En ocasiones el pequeño saber se vuelve fundamental. O mejor dicho: el pequeño saber siempre es fundamental y decisivo. Pero hay que saber apreciar lo pequeño. Hay mentes que solo están dispuestas para lo
grande, pero no están preparadas para ello. Desprecian lo pequeño y lo
elemental. Estos intelectuales se creen que están a una altura a la que en
realidad no están. No saben que la esencia de la creación estriba en que lo grande se construye desde y con lo pequeño. Pero hay más: no saben saborear lo pequeño y no lo digieren bien. Lo mastican poco. Lo ven todo muy fácil y su pensamiento se vuelve volátil, especulativo y carente de forma.
Escuchemos a Hegel
en su Concepto de religión en
general: “Este concepto proviene de la representación –sabemos inmediatamente
que la religión es conciencia de Dios en general; y que esta conciencia tiene
la forma de sentimiento, representación, conocimiento, concepto, saber, o la
forma que fuera”.
¿En qué me he fijado? En que Hegel habla no de la
conciencia sino de la forma de la conciencia. Y presenta el sentimiento, la
representación y el concepto como formas de la conciencia. ¿Qué es lo que
aprecio y valoro como muy importante?
Que la conciencia se presenta como la unidad, el nombre común o la
determinación común del sentimiento, de la representación y del concepto. O
dicho de otra manera: que el sentimiento, la representación y el concepto se
presentan como modalidades de la conciencia.
Pero establezcamos alguna precisión. Hace días que
establecí la diferencia entre sentimiento y conciencia, afirmando que el
sentimiento era el modo en que el sujeto y el objeto mantenían una unidad
íntima, donde la particularidad y la singularidad predominaban, y que la
conciencia era el modo en que el sujeto ponía el objeto fuera de sí. En ese momento presenté el sentimiento y la
conciencia como dos funciones psicológicas diferentes, pero hoy presento la
conciencia y el sentimiento como iguales, en la medida que he afirmado que el
sentimiento es una modalidad particular de la conciencia.
¿Hay contradicción entre una afirmación y otra? Pues
no. Ambas afirmaciones comparten un mismo nombre para el objeto del concepto, “conciencia”,
pero se diferencian por sus contenidos conceptuales. ¿Cómo podríamos resolver
en el ámbito lingüístico esta posibilidad de confusión, sobre todo para aquellas
personas no duchas en el pensamiento dialéctico? Hay una solución: sustituyendo
el nombre “conciencia” por el nombre “saber”. Y entonces diríamos que el saber
puede tener la forma del sentimiento, de la representación y del concepto.
El lector debe comprender dos cosas: una, que el
lenguaje no te provee de todas las distinciones conceptuales que se presentan
en la actividad teórica, y dos, que los conceptos se presentan no solo separados,
sino también interseccionados, solapados,
mezclados y fundidos.
Las formas de la conciencia, no son más que el fruto del condicionamiento del "Yo" o ego. Los pensamientos están limitados por su relatividad, no pueden alcanzar la totalidad, por lo tanto son una ilusión. Esa conciencia crea las formas ilusorias y se pierde en ellas, de ahi el sufrimiento y el vacio creativo.
ResponderEliminarTambien podriamos hablar de la conciencia en sí y la conciencia para si. Es un buen tema. Hegel es tremendamente complejo. y habla de la conciencia para si en ese contexto. Cuando sobre Dios está diciendo que la religión lo ha limitado a una forma, un concepto, es decir, conciencia para sí. Pero cual es la estructura o la naturaleza de esa conciencia que habla? esa es la cuestión.
ResponderEliminarSer, nada, luz y tiniebla
ResponderEliminarResulta muy difícil seguir el pensamiento de Hegel. En la mayor parte de sus textos un lector no habituado a los mismos se encuentra como perdido. Al lector le es difícil hacerse con una clara referencia al objeto al que se refiere el autor. Al menos eso me ocurre a mí. Es una suerte poder haber estudiado en el CEKAM muchos textos de Hegel, con ejemplos donde la particularidad del mismo no le resta nada a la universalidad del pensamiento del que es ejemplo. Así hemos estudiado el ser, el puro ser, lo inmediato indiferenciado, donde no hay nada que intuir. Nada que pensar. También hemos estudiado la nada, la pura nada, nada que intuir, nada que pensar, lo inmediato indeterminado. La pura nada, lo mismo que el puro ser. El devenir, el inmediato desaparecer del ser en la nada y de la nada en el ser.
De vez en cuando uno encuentra un remanso en el movimiento continuo del pensamiento de Hegel, donde el curso del mismo tiene una fuerza enorme para cualquier pensamiento. Nunca me ha gustado la poesía. O al menos no consigo disfrutar de la misma como disfruto del pensamiento expresado en prosa. Pero la cita que les transcribo, del texto “la ciencia de la lógica” Volumen I de UAM ediciones, pg 232, tiene mucha poesía:
“Es verdad que se representa también al ser, de algún modo, bajo la imagen de la luz pura, como la claridad de un ver no enturbiado, mientras que la nada se representa como la noche pura, remitiendo la diferencia entre ellos a esa diversidad sensible, bien notoria. Pero de hecho si este ver es representado más exactamente, se concibe entonces fácilmente que en la claridad absoluta se ve tanto y tan poco como en las tinieblas absoluta, y que una forma de ver es tan buena como la otra: ver puro, ver nada. Luz puras y tinieblas puras son dos vacuidades, que son lo mismo. Sola y primeramente en la luz determinada – y la luz viene a ser determinada por las tinieblas-, o sea en la luz enturbiada, así como sola y primeramente en las tinieblas determinadas – y las tinieblas vienen a ser determinadas por la luz - , o sea en las tinieblas aclaradas, puede diferenciarse algo, porque sola y primeramente la luz enturbiada y las tinieblas aclaradas tienen la diferencia en ellas mismas y, con ello, son ser determinado, estar.
Es la primera ocasión en que he leído en Hegel el concepto “estar” como ser determinado y nada determinada. O al menos es la primera vez que se me hace consciente el sentido de estar como ser determinado y nada determinada, donde ya no son puro ser, inmediatez indeterminada, y pura nada, inmediatez indeterminada.