse de forma rápida y hasta unos
extremos irracionales. Los Estados nacionales no están globalizados. No existe
un Estado mundial. Tampoco las medianas y pequeñas empresas participan de la
globalización por el lado de las ventas, solo lo hacen por el lado de las
compras. De ahí su dependencia del poder financiero global. Por lo tanto, un
programa de máximos de la izquierda radical debe hacer de la lucha contra el
poder financiero su principal objetivo. No estoy a favor de acabar con el
capital productor de interés, pero sí contra los gestores y propietarios de fondos monetarios que utilizan los ahorros
sociales para explotar a las empresas, a las familias y a los Estados y
enriquecerse sin límites.
La política es el ámbito del interés general. La
televisión pública también pertenece a ese ámbito. Independientemente de si
gobierna el PSOE, el PP o cualquier otro partido del arco parlamentario, TV1 y
TV2 representan el interés general. La liberación de la televisión pública del
dominio de la publicidad, medida llevada a cabo por el gobierno socialista de
Zapatero, fortaleció el carácter de la televisión de representar el interés
general. La llegada en tromba de la televisión privada supuso que en el ámbito
de la información, formación, educación
y opinión, los intereses privados se
impusieran sobre el interés general. Ahora el espectáculo, la diversión y el
entretenimiento se han convertido en los pilares de la televisión. La educación
y la formación científicas en su sentido más amplio en el ámbito televisivo son
puramente marginales. En la televisión privada mandan las audiencias y, en
consecuencia, manda la publicidad. Los debates políticos de La Sexta tiene ese formato: entretener. Como buscan ganar
audiencia, hacen de la escandalosa y
desproporcionada corrupción la materia básica de los debates en los que luchan
la izquierda con la derecha, las derechas con las derechas, y las izquierdas
con las izquierdas. Y van siempre los mismos contertulios. Y es siempre la
misma ideología: el predominio de lo accidental sobre lo sustancial. La crítica
a las relaciones capitalistas de producción como explicación de la crisis
económica de 2008 queda fuera del debate.
Podemos buscaba conquistar con avidez el poder político y,
en consecuencia, quería ganarse la confianza de una mayoría de españoles. Eso
hizo que buscara en La Sexta su medio
principal de comunicación de masas y que rebajara las exigencias de su ideario
político, tan cargado como estaba de medidas utópicas. Pero lo de utópico
debemos entenderlo en el sentido que lo hizo Engels: los movimientos utópicos
son verdaderos bajo el punto de vista del sentido de la historia universal,
pero son falsos bajo el punto de vista de la teoría económica. Así que Podemos al liquidar y en un corto tiempo sus propuestas utópicas, el carácter
revolucionario que representaba en el sentido histórico universal de la
izquierda ha desaparecido de la escena política española.
Ahora lo nuevo sobre lo viejo también lo
representaba un partido de derechas: Ciudadanos.
Se fortalecía la inversión entre los factores estructurales de la sociedad. Se
afianzaba la idea de que la economía iba mal por culpa de los políticos
infectados de corrupción y porque estos ponían en práctica políticas económicas
erróneas. Las relaciones de producción capitalistas como explicación de los
sufrimientos de grandes masas sociales quedaban aún más ocultas en la ideología
política dominante. La economía convencional constituye en el plano teórico una
forma de legalidad del enriquecimiento y del empobrecimiento. Pero también la
teoría económica marxista constituye una legalidad aunque distinta en la misma
materia. Lo revolucionario de la teoría marxista, su premisa absolutamente
radical, estriba en que presenta el enriquecimiento de toda clase de
capitalistas como fruto no del trabajo propio sino de la apropiación de trabajo
ajeno. Lo que sucede es que esta apropiación del trabajo de unas personas por
parte de otras queda oculta por el dinero. En la época de máximo poderío del
capital financiero, esto es, del dinero que solo se relaciona consigo mismo y
que produce interés sin cesar, la ocultación llega casi a extremos absolutos.
Nadie cree que el enriquecimiento se deba a que unas personas se apropien del
trabajo de otras. Las nuevas formas de enriquecerse, las derivadas del uso de
internet, de los nuevos productos financieros, de la mercantilización
televisiva del futbol y de los deportes en general, hace menos creíble aún la
premisa fundamental de la legalidad de la teoría económica marxista.
Resumo: nuestro mundo capitalista seguirá igual. La
televisión privada seguirá fortaleciendo a las grandes empresas por medio de
una publicidad que retrata un mundo falso y que denigra a la mujer, seguirá
practicando la enajenación de masas por medio de la privatización del futbol y
endiosando y enriqueciendo a sus jugadores estrellas, y embriagará a los
espectadores por medio de la búsqueda del entretenimiento y el espectáculo. El
poder financiero como expresión de la más alta fetichización del dinero seguirá
dominando y explotando a las empresas, a las familias y al Estado. La ideología
radical, aquella que debería criticar a las relaciones de producción
capitalistas porque permite que unas personas se apropien del trabajo de otras,
quedará oculta por la ideología política burguesa, que hace de la política
económica y de la erradicación de la corrupción la quintaesencia de la solución
de los males sociales.
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